¿Jugamos?

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Me rogaste el otro día que te atara a la cama a fin de probar la experiencia, que contemplase tu cuerpo desnudo luchar contra las ataduras. En este preciso instante tu deseo se ha hecho realidad y te encuentras a mi merced. He comprado para la ocasión uno de esos vibradores que se adhieren al clítoris y se activan a través de una aplicación móvil. Hoy quiero jugar a llevarte más allá de tus límites. Con una sonrisa en los labios, coloco el vibrador delante de tu campo visual para que te hagas una idea de lo que ocurrirá en cuestión de segundos. Destaca una parte alargada que se introduce en la vagina y un pequeño saliente arriba que quedará a la altura del clítoris. Esa es exactamente la parte que vibra, ¿sabes? Vuelvo a sonreírte como un auténtico hijo de la gran puta y recorro tu torso dando pequeños besos y mordisquitos que incrementan la lívido de manera tan placentera como inevitable. Para cuando desemboco en el pubis, las ataduras de tus muñecas se tensan. Por más que lo intentes, no podrás escapar de lo que te espera. Barnizo los costados de tu sexo con mi lengua traviesa. Tomándome mi tiempo, viendo cómo te retuerces sin poder remediarlo. Estás tan sensible y mojada que tiemblas de placer al sentir mi aliento besando tu clítoris hinchado. Necesitas tocarte, aunque lamento comunicarte que te resultará imposible. Miras hacia abajo con rabia contenida, pidiéndome a gritos que te libere. Lamentablemente para ti, lo único que puedes hacer es morderte el labio inferior cuando la parte alargada del vibrador se va perdiendo poco a poco dentro de ti. Enseguida notas el saliente superior pegado al clítoris, aunque aún sin la vibración activada. Me pongo en pie y recojo el móvil de la mesita de noche. Tecleo unos segundos y te miro a los ojos. Poco después, sientes un ligero temblor en la zona más sensible de todo tu cuerpo. Temblor que se incrementa cuando subo la vibración. Te encuentras cachonda y furiosa, sabes que no durarás demasiado si esa vibración no cesa. Sería una pena que apagase el vibrador cuando te estuvieses corriendo, ¿no crees? Antes de que te des cuenta, me pongo a tu lado y te agarro del pelo con la intención de follarte la boquita. Mi polla entra como un ariete y sale ensalivada, para a continuación volver a perderse más allá de los confines de tus labios pintados de rojo. Aumento la vibración un punto más y eso provoca que el primer orgasmo esté al caer. Tu clítoris palpita salvaje, las muñecas están rojas de tanto tirar de las ataduras. Te corres con mi polla llenando esa boca ávida de mí. Gimes muchísimo, el vibrador sigue castigando tu clítoris sin un ápice de piedad. Lo retiro de sopetón y te observo un rato desnuda y empapada. Tu coñito se encuentra muy abierto y no deja de contraerse. Eres preciosa, ¿lo sabías? Entierro dos deditos en el mismo fondo mientras nos besamos, nuestras lenguas se entrelazan como manos que anhelan el contacto. Sumo un tercer dedo que penetra con una facilidad pasmosa. Creo que tendré que añadir el cuarto para llenarte por completo... Como presumía, el susodicho entra sin esfuerzo hasta la zona más profunda. ¡A este paso cabrá la manita entera! Luchas de nuevo contra las ataduras. En vano. Eres incapaz de impedir que mi mano te deje más abierta que nunca. Se infiltra en tu sexo con suavidad, encharcada de esa rica esencia que no deja de fluir. Te sobreviene un orgasmo tan intenso que tiemblas como si te hubieran dado un latigazo. Nunca has sentido nada igual a esto. La manita sigue abriéndote, sin darte un solo respiro. La siguiente explosión se presenta casi de seguido. Sin avisar de sus intenciones. Saco la mano, dedo a dedo, mientras tu sexo la aprieta, rogando que continúe con esta dulce tortura. Miras en ese momento hacia abajo y la ves salir chorreando de ti. Te libero entonces de las ataduras, de improviso, y te pongo a cuatro. Tras separarte ligeramente las piernas, doy un buen par de azotes en los glúteos. Luego los despego y sonrío al ver el culito contrayéndose para mí. ¿Sabes que es el único orificio que me queda por abrir, verdad? Lo ensalivo con el extremo de una lengua que no tarda en colarse en el interior. Uno de mis dedos acompaña a la misma a medida que tratas de recuperar el aliento perdido. Sin que seas consciente de lo que está sucediendo, mi polla lo abre muy despacio. Con calma. Apenas un minuto después, tu culito se ha tragado hasta el último centímetro. Ahora sí que estás abierta por todas partes. Meto tres dedos en tu sexo al tiempo que te follo ese lugar tan apretado. No puedes evitar otra corrida que te deja extasiada. De seguido, te doy la vuelta y libero varias descargas de semen líquido que bombardean tus senos. Lo sientes resbalar suavemente por el torso mientras me miras mordiéndote el labio.

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