Paciente 555 (BokuAka)

9:

Un simple mensaje a sus padres deseándoles una feliz Navidad fue lo único que hizo antes de comenzar su turno en el hospital. De cierto modo agradecía el tener aquel turno, ya que no tenía ganas, ni ánimos de viajar hasta la casa de sus padres a pasar aquellas fechas. Claro, Keiji les amaba, pero sinceramente no se llevaba nada bien con ellos, sobretodo con su padre.

La noche estaba extremadamente fría, a pesar de su abrigo, el hielo del ambiente calaba incluso sus huesos. ¿Era normal la baja de temperaturas tan extrema? Si bien le agradaba un poco el invierno, un poquito de verano no le vendría mal en ese momento.

Un recorrido nocturno por los largos y solitarios pasillos era lo primero que debía hacer, que todo estuviera bien con los pacientes. Un par de medicamentos a quienes les hacía falta, uno que otro sufriendo una recaída a la cual debía atender.
Sabía que estaba preparado para ello, sin embargo, no dejaba de ponerse nervioso, la desesperación de los pacientes, la angustia del ambiente, era algo cansador, no solo para su cuerpo, sino también para su mente. Trabajar en un hospital psiquiátrico no era una tarea fácil.

La lluvia se había dejado caer en la ciudad a eso de la 1:30 de la madrugada. Debía aprovechar el momento para tomar un café, su cuerpo lo pedía con urgencia, así que buscando un par de monedas se dirigió a la máquina expendedora de bebidas calientes que se encontraba cerca del estacionamiento, donde un extraño sonido le hizo detener su caminata y mirar hacia su izquierda, logrando visualizar, detrás de un pilar y unos autos, la rubia cabellera de Tsukishima, junto a Yamaguchi, el recién llegado radiólogo.

"Vaya, con lo tímido y miedoso que se veía."

Pensó el pelinegro, quitando su atención de la apasionada pareja para continuar con su camino hacia la máquina y sacar su café de allí, regresando rápidamente a su puesto de trabajo. Una larga noche le esperaba.

.
.
.

Generalmente la lluvia no era de su agrado. El invierno y el frío lograban deprimirle, aquel paisaje gris le quitaba el poco ánimo que había logrado obtener, además la fecha no era de mucha ayuda.
Era la primera navidad que no la pasaba con su familia. ¿Cómo lo estarían pasando? Seguramente estarían disfrutando de una agradable noche sin él, sin sus escándalos, sin su agresividad.

Su ceño se frunció ligeramente al pensar en ello y soltó un pequeño bufido, cruzándose de brazos mientras su vista permanecía en la ventana. La soledad, pensar y sobrepensar las cosas no estaba siendo de ayuda, una sensación de miedo invadió su cuerpo, ¿pero miedo a qué? No lo sabía con exactitud, solo sabía que el miedo y la incomodidad se habían instalado en su cuerpo y no tenían intensiones de irse. A todo ello sumado, el medicamento para dormir que no logró hacer efecto.

Desconocía la hora exacta al no tener un reloj, o algo para mirar la hora, pero suponía que eran altas horas de la madrugada, hacía ya muchísimo tiempo que Akaashi había ido a darle sus medicamentos, por lo que supuso, eran cerca de las 3:00 am.
Un nuevo suspiro escapó de sus labios y su mirada se desvió hacia su lado izquierdo, logrando visualizar el búho que Akaashi le había llevado anteriormente como obsequio de navidad. ¿Habría hecho eso con todos los pacientes que estaban a su cuidado? Realmente esperaba que no.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro de manera inconsciente y tomó aquel peluche, llevándolo a su pecho para poder abrazarlo.

Como si fuese arte de magia, poco a poco el miedo y la incomodidad del momento fueron desapareciendo. Aquel peluche tenía un sutil aroma a vainilla que lograba relajar su sistema nervioso, además de ser blandito, era totalmente agradable abrazarlo.
Sus pensamientos inconscientemente terminaron en aquel enfermero de ojos turquesa, mirada inexpresiva y voz tan suave como el terciopelo. Le agradaba, sentía como si él y Akaashi fuesen amigos. Disfrutaba charlar con él, verle todos los días con esa amable y radiante sonrisa, hablar de vóley. Akaashi era lo único bueno que ese lugar tenía.