El Destino de un Dios

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Steve se abrazó a Tony con todas sus fuerzas, como si el simple contacto con su amado pudiera disipar todas sus dudas y temores. Tony, preocupado, acarició suavemente el cabello de Steve, buscando consolarlo.

El peso de las revelaciones caía sobre Steve como una montaña, amenazando con aplastarlo. La noticia de su inmortalidad, el destino que le aguardaba, y la diferencia de tiempo entre él y Tony lo llenaban de miedo y desesperación. Sin embargo, tenía claro una cosa: no dejaría que ningún dios, ni siquiera su familia, dictara su vida y su felicidad.

—Steve, ¿Qué pasó? ¿Por qué estabas corriendo así? —preguntó con suavidad, tratando de ocultar su preocupación.

—Tony, tenemos que salir de aquí —dijo Steve, apartándose ligeramente para mirarlo a los ojos—. No puedo quedarme en Asgard, no después de lo que me dijeron.

—Steve, hermano, qué ocurrió? —intervino Bucky, observando la angustia en el rostro de su amigo.

—Es... complicado. Odín y mis padres... me dijeron cosas que... —Steve tragó saliva, tratando de encontrar las palabras—. Tony, soy inmortal. No envejeceré como tú. Cuando tengas 200 años, tú...

Tony lo interrumpió, sujetando su rostro con ambas manos.

—Steve, escúchame. No me importa cuánto tiempo vivas, ni cuántos años pasen. Lo único que me importa es el ahora, es estar contigo —dijo con firmeza, sus ojos brillando con determinación.

Las palabras de Tony dieron a Steve una chispa de esperanza, un rayo de luz en medio de la oscuridad. Pero sabía que no sería fácil. Su familia no lo dejaría ir tan fácilmente.

—Gracias, Tony —susurró Steve, permitiendo que una pequeña sonrisa se asomara en su rostro—. Pero no va a ser fácil. Odín ordenó que terminara nuestra relación. Y si no lo hago...

Tony frunció el ceño, su expresión endureciéndose. La mención de Odín solo alimentaba su determinación.

—¿Y si no lo haces?, ¿qué? ¿Nos enfrentaremos a todo Asgard? Steve, no me importa. Haré lo que sea necesario para estar contigo. Si eso significa desafiar a un dios, que así sea.

—Tony, no puedes... —Steve se detuvo, sus ojos llenos de preocupación—. Ellos no se detendrán. Odín, Thor, Loki... ellos harán lo que sea necesario para separarnos. No quiero que te lastimen.

Tony soltó un suspiro, acercándose aún más a Steve, sus labios casi tocando los de él.

—Steve, hemos enfrentado a amenazas cósmicas, a ejércitos enteros y a nuestros propios demonios internos. No voy a dejar que un par de dioses nos separen. Eres mi vida, mi futuro, mi todo. ¿Acaso no crees que podemos superar esto juntos?

El corazón de Steve se llenó de emoción al escuchar las palabras de Tony. Sabía que tenía razón.

Habían enfrentado lo imposible antes y lo harían de nuevo, pero la sombra de la inmortalidad y las órdenes de Odín seguían acechando su mente.

—Lo sé, Tony. Sé que juntos somos fuertes. Pero también sé lo que mi familia es capaz de hacer. No quiero que sufras por mi culpa. No quiero perderte.

—No me vas a perder, Steve. Estoy aquí y no me voy a ir a ninguna parte, si ellos quieren una guerra, tendrán una guerra. Pero primero, vamos a enfrentarlos juntos, como siempre lo hemos hecho.

Steve asintió, sintiendo una oleada de coraje y amor. Estaba dispuesto a luchar por su amor, sin importar las consecuencias.

—Entonces enfrentémoslos, juntos. No voy a dejar que nadie decida mi vida por mí. Te amo, Tony.

¡Soy Hijo de Dos Dioses! (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora