Eso, aquello, ella, ellos

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Hace varios meses que murió tu abuela. Hasta ahora no había caído en cuenta que ella ya no estará conmigo. Sé que soy una mujer mayor y que el concepto de la muerte lo tengo bien definido. Al final de cuentas he estado en muchísimos funerales. Amigos, tías, tíos, mi padre, mi hermana; pero esta vez fue diferente. Incluso fue mucho más diferente que cuando murieron mi hermana y mi padre. Aquellas veces sufrí tanto, pero tanto. Caí enferma al menos 5 veces por la tristeza que me embargaba. Pero ahora te tengo a ti, hijo. También tengo a tu padre, sin embargo, él ahora está en Estados Unidos consiguiendo dinero para pagar las deudas que quedaron tras tantos años de cuidados médicos para con tu abuelita. Desde que mi madre falleció, perdí el contacto con mis hermanos, o bueno, tus tíos. Ya no han llamado como anteriormente lo hacían. Me siento sola. Tengo que estar aquí, en la casa, en esta casa en la vivió mi madre por tantos años. No te puedo tener conmigo siempre, hijo. Sé que tienes que ir a la escuela, pero es tan difícil el quedarme sola en casa. Perdóname por no haberte dejado ir a la casa de tus amigos tantas veces, pero es que me oprime el pecho cada que me dices con tanta ilusión: Quiero ir a la casa de mi amigo Cristian este sábado. Luego de eso no puedo escuchar más que mis propios pensamientos gritándome. ¡Te vas a quedar sola un día más! Sola en esta casa! ¡¿A caso no te da pesar?! ¡Ella ya no está! ¡Esta casa está vacía! ¿Verdad?  Tan solo veo tus labios moviéndose, a la par de tus ojitos brillando llenos de ilusión por pasar un día entero con tu mejor amigo. Sin embargo, mi egoísmo es más grande y me limito a interrumpirte y decirte ¡NO! ¡No irás! Me pides una razón, pero simplemente no puedo dártela. No quiero dártela. Hace unos días que te dejé en la escuela, no regresé a casa. Decidí ir a caminar por aquellas calles que diariamente veíamos en camino a la escuela, pero que nunca habíamos recorrido. El sol finalmente salió por completo. Caminaba mirando las calles, las flores, los autos, el cielo. Me esforzaba en disfrutar el calor que me brindaba el sol aquella mañana. En mi camino encontré a una viejecilla que vendía jugos, chocomilks, panecillos y frutas en una de esas calles que eran nuevas para mí. Decidí parar a comprar un jugo. La viejecilla me atendió con amabilidad. No pude evitar mirarla y recordar a mi madre. Cuando terminó de preparar el jugo, me lo entregó a la vez que yo le di el billete. Cuando me regreso el cambio me miró y me dijo: Anda con cuidado, hijita.  No pude evitar sobresaltarme e inundarme de emociones. Tan solo le agradecí y me fui.  Le di un par de tragos al jugo antes de decidir que debía de regresar a casa. Al llegar me senté en el sillón. Aquel sillón en el que solía encontrar a mi madre cada que regresaba del trabajo. Se había vuelto una costumbre entrar a la sala y encontrarla ahí recostada con sus montones de hilos tejiendo. Suspiré y me levanté del sillón para luego dirigirme a la cocina para lavar los trastes. Normalmente era mi madre quien se encargaba de todas estas cosas. Hacía tantos años que no entraba a la cocina para preparar algo de comer o para lavar los trastes que se ensuciaban luego de haber comido. Era comenzar de nuevo. Abrí la llave del grifo y comencé a enjabonar los platos. Mientras lo hacía recordé la vieja radio que teníamos en casa. Me sequé las manos fui a encenderlo. Una canción que solía gustarme estaba sonando en ese momento. Me motivé tanto me olvidé de todo. Solo éramos yo, la radio y ese montón de cubiertos, platos y vasos enjabonados. De pronto, el anuncio del locutor me sacó de mi trance. Son las 12:45 de la tarde, en este día taaan caluroso... Me alarmé por unos instantes. Tenía que ir por ti a la escuela. Tan solo tenía 15 minutos para llegar. Yo entendía que después de aquello que sucedió en la escuela, no quería quedarte ni un solo segundo más después del timbre de salida. Cerré el grifo. Vi algo de reojo. Una sombra. Se movía de un lado a otro. Normalmente no sería algo a lo que yo le prestaría atención, pero pareciera que esa sombra tenía la intención de hacer que la mirara. Fueron segundos, instantes, que se alargaron infinitamente. Había algo en mí que me gritaba para no mirar. Aunque finalmente me venció. Alcé la mirada 

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⏰ Última actualización: May 27 ⏰

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