Armando iba delante de mí, solo nos faltaban unos metros para llegar a lo alto de la montaña, el calor y el sol apretaban de lo bueno en aquel primer día del mes de agosto. Acabábamos de empezar nuestras segundas vacaciones juntos, y estaba ilusionada con la idea de compartirlas con él, habíamos alquilado un pequeño apartamento en un bonito pueblo de montaña para poder hacer excursiones.
Armando iba unos metros por delante de mí. Vi que alcanzaba por fin la cima y traté de acelerar mi paso, pero después de una hora y media caminando y subiendo por escarpados caminos de tierra y piedras, estaba ya bastante agotada.
Unos minutos después que Armando, llegué a la cima; él estaba sentado debajo de un árbol, esperándome; había abierto la mochila y estaba bebiendo agua, me acerqué a él y me senté a su lado. Nos miramos. En sus ojos saltaban chispas y me sonrió pícaramente.
Estaba claro que estaba pensando en algo sumamente excitante. Gracias a Dios, nos habíamos asegurado de elegir una cima a la que subir, a la que no viniera mucha gente.
Armando me besó salvajemente, mientras introducía su mano dentro de mis pantalones cortos, bajo los que no llevaba nada, ya que a él le gustaba que estuviera así. Gemí al sentir como su mano encontraba mi clítoris. Sentí mi sexo humedecerse y las ganas de que me poseyera allí mismo quemando dentro de mí.
— ¡Quítate la ropa! — me ordenó repentinamente, estaba claro que empezaba uno de nuestros juegos.
Miré a mi alrededor, controlando que no hubiera nadie cerca que pudiera
vernos y luego, obedecí sin rechistar y sin dejar de mirarlo a los ojos. Una vez
desnuda, sentía el aire rozar mi piel, mis senos; lo que aún me excitaba más.
— Ahora abraza el árbol — me ordenó.
Le miré extrañada, preguntándome que estaría maquinando, pero le obedecí, y desnuda como estaba, me coloqué abrazando el tronco del árbol. Oí como Armando buscaba algo en su mochila e inmediatamente, sacó una cuerda, que empezó a atar a mi alrededor, de manera que quedé atada al árbol sin poder moverme, con las piernas abiertas y los brazos extendidos. Era una posición extraña, pero me sentía excitada, abierta.
— Perfecto — musitó cuando terminó de atarme.
Se colocó detrás de mí y recogió algo del suelo, aunque dada mi posición no pude ver lo que era. Empezó a acariciar mi espalda con ello, eran unas hojas o alguna planta, que pasaba suavemente haciéndome unas cosquillas maravillosas en mi piel. Me estremecí y gemí sintiendo como mis jugos llenaban mi sexo excitado. Armando pasó la ramita también por mi sexo y un nuevo gemido salió de mi garganta. Entonces, él besó mi hombro. Soltó la ramita y acarició mi sexo con sus dedos, primero mi clítoris y luego introduciéndolos en mi vagina húmeda, los movió dentro y fuera un poco y seguidamente, llevándolos hasta mi boca me hizo chupárselos.
— Estas supermojada — dijo.
Luego se agachó buscando en la mochila. Traté de averiguar lo que hacía y pude ver que sacaba mi consolador preferido, era uno de látex ni muy grande ni muy pequeño que habíamos comprado juntos al principio de nuestra relación, nuestro primer compañero de juegos. Cuando justo acabábamos de empezar nuestra relación Amo- Sumisa, en la que yo era una novata absoluta.
— ¿Qué vas a hacer? – le pregunté.
Él ni siquiera me contestó, se limitó a pasar el consolador por mi sexo humedeciéndolo y luego me lo introdujo hasta el fondo. Un gemido de placer escapó de mí. A continuación, Armando lo dejó colocado entre mis piernas, mientras masajeaba mis senos y pellizcaba y arañaba mis pezones intensificando la excitación. Volvió al consolador y lo movió dentro y fuera de mi unas cuantas veces, consiguiendo que la excitación volviera a mi. Volví a gemir suplicándole:
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EL PRINCIPIO DE TODO
RomanceAlgunos de mis relatos. Relatos eróticos de infidelidad, sensuales, pasionales, llenos de amor y erotismo. Todos ellos son el principio que una historia que podrás seguir más adelante.