Prólogo

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Un líquido rojizo se extendía hasta el horizonte y mojaba sus pies traviesos, que chapoteaban en busca de una salida. Hay piezas que no cuadran, algunas incluso faltan, el mar rojo e interminable las arrastró y las bañó en su color escarlata. Jamás las encontraría, porque el cielo la halaba, reclamaba su ser, que era desconocido hasta para ella misma.

 Jamás las encontraría, porque el cielo la halaba, reclamaba su ser, que era desconocido hasta para ella misma

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Entonces, abrió los ojos.

Una niña de pelo azul grisáceo se encontraba acostada en un césped perfecto, sin flores o hierbas que lo hicieran irregular. Sobre ella había un cielo despejado y de azul intenso que permitía al sol cubrir las extensas tierras con su calidez.

-Hace mucho que no llueve-. Dijo una voz a su lado. Ella quería voltear a ver a quien le habló, a su amiga por la voz, pero no fue capaz de girar la cabeza y solo siguió boca arriba.

-Así es mejor, pronto los chicos van a jugar a la pelota, está vez quiero unirme a ellos- respondió.

-¿Pero qué hay de tus dolores de cabeza?, la última vez pararon todo el partido por ti.

-Por eso mismo es que estoy yendo a la enfermería, me están dando una revisión diaria para entender qué pasa.

-¿Crees que podría significar que tu habilidad va a llegar?- dijo su amiga que se volteó hacía ella. Era una silueta negra de pies a cabeza. Notó como unos mechones oscuros tal cual una sombra, caían sobre su rostro borroso, cubriéndolo en gran parte.

Se sentó y se encogió de hombros. Las habilidades de sus amigos eran fantásticas, podían controlar la materia o la mente. Todos ellos obtuvieron cosas geniales a temprana edad, solo ella y los más jóvenes aún no tenían señales de sus capacidades, pero eso no la amargaba, más bien creía que su habilidad sería la mejor de todas cuando llegara, a su tiempo.

Su amiga también se sentó y pegó las rodillas al pecho. A lo lejos ambas divisaron la barrera, un muro gris y alto que en la parte superior tenía varias antenas, cada una emanaba ondas moradas que se desvanecían en el aire. Aquellas ondas formaban un escudo similar a una burbuja que cubría todo el campo, para protegerlos del aire tóxico y a la vez permitirles admirar el cielo.

Al crecer, las personas se volvían capaces de respirar el aire tóxico. Según las damiselas.

-¿Y si mi habilidad me hace capaz de respirar el aire del exterior?

-Si así fuera, tendrías que buscarme un traje de astronauta porque tú no te vas sin mi- respondió su amiga a la par que le daba un codazo amistoso.

Las chicas se quedaron admirando el paisaje perfecto un rato más. Después se levantaron en dirección al recinto, un gran edificio blanco que era minimalista en cuanto a su diseño pero aún así muy acogedor.

-Creo que iré a ver a las damiselas más temprano hoy, quiero que toda la revisión sea rápida para ir a jugar con ustedes- dijo mientras abría la puerta de cristal y le cedía el paso a su amiga. El oscuro rostro de la chica se tornó en uno inquieto por lo que sus ojos blancos parecieron demostrar, se negó a entrar sin antes decir:

My Blood Is Red Too🩸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora