Libro 1 de la Saga Penumbra
En medio de sombras ancestrales y lealtades cruzadas, Aitana despierta en un laberinto de identidades entrelazadas. Criada por la oscuridad de dos mundos opuestos, se embarca en una danza mortal por ascender en un imperio...
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Entierro el cuchillo sintiendo los chorros de sangre correr por mis manos, los gritos fuertes que lanza mi víctima siendo música para mis oídos.
—¡Piedad!— Me grita el hombre —¡Piedad, por favor!— Paso por alto sus gritos.
Saco mi cuchillo de su estómago, le tomo los labios y se los corto, haciendo que me llene completamente de sangre y de satisfacción al olerla.
Agarro una aguja con un hilo y empiezo a coser detalladamente su boquita.
—¡Quédate quieto!— Le ensesto un golpe que lo hace divagar por el dolor.
—¡Es-tas estas lo-ca!— Logró entender entre sus tartamudeos.
Termino de coser y me impresionó por su resistencia al dolor.
—¡Es-tas estas lo-ca!— Lo imitó burlándome, levantó mi cuchillo señalando y me rio cuando noto el intento de hablar.
—Te preguntarás, ¿Que mierda hice para merecer esto?— Me fijo en su mirada y noto la duda —La respuesta es nada, o por lo menos algo mío.
Agarro un gancho y de un arranque, le quito la oreja.
Suelta un fuerte grito que a pesar de tener la boca cosida, se logra escuchar.
—Eso debió doler ¿no?— Formo un puchero al preguntarle.
Me sigo divirtiendo sin importarme la hora, que esté llena de sangre y si me veo como una loca o no «Locasiestas» Estamos querida, te recuerdo que eres mi subconsciente.
—Por favor— Dice este casi en la muerta y noto los puntos que se salieron —Ya n...
No logra terminar porque le disparan en la frente y yo me volteo en seco buscando al imbecil que se atrevió a arrebatarle la vida a MI juguete.
—A la sala, ahora— Escuchó la orden del pelinegro que no se quien carajos se cree.
—¿Disculpa?— Me pongo la mano en el pecho, ofendida —¿Quien puta madres te crees?
—Tu jefe.
Dice eso y se larga y yo lo maldigo en alemán «MalditoChristian».
—Quemen el cuerpo— Le ordeno a uno de los esclavos antes de irme.
Salgo de las bodegas de la mansión, notando el amanecer que se asoma y como los esclavos de acá empiezan a moverse.
En esta mansión la mayoría ya no trabajan porque quieren, al principio si, pero al momento de querer escapar por enterarse de cosas que no deben, no lo lograron y los mandaron para acá, pasando de convertirse en trabajadores a esclavos.
Noto a las mujeres de lejos que me miran con temor y no es por menos, estoy llena de sangre y dejando marcas de tacón en el camino.
Noto a los esclavos que me miran y al yo posar mi mirada azulada en ellos, la apartan rápidamente.