Nora
Caminaba tranquilamente por Princess Street Gardens. Escuchaba atentamente el sonido de los pájaros, de la fuente, del reloj de flores que marcaba que había llegado el mediodía. El camino de tierra por el que paseaba estaba pegajoso y húmedo por las lluvias de la noche anterior: era poco habitual que no lloviese en Edimburgo. Salí del parque y me adentré en las callejuelas que tan bien conocía. El bullicio de George Street era aglomerante: no me acostumbraria jamás a ese ruido de los cláxones, los coches y las personas. Pero eso no significa que no me encante vivir aquí: me encanta despertarme por la mañana y ver el castillo en las alturas a lo lejos, ese olor fresco que había todos los días después de la lluvia. El único problema es que me siento bastante sola. Vivo apartada del centro de la ciudad, en un pequeño edificio gris en Bruntsfield. Cada día, bajo por las escaleras del frío edificio, salgo por la pequeña puerta roja y voy andando o en bus al trabajo. Trabajo en una pequeña cafetería cerca del centro comercial Fountain Park. Cada día es igual, monótono. No hay variedad en mi vida.
De vez en cuando bajo a las afueras de la ciudad a visitar a mis abuelos, que viven cerca de los Pentland Hills. A parte de ellos y los clientes de la cafetería, no suelo socializar mucho. Siempre he sido introvertida, nunca me han gustado los grupos grandes ni las aglomeraciones. En casa, tenía tan solo una amiga, mi mejor amiga. La añoro muchísimo. Ella siempre fue la más sociable de las dos. Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida a sido gracias a ella. Venirme aquí fue una decisión muy complicada: abandonarla a ella fue lo que más difícil me resultó. Pero sentía la necesidad de conectar con mis raíces, de encajar en algún lugar. Así que cuando la Universidad de Edimburgo me ofreció una beca para estudiar allí, después de muchas discusiones con mis padres, muchos lloros y muchos gritos; al fin me vine aquí a estudiar. Pensé que vivir aquí me abriría las puertas, que encajaría en algún lugar. Pero como he podido comprobar en estos meses, no he podido encontrar mi sitio en esta preciosa ciudad a la que ahora llamo casa. Ojalá todo fuese más facil; ojalá encontrase a alguien con quien conectase de inmediato, que me aceptará como soy. Sin embargo, tristemente, esta no es la realidad del mundo en el que vivo...Felix
Disfruto de mi vida en Edimburgo: salgo de fiesta, conozco a gente interesante, me divierto, pruebo cosas nuevas. Bueno, me gusta la vida que finjo tener en Edimburgo. Realmente, vivo con mi padre en un piso pequeño en Bruntsfield. Trabajo en un local que vende discos y CDs, a pesar de que casi nadie los compre ya. A papá y a mi nos suele costar llegar a fin de mes. Él está muy mal desde lo de mamá. Me cuesta pensar que hubo un momento en el que fuimos felices. Es irónico pensar que mi madre me puso el nombre que tengo precisamente porque quería que fuese feliz. Trabajo todos los días durante varias horas en la tienda para poder pagar el alquiler. Papá no trabaja: hace mucho tiempo que se ha rendido, y pasa su vida tirado en el sofá, odiando la vida.
Además del trabajo, estudio en la Universidad de Edimburgo. Obtení una beca al finalizar la secundaria, y aunque tengo que estudiar y cuidar a papá, le esfuerzo al máximo para conseguir buenas calificaciones, y poder conseguir un trabajo mejor para poder mantenernos. Papá antes tenía un trabajo en una empresa bastante grande, pero perdió el puesto y por lo tanto, perdimos el ingreso. Por eso no tengo tiempo libre apenas. Me paso los días estudiando y trabajando, para mejorar la situación que vivo, para buscar un futuro mejor para papá y para mi. Pero todo es tan complicado...
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RomanceMaya siempre ha sido una chica muy solitaria. Cuando vivía en España, tan solo tenía una amiga. Así que cuando la Universidad de Edimburgo, ciudad natal de su padre, le ofreció una beca para estudiar allí, decidió ir a la capital escocesa para ver s...