5. Mira Sam, Son Muchos Brujitos.

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-¡Pero que demonios! -Exclamó Dean a sus espaldas.

-Esto es... -Sam no termino la palabra.
-¿mágico? -contesto Luna, Castiel y Elisa se les unieron.

-No encuentro otra palabra-dijo Sam.
-pregunta ¿la voz dijo algo de dejar nuestras varitas? -Dijo Dean.

-Se me olvidaba-respondió Elisa revolviendo su bolso.

-Escojan-saco tres varitas. Y las puso delante Sam, Dean y Castiel.

Dean fue el primero en escoger -nogal negro, núcleo pluma de fenix, treinta y un centímetros, buenas para combate-resumió Elisa.

Castiel fue el siguiente -Cerezo, con núcleo de pelo de unicornio, treinta y dos centímetros, flexible ideal para encantamientos-cuando Castiel la tomo, de la punta salieron algunas chispas. -es de esperar, Castiel es un ángel y sus poderes pueden ser canalizados por la varita-resumió Elisa.

-Sam, te quedas con la varita de álamo, con centro de ventrículo de corazón de dragón, veintinueve centímetros, rigida... Junto con sus armas deben de tenerlas cerca siempre, sobretodo cuando vengan al ministerio ya que vendrán muy seguido. Ahora vamos que Harry nos espera-les explico Elisa.

-Sam... Mi varita es más grande que la tuya-Dijo Dean riendo a su hermano. Sam rodó los ojos mientras se unian a la multitud y avanzaron entre los empleados del Ministerio, algunos
de los cuales transportaban tambaleantes pilas de pergaminos; otros, por su parte, llevaban gastados maletines, y unos cuantos iban leyendo el periodico mientras andaban. Al pasar junto a la fuente, Dean vio muchas monedas que destellaban en el fondo del estanque. Un pequeño y emborronado letrero decía:
TODO LO RECAUDADO POR LA FUENTE DE LOS HERMANOS MÁGICOS SERÁ
DESTINADO AL HOSPITAL SAN MUNGO DE ENFERMEDADES Y HERIDAS MAGICAS.

-Por aquí -volvió a indicar Elisa, y se separaron de la avalancha de
empleados del Ministerio que iban hacia las puertas doradas. A la izquierda, sentado a una mesa, bajo un letrero que rezaba «Seguridad», había un mago muy mal afeitado y vestido con una túnica de color azul eléctrico, que levantó la cabeza al ver que se acercaban y dejó de leer el periódico.
-Estamos escoltando a unos visitantes, consultores del departamento de aurores-dijo Elisa, y señaló a los chicos.
-Acérquense -les ordenó el mago al grupo con voz de aburrimiento.
Los chicos obedecieron y el hombre levantó una varilla larga y dorada, delgada y flexible como la antena de un coche, y se la pasó a cada uno por delante y por detrás, recorriéndoles todo el cuerpo.
-La varita -le gruñó a continuación el mago de seguridad, tras dejar el
instrumento dorado y tender una mano con la palma hacia arriba. Los chicos se las entregaron. El mago las dejó caer sobre un extraño instrumento de latón
que parecía una balanza con un único platillo. El aparato empezó a vibrar, y de una ranura que tenía en la base salió un estrecho trozo de pergamino. El mago lo arrancó y leyó lo que había escrito en él:
-Cerezo, con núcleo de pelo de unicornio, treinta y dos centímetros. nogal negro, núcleo pluma de fenix, treinta y un centímetros. álamo, con centro de ventrículo de corazón de dragón, veintinueve centímetros. Quince minutos de uso ¿Correcto?
-Sí -afirmó Dean, nervioso.
-Perdimos las nuestras en una misión ayer... Y recién hoy compramos nuevas, ya sabe. Muchas cosas que hacer, trabajo, papeleo, cosas de magos-Dijo Dean sonriendo.
-Yo me quedo esto -dijo el mago clavando el trozo de pergamino en un
pequeño pinchapapeles de latón
-. Ustedes se quedan las varitas -añadió, y le devolvió las varitas a los chicos.
-Gracias.
-un mago que pierda su varita. Idiotas-empezó a decir en un susurro algo audible el mago.
-Gracias, Eric -dijo Ginny sonriendole, y agarrando a Sam por el hombro ya que se había devuelto hacia el mago. Lo apartó de la mesa y volvieron a mezclarse con la multitud de magos y de brujas que cruzaban las puertas doradas.
Empujados por la gente, el grupo se encamino por las puertas que
conducían a un vestíbulo más pequeño donde había, por lo menos, veinte ascensores detrás de unas rejas de oro labrado. Los chicos se unieron a un grupito que estaba reunido frente a uno de ellos. Cerca de allí había un corpulento y barbudo mago que llevaba en las manos una gran caja de cartón que emitía unos desagradables ruidos.
-¿Va todo bien, Elisa? -preguntó el mago saludando con la cabeza a la Bruja.
-¿Qué llevas ahí, Bob? -inquirió ésta mirando la caja.
-No estamos seguros -contestó el mago con seriedad-. Creíamos que se
trataba de una gallina normal y corriente hasta que empezó a echar fuego por la boca. Yo diría que nos encontramos ante un caso grave de violación de la Prohibición de la
Reproducción Experimental.
Entre fuertes traqueteos y sacudidas, un ascensor descendió ante ellos; la reja
dorada se movió hacia un lado, y todo el grupo entraron en el ascensor con los demás. Dean, Sam y Castiel se encontraron de pronto apretujados contra la pared del fondo.
Varias brujas y magos los observaban con curiosidad; los tres se quedaron contemplando el suelo para evitar las miradas de la gente. La reja se cerró con un estruendo y el ascensor empezó a subir poco a poco, con un golpeteo de cadenas, mientras volvía a escucharse aquella gélida voz femenina que habían oído en la cabina telefónica.
-Séptima planta, Departamento de Deportes y Juegos Mágicos, que incluye el Cuartel General de la Liga de Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda, el Club Oficial de Gobstones y la Oficina de Patentes Descabelladas.
Se abrieron las puertas del ascensor. Dean alcanzó a ver un desordenado pasillo en el que había varios carteles torcidos de equipos de "quidditch" colgados en las paredes. Uno de los magos que iba en el ascensor, que llevaba un montón de escobas,
salió con cierta dificultad y desapareció por allí. Las puertas se cerraron de nuevo y el ascensor dio una sacudida, pero siguió subiendo mientras la voz de mujer anunciaba:
-Sexta planta, Departamento de Transportes Mágicos, que incluye la Dirección de la Red Flu, el Consejo Regulador de Escobas, la Oficina de Trasladores y el Centro Examinador de Aparición.
Las puertas del ascensor volvieron a abrirse y salieron cuatro o cinco ocupantes; al mismo tiempo, varios aviones de papel entraron volando. Sam, Dean y Castiel se quedaron mirándolos mientras revoloteaban tranquilamente por encima de sus cabezas; eran de
color violeta claro y llevaban estampado el sello de «Ministerio de Magia» en el
borde de las alas.
-Quinta planta, Departamento de Cooperación Mágica Internacional, que
incluye el Organismo Internacional de Normas de Instrucción Mágica, la Oficina Internacional de Ley Mágica y la Confederación Internacional de Magos, Sede Británica.
Cuando se abrieron otra vez las puertas, dos memorándum salieron disparados
junto con unos cuantos ocupantes más del ascensor, pero entraron otros documentos que se pusieron a volar alrededor de la lámpara, cuya luz empezó a parpadear y a brillar sobre sus cabezas.
-Cuarta planta, Departamento de Regulación y Control de las Criaturas
Mágicas, que incluye las Divisiones de Bestias, Seres y Espíritus, la Oficina de
Coordinación de los Duendes y la Agencia Consultiva de Plagas.
-Perdón -se disculpó el mago que llevaba la gallina que echaba fuego por la boca, y salió del ascensor seguido de una pequeña bandada de memorándum. Las puertas se cerraron una vez más.
-Tercera planta, Departamento de Accidentes y Catástrofes en el Mundo de la Magia, que incluye el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos, el Cuartel General de Desmemorizadores y el Comité de Excusas para los Muggles.
En esa planta salieron todos, excepto ellos y una bruja que iba leyendo un trozo de pergamino larguísimo que llegaba hasta el suelo. El resto de los
memorándum siguieron volando alrededor de la lámpara mientras el ascensor subía otra vez; por fin, se abrieron las puertas y la voz anunció:
-Segunda planta, Departamento de Seguridad Mágica, que incluye la Oficina Contra el Uso Indebido de la Magia, el Cuartel General de Aurores y los Servicios Administrativos del Wizengamot.
-Es aquí, chicos-indicó Elisa, y salieron del ascensor a un pasillo con puertas a ambos lados
-El despacho de Harry está al otro lado de esta planta.
-Hermione-dijo Dean cuando pasaban por delante de una ventana por la
que entraba la luz del sol-, ¿estamos todavía bajo tierra?
-Sí -confirmó Hermione -. Esas ventanas están encantadas. El Servicio
de Mantenimiento Mágico decide el tiempo que tenemos cada día. La última vez que los de ese servicio andaban detrás de un aumento de sueldo, Harry me contó que tuvieron dos meses seguidos de huracanes... -Por aquí- Dijo Elisa.
Doblaron una esquina, pasaron por unas gruesas puertas dobles de roble y
salieron a una zona, espaciosa pero desordenada, dividida en cubículos de los que surgía un intenso murmullo de voces y risas. Los memorándum entraban y salían volando como cohetes en miniatura. Un letrero torcido, colgado en la puerta del cubículo más cercano, decía: «Sala de reuniones del Cuartel General de Aurores.»
Dean miró con disimulo por la puerta al pasar por delante. Los aurores habían
cubierto las paredes con fotografías de sus familias y de los magos más buscados, dentro había un individuo, con una túnica de color escarlata
que estaba sentado con las botas encima de la mesa dictándole un informe a su
pluma. Un poco más allá, una bruja con un parche en un ojo hablaba con un hombre alto, de piel morena y que tenia un aro en la oreja
-Buenos días, señoritas- saludó a las chicas.

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