Cuentos crueles.

Juntos por la eternidad.

Golpeaba su almohada, intentado ahogarse en sus propias lágrimas. Deseaba dormir y no despertar, anhelaba ser como aquellos animales que a veces solía observar por la ventana. 

Bangchan entró en la habitación, haciendo que el cuerpo del pecoso temblara. Sabía que había cometido un error, y sabía lo que venía. 

Sin embargo, Chan no lo agredió, sino que por el contrario le otorgó un plato de comida, agua y un cambio de ropa. Felix no lograba comprender lo que pasaba, intentaba no hacerse falsas ilusiones, pero el mayor no lo dejaba. 

-Lixxie- Habló-¿Qué está mal? 

El cuerpo del rubio se tensó. Debía responder bien, si es que quería seguir con vida y no terminar como el castaño que yacía envuelto en el edredón. 

-Nada Channie- Tragó duro- Es solo que no pensé bien las cosas, por eso lo hice- Se justificó.

El mayor asintió, tomando asiento junto a Lee en el colchón que estaba en el suelo. Sacó sus manos de detrás de su espalda, sosteniendo una navaja en su mano izquierda.

-Mátame- Dijo mientras ponía la daga en las manos del pecoso- Si tanto quieres escapar, hazlo. Mátame, y serás libre. 

Felix lo dudó. Aunque quisiera escapar con todas sus fuerzas, él no era un asesino, no podía matar a Chan. Porque sabía que su conciencia  no se lo perdonaría. 

Así que tomó el arma entre sus dedos y la lanzó al otro lado de la habitación, mientras algunas lágrimas rebeldes se escapaban al percatare que había dejado pasar la que quizás fue su única oportunidad de salir de ese infierno. 

-Muy bien lindo- Hizo una pausa poniéndose de pie y caminando hacia la salida- Ahora estaremos juntos por toda la eternidad.