¡Me Volví Fuego Al Verte!

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"Tenía quince años, cuando todos los jóvenes y adultos comenzaban a mirarme al deambular por las calle trinitarias o pasear por los parques solitariamente, lo cual me disgustaba, todos eran como lobos hambrientos, yo solo quería tu amor. Los que a mi alrededor estaban me tachaban de tímida y misteriosa, pues hasta en ese entonces seguía en desconfianza, aun guardaba mis secretos. Se desarrolló en mí como una voluntad de hierro. Todos mis propósitos se debían a un solo pensamiento; volver a Riberalta. Mi objetivo se cumplió, mi padrastro tenía dinero y me quería como a su hija biológica, pero yo insistía tenazmente en regresar a mi vendita vida. Mi capricho se cumplió y pude regresar a mi tierra de origen; tenía la ilusión de volverte a ver, cuando me encontraba frente a tu casa, vi que no habitaba nadie, estaba vacío todo, especialmente mi corazón. Me dijeron que ustedes solo habitaron esa casa seis meses y luego se marcharon.

"Trabajé de mesera en un restaurante nocturno, después de la escuela por la tarde, al terminar el día me iba al restaurante a trabajar, los jóvenes me veían con deseo, con admiración. Pasaba la mayor parte en el restaurante, que al regresar a casa me dirigía a mi puesto de observación. Mi único deseo era verte, encontrarte siquiera una vez más; si te encontrara por la calle, mi corazón te distinguiría inmediatamente, pues nunca he dejado de amarte. Pero un día, mis plegarias fueron escuchadas. Mientras deambulaba por la calle del centro, te miré por casualidad de la vida; estabas acompañado de amigos nuevos, nunca los había visto, quizás ya hayas cambiado de amigos, tenías esa costumbre de cambiar radicalmente. Otro día nos topamos por azar, y esta vez estabas acompañado de una mujer, sentí un nuevo sentimiento, hasta entonces desconocido; que se hacía presente con cada acercamiento de ella, me ponía roja, y saltos bruscos del pensamiento de querer descontrolarme despectivamente. Pero, una tarde que caminaba muy bien vestida, como a ti te gusta de vestido largo y colores alegres, con pendientes pequeños, diadema, tacones pequeños en dónde se veían mis pies. El azar me dio la fortuna de que un carro obstruyese tu camino obligándote a ir sobre mi dirección. Entonces me miraste con esos ojos y me sentí intimidada nuevamente, otra vez me volví fuego, te me quedaste viendo involuntariamente y distraídamente, por fin me notaste después de muchos años, al grado que, –aun me asusta el recuerdo– tu mirada fue esa con la que miras a todas las chicas bonitas del pueblo, esa mirada tierna y envolvente que desnuda y deslumbra, la misma mirada que me convirtió de niña a mujer, después de cinco años, la misma mirada se había cruzado con la mía, y al desaparecer, al volverte a ver; me palpitaba el corazón con tu aparición, me di la vuelta y crucé la otra calle, vi que ibas en línea recta y me seguías con la mirada. Y por la manera de fijarte, con curiosidad e interés, comprendí que no me reconocías.

Cartas De Un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora