1. Ojos tristes.

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No entendía muy bien lo que hacía con su vida, pero fingir que sí y que tenía todo bajo control le había funcionado los últimos 23 años y esperaba que le siguiera funcionando al menos otros 7 años más, después de eso comenzaría a preocuparse.

— ¿Y esto? — preguntó Nikki asomado su cabeza por sobre su hombro.

Ella sonrió divertida. — ¿Esto? Es azúcar glass.

— Para pasteles, ¿No?

— bueno — dió un paso atrás alejándose y luego rodeando la isla para asegurarse que las otras cuatro mesas tuvieran lo necesario — estamos preparando una clase de repostería. Supongo que es para ello.

— uh... ¿Qué dijiste que haremos?

— Pastel — respondió — de zanahoria.

Nikki asintió retomando su paseo por el pequeño lugar. Lo había alquilado apenas 3 semanas atrás, luego de haber renunciado a su trabajo en el Wave, el restaurante con mejor reputación que le había ofrecido el puesto de chef, sus expectativas fueron destruidas apenas una semana después de empezar, pero lo soporto, al menos unos 3 años hasta que Farid, su jefe, decidió que ya era hora de comenzar a robar sus platillos originales y eso no era algo que planeaba permitir, así que dejando el delantal por el que tanto había trabajado, abandonó la cocina de aquel lugar prometiendose que lo haría mejor por sus propios medios.

Clint, su mejor amigo y abogado, le había ayudado a conseguir un pequeño lugar para comenzar a darle al botón de la realidad a su sueño; tener su propio restaurante.

Sabía que el camino sería difícil por recorrer, tendría que enfrentar todo con fuerza si quería obtener éxito y pese a tener miedo de lo que podría pasar, firmó los papeles aceptando el resultado, independiente de si sería bueno o no.

Habían conseguido un pequeño edificio camino al centro de la ciudad. Las reparaciones y remodelación a los espacios que lo necesitaban conllevaría un gran gasto y su bolsillo y cuenta bancaria no estaban listos para aquello, por eso su amigo le había recomendado comenzar a trabajar en algo nuevo para poder cubrir con aquellos gastos y tenía mucho que ver con relacionarse con personas (su cosa menos favorita) y enseñar lo que mejor podía hacer: cocinar (su actividad favorita) razón por la que estaban ahí ahora; Preparando una clase en uno de los estudios que la alcaldía rentaba.

En realidad estaba motivada. Por fin sentía que era dueña de ella misma. Se sentía libre. Y no renunciaría a ese sentimiento.

— Me encanta cuando cocinas — hablo la pelinegra sentándose sobre la isla de la mesa — tu cocina tiene un aroma único. Cuando abras tu restaurante...

— Cafetería — corrigió.

— ...estaré ahí todo el día. Y le diré a mis compañeros de oficina que vayan conmigo.

— No es necesario — dijo, pero tenía una sonrisa en el rostro — además, aún falta mucho para que lo pueda abrir.

— Pero ya estás en los primeros pasos. — asintió — ¿A qué hora empieza la clase?

Se fijó en su reloj de muñeca notando que faltaban unos minutos para la hora citada. Pronto comenzarían a llegar las personas que se habían inscrito.

— bueno, deberían de llegar pronto.

Las manos le habían comenzando a sudar de los nervios. ¿Y si nadie llegaba? No es que le importara mucho dar clases, lo había hecho un par de veces para sus prácticas de la universidad, pero ¿Que nadie llegara? Sería vergonzoso. Y le daría la razón sobre las miles de dudas que había tenido cuando Clint le sugirió la idea.

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