chaeryeong jamás pensó que le agradecería a su anemia.
ahora le estaba eternamente agradecida por haberla hecho conocer al amor de su vida.
☆ ; ryujin + chaeryeong
☆ ; interacciones a través de twitter + narraciones ocasionales
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RYUJIN'S POV:
Era mejor no acercarse a Yeji durante todo el día, lamentablemente, como aún soy interna, ella y otra doctora más figuran como mis jefas. Y no puedo evadir a mi jefa.
Yeji estaba hecha una furia cuando se enteró de que su novia le robó el celular para amenazarme. Traté de disuadirla diciéndole que no había sido eso, sino que tan solo era para charlar conmigo, pero obviamente no me creyó. Decidí dejarlo hasta ahí, en vez de arriesgarme a que su ira se dirija hacia mí también. Aunque, con eso también me arriesgo a que su novia decida agarrárselas conmigo y publicar mi información privada en internet.
Creo que debí hacerle caso a Yuna cuando me aconsejó nunca demostrar mi mal humor en el trabajo. De haber sido así, no estaría en esta posición ahora, ya que jamás mi paciente se habría visto afectada por mis tratos.
Hice unas cuantas rondas en el hospital y participé en una cirugía junto a un amigable médico que se ofreció a enseñarme más sobre la cardiología haciendo práctica en ella. No creí que tuviese tan buena reputación en el hospital y entre los doctores que ya llevan años acá. Al parecer, varios de ellos me quieren en sus servicios. Pero aún no me titulo, lo que significa que estoy a cargo del médico que mi universidad indique.
Al final del día, volví a la habitación de mi paciente, le llevé su merienda, la cual aún compro con mi propio dinero, e hice los últimos chequeos correspondientes. Se supone que este tipo de cosas lo hacen las enfermeras, pero sigo castigada por haber sido tan imprudente a la hora de viajar con mi uniforme en el transporte público. Ella es mi responsabilidad en todo sentido, incluso en las tareas que no son mías.
Con Yeji hemos estado tratando de descubrir las causas de su anemia aplásica. Todo indica a que, efectivamente, ella tiene una enfermedad autoinmune, lo que tan solo complicaría más las cosas para ella. Probablemente pase un buen tiempo internada, dependiendo de qué tan grave sea. Hasta ahora, sus dos tipos de anemia son bastante peligrosas, y el que aún nos cueste poder diagnosticar la enfermedad autoinmune es aún peor.
— Tienes más hematomas que ayer, ¿has hecho algo fuera de lo común? —le pregunto en cuanto chequeo su espalda y piernas.
— Di un paseo por el jardín.
— ¿Sola?
— Con mi mamá. Se fue hace un par de horas, con mi hermana.
Sus hematomas son de todos los colores que son posibles. Hay rojos, morados, negros y algunos con tonos verdosos. Se extienden a lo largo de su cuerpo, pero por hoy, los lugares más afectados son su espalda y piernas.
El suministro de vitaminas está siendo administrado por vía intravenosa, y hoy debo inyectarle una de las vitaminas que son semanales. Me volteo para poder preparar bien la aguja y la jeringa, pero en cuanto me voy vuelta, mi paciente está dormida.
¿Cómo ocurrió en menos de cinco minutos?
— Santo cielo —murmuro, sin poder creer que, nuevamente, tendré que despertarla—. Señorita Lee... —digo, moviéndola un poco, pero sin lograr mi cometido—. Oye, despierta...
Espero por un par de segundos, pero no hay respuesta de su parte. Me asusto por un instante, pero su ritmo cardíaco es normal, así que me permito respirar con calma.
— ¡Chaeryeong! —grito, ella despierta de un salto, asustada.
— ¿Tenías que gritar? —pregunta ella, sobando sus ojos.
— Traté de despertarte con cariño, si es lo que te preocupa.
Le quito las sábanas que cubren sus piernas y le doy un par de palmadas en el muslo derecho.
— Quítate el pantalón.
— Podrías invitarme a un café primero —dice ella, pero aun así, acatando a lo que le pedí.
Ruedo mis ojos, fingiendo exasperación por su pobre coqueterío. En cuanto ella se quita el pantalón y se acomoda sobre la camilla, dándome la espalda, sonrío. Honestamente, si no fuese mi paciente, estaría invitándola a citas semanales, le daría el cielo si fuese necesario para ganar su corazón. Lamentablemente, no es posible, así que inyecto su muslo.
Después de un rato, estamos ambas sentadas, ella en su camilla, yo en la silla de visitantes. Ella come la merienda que le traje, compartiéndome un poco. Me cuenta acerca de sus estudios, del trabajo que estuvo haciendo hoy en la computadora para poder pasar el semestre en la maestría. Eso le ayudaba a mantenerse despierta, al menos. Tan solo una vez, en las tres horas que pasó haciendo su trabajo, fue despertada por una enfermera.
Le hacemos transfusiones de sangre con frecuencia, ya que como uno de sus síntomas en la anemia aplásica es el sangrado recurrente de nariz, el tratamiento que hemos decidido seguir es para poder reemplazar aquel suministro perdido y que no siga agravando su condición. También utilizamos estimulantes para la médula ósea, lo cual es temporal hasta que podamos finalmente saber la causa de su enfermedad, y si confirmamos una enfermedad autoinmune, procederemos a hacerle un trasplante.
Al terminar de comer, ya ha pasado el horario de mi turno, pero no quiero irme, porque sé que estará sola hasta que venga alguien a reemplazarme y, siendo honesta, nadie aquí es tan simpática como yo.
— Ya ha pasado tu turno —dice Chaeryeong, apuntando al reloj colgando la pared.
— Lo sé, pero no hace daño quedarse por un rato más.
La vi comer el resto de la comida, y luego proseguimos a jugar con lo que su madre me trajo de regalo. A ratos, sus bostezos se hacían frecuentes, pero nada que nos impidiera seguir con nuestro juego. Ella siguió contándome acerca de su carrera, de lo mucho que esperaba poder graduarse, y finalmente, de su hermana, que a pesar de ser bastante bromista con ella, es quien más se preocupa.
Me quedé hasta las diez de la noche, hora en la que me vi en la obligación de irme, ya que Chaeryeong estaba esforzándose demasiado en permanecer despierta, y la sangre comenzó a brotar de su nariz. La arropé en cuanto estuvo lista para dormir, me despedí de ella y me dirigí a la salida de su habitación; cuando me di vuelta para poder verla una vez más, ella ya estaba dormida.
Dormía relajada, tanto que parecía una princesa descansando en sus aposentos. Tan solo siendo ella, una paciente a la cual atendí desde un autobús, diagnosticada con anemia y durmiendo en la cama de un hospital.