4.- Monstruos

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Dieciocho años siendo presa de un infierno que no pidió

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Dieciocho años siendo presa de un infierno que no pidió. Dolor que no deseó y por fin se había acabado... Yeomna¹ se había encargado de darle ese futuro que le arrebataron.

Contó cada uno de los pasos que dio ese infeliz para llegar a su hogar... exactamente seiscientos sesenta y seis. Los mismos que siempre le tomaban de ese bar de mala muerte hasta la puerta de su habitación. Solo que esta vez sería diferente, él niño ya no estaría ahí.

—Dónde estás, maldito mocoso.

Yeomna sonrió cuando escuchó esas palabras. Si bien nunca había dudado en arrebatar sus vidas, el que ese miserable aun mantuviera la idea de seguir lastimándolo, solo avivaba sus ganas de arrancarle la lengua lentamente y sacarle las uñas una por una.

—Sabes que no puedes esconderte... Será peor cuando te encuentre.

—Por supuesto que no puedes esconderte. Ya no más —afirma Yeomna sonriendo plácidamente—. No habrá lugar al que puedas escapar de mí.

Dice gravemente saliendo de entre la oscuridad, haciendo brillar el rojo de sus ojos.

—¿Qué demonios? —cuestionó sorprendido al ver a ese enorme hombre delante suyo.

—Exacto, un demonio... Yeomna. ¡Bu!

—¿Quién rayos eres? ¿Qué mierda haces en mi casa?

—¿Quién soy? ¿Qué hago? —dijo mofándose sarcásticamente—. Preguntas banales... con respuestas insignificantes. ¿De verdad quieres esa respuesta sabiendo lo que eres como humano?

—¿Qué es lo que quieres? —discutió el hombre mientras intentaba tomar la navaja que cargaba en la parte trasera de su pantalón.

—¿Qué podría querer de ti, asquerosa inmundicia? —añadió con una sonrisa ladina, caminando lentamente a ese hombre—. ¿Qué crees que podría querer de ti?

—¡Mujer! —gritó nervioso abriendo los ojos llenos de pánico—. ¡Llama a la policía! ¡Maldita perra, haz algo!

—Tu mujer, otro adefesio del universo. Es en vano que grites nadie podrá escucharte.

—¿Qué? ¿De qué hablas? ¡Mujer! ¡Responde!

—Ya me deshice de ella...—respondió Yeomna recargándose en la pared enseñándole uno de los ojos de esa mujer colgar de mano—, ahora está camino al infierno.

—¿Qué le hiciste? —vociferó rabioso intentando correr, pero tropezando en el intento cayendo de culo sobre el piso—. ¡¿Qué fue lo que le hiciste? ¡Respóndeme o te mataré!

El hombre, aunque tambaleante hizo postura de ataque, en su mano la punta de un cuchillo brillaba con la mínima luz que entraba por la ventana. Yeomna; el Dios del inframundo disfrutaba ver qué aun en sus últimos segundos, esos humanos intentaban luchar por su mirable existencia.

—¡No te debo nada! —bramó Yeomna y sus ojos centellaron en un rojo intenso haciendo doblegar al hombre—. ¡¿Cómo osas exigir una respuesta ante mí?! ¿Quién crees que eres?

De rodillas en el suelo el hombre temblaba de miedo, tanto terror sucumbía su ser que no fue capaz de contener los residuos de su cuerpo, provocando las risas de su captor.

—Soy quien se encarga de la escoria como tú —confesó mordiendo su labio y ladeando la cabeza, emocionado por lo que se venía. Su simple terror ya lo estaba haciendo sentir vivo—. Y ya que insistes en saber sobre la otra, debes conocer que fuiste responsable de su extinción. ¿Creyeron que lastimar a un niño y privarlo de conocer el mundo no tendría consecuencias?

Un solo movimiento de su mano y esa misma navaja fue la causante de varios cortes en sus brazos. El hombre no podía gritar ni emitir sonido alguno, solo podía ver como él mismo era el responsable de hacer esos cortes profundos en su piel. Uno tras otro, se iban acumulando en su carne, provocando que chorros de líquido carmesí comenzaran a derramarse el suelo.

—¿Qué se siente que sea otro el que tiene el poder sobre ti? —le dijo llegando delante de él y mirando hacia abajo—. Desesperante. ¿No es así? —cuestionó mientras enredaba su mano entre el pelo sucio de ese hombre y lo jalaba para arrancarle el cuero cabelludo de un solo jalón—. ¡Ahora, maldito bodrio! ¡Multiplica esa desesperación por todos los años en los que lastimaste a ese niño!

—Nunca imaginaste este final para ustedes... ¿no? —añadió alimentándose de su terror mientras lo veía con el rostro bañado en sangre—. ¿Y sabes que es lo mejor de todo esto?

Yeomna le enseñó lo que había en su mano para aventarlo después y dejarlo completamente inmóvil. Aunque el hombre intentaba moverse, nada de su cuerpo respondía. Era como si se hubiera convertido en una estatua, sintiendo cada cosa que le estaba pasando.

—Que ese niño ahora tendrá una vida y tú, te pudrirás en lo más recóndito del infierno pagando por cada uno de tus pecados. Mírate... eres nada.

Yeomna caminó unos pasos lejos de ese hombre, el dolor, la tristeza, la rabia de ese niño por fin se había terminado. Sus manos tomaron la vela que había en uno de los burós en la habitación. Observó por varios segundos esa luz, sonrió complacido y finalmente sopló el fuego extinguiéndolo. Y después de ello, solo un chasquido bastó para la que casa comenzara a incendiarse. Todo aquello que alguna vez Taehyung conoció, había desaparecido, convirtiéndose
en cenizas...

 Todo aquello que alguna vez Taehyung conoció, había desaparecido, convirtiéndoseen cenizas

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El Demonio En Mi Ventana [Kookv]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora