El descenso del Arcángel (3°Parte)

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El desquiciado rostro de aquel ángel caído cambió abruptamente luego de percatarse de la hermosa querubín. Ella se ubicaba delante de los gemelos, con una postura algo desafiante pero su rostro demostraba un miedo absoluto. El ángel calvo dibujó una sonrisa siniestra en su rostro, pues con sólo ver el miedo en aquel bello rostro produjo en él cierta satisfacción, un enfermiza adicción del cual ha buscado satisfacer por miles de años en cada victima que a obtenido.

—¡¡Ven, Aym!! ¡¡Observar la preciosura que hallé!! Siento que me daré un festín de placer.

Aym es el de cabello rojo. Se aproximó rápidamente a él, fue tal la velocidad que pareció haberse teletransportado al lado de quien lo llamó, pero trajo consigo algo de brisa, demostrando a Ziniael que fue un movimiento y no una aparición.

La aguda mirada de Aym penetró el angustiado rostro de la querubín. Luego, aproximó su rostro al oído de su calvo compañero y le entregó cierta información, haciendo cambiar el rostro de este pervertido a  sorprendido.

—¡Ya veo! ¡Ya veo...! Y yo que pensaba darle un solo uso a esta hermosura. Al parecer eres más que un bello rostro —dijo, tras escuchar la información de Aym.

De la nada hizo aparecer un báculo en su mano derecha; la vara era larga, casi del tamaño de una lanza, y en la parte superior tenía una bola de cristal color púrpura, estaba suspendida, sin contacto con la vara. Luego, procuró ser más elocuente en su aspecto, por ello rectificó su postura y expresión ante la aterrada Ziniael.

—Eres la querubín encargada de la unión ¿verdad?. Me presento, mi nombre es Baál, y mi hábil compañero es Aym...

Ziniael bajo la mirada, con temor pero a la vez digna, ignoró las palabras de aquel desquiciado. Sabía que este sería su fin, un final poco agradable. Su rostro palideció, su mentón tembló, un par de lágrimas recorrieron sus mejillas y el duro trago en su garganta se hizo notar.

Tras verse ignorado, Baál se llenó de ira y sacudió su báculo, haciendo aparecer un par de demonios; estos eran del mismo aspecto con los que ya habían tratado hasta ahora. Cada uno tomó a la fuerza las manos de Ziniael; extendieron sus brazos, formando una postura de cruz en ella mientras babeaban sobre sus manos, no por gusto sino más bien por descuido, y Baál se aproximó, encolerizado hasta tocar su nariz con la querubín.

—¿Osas ignorar mi presencia? ¡¡¿Crees poder soportar lo que te espera, cariño?!! —abrió la boca sobre el rostro de ella, como si quisiera morderla. Sin embargo, ella apretó los párpados y desvió el rostro, no pudo tolerar aquella desquiciada provocación.

Baál apretó el rostro de Ziniael con su mano izquierda, obligando a que ella lo mirase a los ojos, y a pesar que el cuello de la querubín no tuvo la fuerza para impedir aquello, aún permaneció con los ojos cerrados ante tal invasiva amenaza.

—¡¡Dime como entrar a los avatares y te dejaré ir!! ¡¡Si lo haces, te salvarás de lo que tengo pensado hacer contigo!! —gritó, a escasos centímetros del rostro de Ziniael.

Aún con esa condición, ella no emitió sonido alguno. Se mantuvo en silencio, con la firme convicción de proteger a los bebés que permanecían detrás de ella. Ya había decidido dar la vida por ellos, aunque aquella muerte sea la peor de todas.

Baál estaba fuera de sí mismo, la ira sobresalía de él con facilidad, sus ojos se volvían rojos y su boca temblaba. A pesar de su evidente locura, sabía que no podría darse el placer de despedazar aquella hermosa mujer, y al verse bajo aquella presión gritó hacia el cielo, y luego llamó a su colega.

—¡¡Aym, ayúdame!! ¡¡Si utilizo mis métodos acabaría con ella antes de que nos explique el cómo entrar a los avatares!!

En tan sólo un segundo, la mano derecha de la querubín Ziniael es separada de su muñeca, mientras el demonio que sujetaba aquella mano quedó totalmente sorprendido. Aym apareció frente a Ziniael; sostenía una espada negra, después la hizo desaparecer y caminó sin prisa hasta llegar al lugar donde se encontraba antes. Su velocidad supera la visión, incluyendo los ojos de Baál.

La sangre plateada caía al piso mientras Ziniael lloraba ante el dolor. El demonio dejó caer la mano al darse cuenta que ya no tenía razón para continuar sujetándola. Entre lágrimas y llanto, Ziniael pudo observar en el piso su mano, y el dolor se volvió más agudo. El otro demonio aún sujetaba su mano izquierda y Baál no dudó en actuar.

—¡¡Maravilloso querido Aym!! ¡¡Tú sí que sabes de esto!! Somos el mejor duo. Tu cortas y yo sostengo ¿no?. Déjame la siguiente mano...

De pronto, el par de demonios que sostenían a Ziniael dejaron de babear, cerraron sus bocas y observaban con temor hacia el cielo. Uno de ellos soltó a la querubín y se alejó rápidamente, el otro abrió sus encueradas alas y huyó del lugar. Para los ángeles caídos les fue extraño aquel comportamiento y se miraron mutuamente, buscando alguna explicación.

Ziniael cayó de rodillas junto a su mano seccionada, cansada tras perder tanta sangre y lágrimas. No se percató de su imprevista liberación, sólo se dejó llevar por el cruel destino que precisó. Y en ese estado, mareada y ensueño, permaneció de rodillas mientras se apagaba el brillo de sus ojos.

El plano astral nuevamente comenzó a sufrir cambios repentinos. Todo se deformó, al punto de desaparecer el entorno donde se halla este conflicto. Baál y Aym buscaron con preocupación el origen de la anomalía, hasta que apareció frente a ellos una luz incandescente, la que ocultó toda superficie pues, el poder lumínico que irradiaba, quitó todo color existente, predominando el blanco puro.

De a poco se formó una silueta dorada en medio de aquella luz, la que progresivamente disminuyó su brillo. Los colores retomaron su lugar en cada superficie, mientras los cadáveres de los demonios que permanecían por allí en la sala se evaporaban ante la radiación de aquella luz.

Ziniael recobró la lucidez mientras observaba su mano reaparecer sobre su muñeca. Fue un cúmulo de luz la que materializó la palma, dedos y uñas, al punto de quedar en perfecto estado. La luz se llevó todo lo maligno e imperfecto, purificando todo a su paso.

Baál y Aym lograron soportar aquella purificación con un domo energético, creado por el báculo de aquel calvo, aunque eran incapaz de abrir los ojos sin ser dañados por el brillo incandescente. Maldecían a diestra y siniestra, al menos por parte de Baál, quien no soportó la humillación que estaba sufriendo.

La luz se desvaneció y aquel ser dorado era más visible a los ojos de Ziniael. Este ser permaneció suspendido en el aire, a un metro aproximadamente en que sus pies tocasen el piso. Tenía el cabello largo y rubio, casi dorado, en su torso no traía nada más que un llamativo collar de oro, similar al que utilizaba la realeza del antiguo Egipto. Su parte inferior se cubría de telas finas y ornamentadas, con líneas y símbolos dorados por doquier. Además de aquello, traía consigo sus blancas y grandes alas extendidas, las que no requería mover para levitar, y en su mano derecha sostenía una espada de oro, robusta y afilada.

La querubín se maravilló ante su presencia, ya sabía de quién se trataba y se puso de pié para recibir aquel poderoso ser divino.

—¡¡Arcángel Uriel!! ¡¡Gracias!! ¡¡Gracias por acudir a mi llamado!!

El arcángel Uriel respondió con una tenue sonrisa. Hasta el momento era lo único que podía realizar, pues, aún no lograba disminuir su poder vibratorio de su divinidad para desenvolverse en el plano astral. Sus ojos brillaban un blanco radiante mientras la energía divina aún emanaba de él, con finos rayos eléctricos por todo su alrededor.

Ziniael espero pacientemente su descenso, ella sabía que si él arcángel Uriel, u otro ser superior, llegasen tan solo a tocaran la tierra con su poder primordial, producirían grandes daños en aquella zona. Es posible comprobar aquello, ella percibió el temblor que sacudía tenuemente la sala con tan solo la presencia del arcángel, no sólo en el astral, también estaba sucediendo en el plano físico.

Varios bebés lloraban tras el repentino cambio de energías que se vivía en ese lugar. Las funcionarias no daban a bastó para calmar a estos pequeños, y ahora, se sumaba un leve sismo que despertó el temor en los pacientes y trabajadores del hospital. Nunca supieron que aquel sismo sólo se dió ahí y no en la ciudad.

Uriel contuvo su energía, pues ya se podían ver sus pupilas y solo mantuvo una leve brisa de energía a su alrededor. Baál y Aym observaron a este ser descender, y aunque aún permanecían dentro de aquel domo que los protegía, recibieron una descarga eléctrica al momento en que el arcángel tocó el piso con su sandalia. No fue poderosa como para matarlos, pero sí fue incómodo y molesto para ellos.

Arcángel  La ascensión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora