21. Mares tempestuosos.

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Una tormenta como ninguna otra azotó el barco. 

Osamu estaba de pie bajo cubierta, agarrándose a la pared para salvar su vida, pero el barco se balanceaba de un lado a otro con tanta violencia que era todo lo que podía hacer para evitar volcarse. Atsumu estuvo a punto de caerse un par de veces, pero Sakusa lo atrapó en cada ocasión. 

Las lágrimas brotaron de las comisuras de los ojos de Osamu y el miedo se apoderó de su cuerpo. No podía evitar pensar en el momento en que su primer barco naufragó, aquella vez que se había quedado solo en el agua helada, con nada más que un pedazo de madera de mala calidad al que aferrarse. 

—Va a estar bien, príncipe Osamu —dijo Sakusa, pero la mano con la que estaba agarrando el hombro de Atsumu contaba una historia diferente. Nunca le gustó el agua. 

—Tu primer barco volcó, ¿verdad? —preguntó Atsumu, su cerebro finalmente estaba conectando las piezas. Siempre fue demasiado inteligente para su propio bien— Así fue como conociste a Sunarin. Él te encontró ¿no? ¿Cómo se sintió antes de hundirte? 

—Así mismo —Osamu intentó respirar, pero su ataque de pánico finalmente se abría paso. Comenzó a hiperventilar, cada balanceo de la nave hacía que su corazón se detuviera y comenzara de nuevo. Las voces de Sakusa y Atsumu se volvieron inentendibles cuando su cerebro se apagó mientras se tapaba los ojos con el brazo, sollozando ante el pensamiento de que las frías aguas lo consumirán una vez más. No levantó la vista hasta que una mano firme estuvo sobre su hombro. Suna se paró frente a él, usando su otra mano para acariciar el lado de la cara de Osamu. Sakusa y Atsumu se habían ido de allí. 

—Estarás bien —murmuró Suna mientras le secaba una lágrima con el pulgar—. No voy a dejar que te pase nada malo, pero tienes que bajarte del barco —un relámpago estalló justo encima de sus cabezas, disparando luz hacia la cabina e iluminando la figura de Suna, allí estaba él, con sus ojos violentos y verdes, con su pelo empapado, sus cicatrices ásperas y su abrigo de capitán, Suna parecía ser el dios del mar.

—¿Qué? —susurró Osamu. 

—Tenemos un alto riesgo de zozobrar, lo que significa que el lugar más seguro para tres marineros inexpertos es en una balsa de emergencia. Sakusa y Atsumu lo están preparando —Suna le secó otra lágrima, pero su rostro se desplomó mientras Osamu continuaba llorando—. Tendrás que meterte en el agua, Osamu, pero te prometo que esta vez estarás bien. Tendrás chalecos salvavidas, pistolas de bengalas y raciones de comida. Estarás a salvo —Sakusa y Atsumu regresaron a la habitación mientras el ojiverde le hablaba. Kiyoomi tenía una pequeña balsa desinflada colgada del hombro mientras que Atsumu tenía tres chalecos salvavidas en sus brazos—. Tendrás que ponértelo así —Suna agarró uno para deslizarlo sobre la cabeza de Osamu. Subió la cremallera y le ajustó varias de las correas para que quedaran a la medida de su pecho, luego tiró ligeramente de un pequeño cordón rojo—. Este es el cordón que lo infla. Espera hasta que estés en el agua para tirar de él. Si lo haces antes de saltar, tendrás un desagradable latigazo cervical. Confía en mí —Sakusa ayudó a Atsumu a ponerse el suyo. Una vez que estuvo seguro, se colocó el suyo. Era fácil notar que ninguno de los dos estaba acostumbrado a tocarse el uno al otro, ya que ambos saltaron ligeramente cuando la piel de Atsumu rozó la de Sakusa. Mientras esto sucedía, la mente de Osamu no hacía más que dar vueltas. 

—¿Dónde está tu chaleco salvavidas, Rin? —Suna seguía jugueteando con las correas de Osamu, asegurándose de que no le pasara nada. 

—Te lo dije, Osamu. Solo me preparé para ti y tu hermano. Solo hay tres chalecos salvavidas —el ojiverde finalmente posó su mirada sobre el rostro de Osamu, observando cómo su labio inferior se tambaleaba—. No me voy a morir, solo voy a quedarme en el barco y tratar de mantenerlo erguido. Si el barco se hunde, ustedes tres tienen que remar hacia mí... 

El precio de ser un príncipe ; osasuna ff.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora