TODAS LAS VECES QUE HICIMOS EL AMOR

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CAPITULO 1 ¿QUÉ HACES TU AQUÍ?

Por fin habían llegado las tan ansiadas vacaciones, y por primera vez en mucho tiempo, habíamos conseguido cuadrar 15 días de vacaciones en nuestros respectivos trabajos, para poder ir los cuatro a algún lugar, lo único malo es que eran en el mes de julio, pero quizás por eso habíamos encontrado un hotel a buen precio en la costa brava en el que podríamos pasar los 15 días. Los niños estaban entusiasmados, y Julián y yo felices porque ellos también lo estaban.

Era sábado por la mañana cuando llegamos, habíamos salido de Barcelona a las 10 y habíamos tardado casi dos horas en un trayecto de una hora. Tanto Julián como yo estábamos hartos de coche, y los niños hartos de estar encerrados en el coche, así que cuando bajamos, ambos se pusieron a correr por la acera.

— Elisa, Alex, estaos quietos — empecé a gritarles.

Julián estaba sacando las maletas del coche.

— ¡Déjalos mujer, que se desfoguen un poco!

Suspiré fastidiada, claro como no era él quien tenía que controlarlos...

Conseguimos sacar todo lo que llevábamos y nos dirigimos a la recepción del hotel para hacer el check-in.

En la recepción, mientras esperábamos, ya que había más gente haciendo el check-in, traté de distraer a los niños de alguna manera.

— ¿Qué os parece si jugamos a los colores?

— Mami, yo quiero ir al parque — dijo Elisa.

— Ahora no podemos, cariño, primero tenemos que hacer el Check-in, luego dejamos las maletas en la habitación y después si nos da tiempo iremos al parque.

— ¿Y si no nos da tiempo? — preguntó la niña.

Elisa tenía 5 años y estaba en esa edad en que todo se convierte en una pregunta tras otra. Su hermano, Alex, acababa de cumplir los 3 y era más callado que su hermana, aunque a veces era más movido que ella.

— Pues nos iremos a comer — le respondí.

— ¿Y qué comeremos?

— No lo sé, lo que haya.

— Mami, yo quero panchitos — dijo el pequeño.

— Alex, no podemos comer panchitos a todas horas — le recriminé.

— Pos no comeré.

A veces tenía fantasías psicópatas, imágenes de mí misma matando a mis hijos, sobre todo cuando se ponían en ese plan.

— Vamos, ya tenemos la habitación — dijo mi marido acercándose a nosotros.

Cogimos las maletas y todos los trastos, y nos dirigimos hacia el ascensor. Y tras entrar en el ascensor, pasó un chico, que tendría más o menos mi edad (unos treinta y tantos) que se parecía, pero que mucho a un novio que yo había tenido a los 16, aunque al minuto me dije a mí misma que no podía ser, ¿qué iba a hacer allí, Héctor?

Como digo, Héctor y yo fuimos novios por unos dos años, desde los 16 hasta los 18 cuando ambos terminamos el bachillerato y él decidió irse a Madrid para estudiar. Me dejó justo antes de empezar las vacaciones, pues según él, mantener una relación a distancia no tenía futuro. Me dolió que me dejara porque estaba loca por él, y porque desde que habíamos empezado le había visto como mi futuro marido y padre de mis hijos. Pero al final nada de eso sucedió. Su marcha hizo que nos distanciáramos, yo seguí con mi vida en Barcelona; y en mi segundo año de carrera conocí a Julián. Primero fuimos amigos, después como nos gustábamos nos hicimos novios, y después de terminar la carrera, encontrar trabajo, ahorrar un poco y comprar un piso, decidimos casarnos. Llevábamos ya casi 10 años de matrimonio y aunque el amor perduraba, la monotonía se había instalado en nuestras vidas. Precisamente el único momento del año en que esa monotonía se rompia

EL PRINCIPIO DE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora