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—Un juego —Jungkook veía desinteresado la pequeña caja que su amigo le mostraba con emoción.

—¡Sí! —asintió con emoción el contrario— ¡¿No es genial?! ¡Mi mamá lo encontró en una tienda de antigüedades y lo trajo para mí!

—Mhm —el pelinegro alzó los hombros—, tienes un xBox, ¿por qué querrías probar un aburrido juego de mesa?

—¡¿Cómo que por qué?! —el más bajo frunció el ceño— ¡Porque es genial!

—¿Genial? Jimin, estoy seguro que si le hubieras mostrado esa baratija a alguien hace 100 años hubiera sido más que genial —sus ojos se pasearon por la sala de estar—, pero ahora, ¿no crees que deberías dejar esa rara afición por las cosas viejas y comenzar, no sé, a salir más? Hace semanas no te veo en el club de fútbol, pensé que te gustaba, sabes que tu mamá movió cielo, mar y tierra para que el entrenador Lee aceptará tu perezoso trasero en su campo, ¿cierto?

—Ugh —el de cabellos naranjas se tiró en el sillón—, ya lo sé.

—¿Entonces?

—Pero realmente odio correr y sudar —murmuró—, además, el idiota de NamJoon no me deja de molestar. ¡Dice que si no me viera cambiarme en el mismo vestuario que él, me confundiría con una mujer!

El más alto vio de reojo el puchero en el rostro de su compañero.
Sabía que Jimin era un completo demente por todo lo siniestro, no importaba que fuera, máscaras tétricas, relojes con formas extrañas, incluso muñecas de extraña procedencia, con que estuviera polvoroso y lleno de telarañas bastaba y sobraba. Su madre alimentaba de vez en cuando su hambre de descubrir con objetos que compraba en tiendas dedicadas a vender cosas "supuestamente" con años exorbitantes de existencia, y como cualquier niño extraño y sin vida social, siempre iba a su casa a mostrarle y tratar de convencerlo para probar todas las gangas que llevaba. Y él de verdad detestaba tener que pasar horas escuchando a su amigo hablar de las locas historias que los vendedores le contaban sobre los objetos que adquiría, inevitablemente, siempre terminaban discutiendo sobre el mismo problema: Jimin y su resistencia a conocer más gente e interesarse en algo más aparte de sus polvosas amigas, las antigüedades.
Sin embargo, Jungkook sabía que no tenía chances de ganar contra la cara desanimada del más pequeño, de hecho, siempre terminaba cediendo. ¿Qué más daba darle el gusto una vez más?

Con pesar, le arrebato el artefacto de las manos y lo observó con atención.
Una cubierta de madera podrida con detalles dorados y piedras de varios colores, en letras grandes y en cursiva se leía "Wonderland", la imagen elegantemente tallada de un bufón le hizo alzar una ceja. Le dio la vuelta y había un pequeño sello con un iniciales.

"K.T.K.S"

Suspiró. —¿Entonces? ¿Cuándo piensas explicarme cómo sirve esta cosa?

—¿Jugarás conmigo? —el rostro del menor se iluminó.

—Si no soy yo, ¿quién más? —respondió en un tono burlón— Apresúrate o me arrepentiré.

—¡Está bien! —con rápidez se sentó en la pequeña mesa de cristal frente al sofá y quitó el florero de porcelana— Dame la caja.

Sin ganas, Jungkook le extendió la caja para después sentarse en el suelo del otro lado de la mesa y ver los movimientos del ajeno.

—Realmente no tiene un instructivo o algo para saber cómo se juega —comenzó a hablar—, pero la vendedora le dijo a mi madre que leyendo la nota pegado debajo de la tapa iniciaría la primer ronda. Siendo sincero, no me pude resistir a abrirlo antes de venir a tu casa, por lo que vi son retos y preguntas, como el juego de la botella.

WonderlandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora