Capítulo I: Una vida ordinaria.

11 0 1
                                    


¿Alguna vez has sentido que no calzas en el lugar donde estás?

A veces pienso que no soy la única persona que se ha sentido así, tratando de encajar en lugares donde solo te has de ver tan mediocre como el resto, porque eso es lo que son, mediocres.

La población siempre se divide entre personas que disfrutan cuando tienen la oportunidad de sobresalir (porque son excepcionales en algo y se les reconoce como es debido) y aquellas personas a las que les gusta estar tras el telón. Mis padres eran los que disfrutaban estar tras el telón y ofrecían sus méritos a otros porque amaban la comodidad del lugar en el que estaban. Mi madre era relativamente buena en su trabajo como asesora de ventas, pero sus supervisores directos siempre se adjudicaban cada cosa que ella hacía bien y lograban ascender. A ella no le importaba, "Natalia es feliz en su trabajo", decía siempre mi padre. La defendía porque era igual a ella, con la diferencia que papá trabajaba como conductor de un camión y se hacía responsable del área mecánica de todos los camiones de la empresa sin exigir un doble salario.

¿Cómo ellos pudieron tener una hija como yo? Cientos de veces me he sentido totalmente ajena en esta familia. Considero que alguien con mis habilidades debió haber nacido en una familia con gran historia, con paredes llenas de trofeos y fotos en los periódicos, no así.

Papá perdió la cuenta de todas las veces que debió ir por mí a la escuela, debido a que me había enfrascado en una discusión con algún maestro ya que ellos creían tener la razón. ¡Por favor!, aprendí a leer a los tres años y mis papás ni lo notaron, a los cuatro años ya multiplicaba y dividía números grandes. A los cinco años mi mamá me ingresó a gimnasia artística, porque que vio un "don" en la flexibilidad que poseía. Al menos mi infancia y adolescencia se vieron rodeadas de actividades que potenciaron la persona que soy hoy.

Esgrima, música, taekwondo, ajedrez, pintura, danza, equitación, boxeo, canto y muchas actividades son parte de mi formación, y amo presumir de ello. Actualmente soy médico, especializada en pediatría, ¿por qué?, no tengo ni la menor idea. Quizás... aún quiero descubrir si existen más niños como yo.

-¿Nahi? -Dijo una voz suavemente a mis espaldas-.

-¿Sí? -Respondí mientras me observaba fijamente una mujer que, a pesar de demostrar unos sesenta años, se veía realmente hermosa y jovial-.

-Realmente te has convertido en una mujer muy hermosa. -Dijo la mujer con un tono realmente familiar-.

- Disculpe señora, ¿usted y yo nos conocemos?

-Yo te conozco muy bien, pero aún no es el momento para mí, Nahi.

-¿Cómo que todavía no es el momento? ¿Quién es us...? -No terminé mi frase cuando escuché desde el otro lado del pasillo:

-¡Tía Nanaraaa! -Gritó el pequeño hijo de mi hermano menor-.

Lo recibí en mis brazos y lo alcé a la misma vez que me di vuelta para terminar de responderle a aquella mujer, pero ya no estaba ahí.

-¡Nahiara! -Gritó mi hermano Daniel a la vez que me abrazaba-.

A pesar de mi personalidad perfeccionista y lo mala que era con las relaciones interpersonales, Daniel siempre ha sido mi lugar seguro y mi mejor amigo. Solo nos llevábamos por dos años de diferencia.

No era un chico excepcional como yo, pero sí muy competitivo y dispuesto a conseguir cada cosa que se proponía. Así fue como terminó siendo parte del equipo forense más importante del país, casado con la chica más hermosa de su escuela, y con un hijo varón igual de carismático que él.

Ahora que lo pienso, mi hermano también era alguien excepcional.

-¿Cómo estás, querido hermano?

-Al parecer no tan bien como tú. -Dijo con tono pícaro-.

PREDESTINADAWhere stories live. Discover now