Un espléndido firmamento estrellado se alzaba en el manto nocturno, acompañado de una gloriosa luna, creando una hermosa calma y paz para quien lo mirara. Pero, muy por el contrario, debajo de esta vista espléndida, se encontraba una ciudad iluminada por millones de luces, que opacaban la tranquilidad de la noche. Edificios tan altos como la antigua Torre Eiffel de Francia proyectaban hologramas de comerciales y entrevistas con celebridades. La gente iba y venía con prisa, hablando por medio de sus implantes tecnológicos, sin detenerse a observar a su alrededor. Sí, bueno, es el año 3058, y nadie se detiene por "banalidades" como los son las estrellas. Así es el mundo en el que vivo. Camino resignada por la calle ajetreada de gente, evitando ser golpeada. De repente, un maldito holograma de una película de la Cuarta Guerra Mundial se filtra en mi IVI (Implante Visual Inteligente), haciendo que choque contra una pared. Mierda, ¡maldito comercial de porquería! Me levanto tratando de sacudir mi ropa, mientras escucho las risas de unas mocosas. Las volteo a ver, una de las desgraciadas me grita: "¡Oye, viaja, cómprate una actualización de IVI, nadie utiliza esa porquería ya!" Me lleno de rabia; quería darles un puñetazo en la boca, pero me detengo. Observo el uniforme que traen: es de la prestigiosa Academia "Los Jóvenes del Futuro". Trueno la boca y me doy media vuelta, camino furiosa. No les puedo decir nada; las niñas malcriadas deben ser ricas o deben tener una afinidad increíble.
Afinidad... esa palabra resuena en mi mente. Si la afinidad lo es todo en este mundo... Sonrío melancólicamente. Hace mil años, cuando los recursos naturales se acabaron y las guerras se desataron, la humanidad llegó al punto de la extinción. Se aplicó la ley de la selección natural... la ley del más fuerte y del más cruel. Para sobrevivir, las siguientes generaciones mutaron su ADN para poder enfrentarse al caos que era su mundo. Estas habilidades se obtuvieron mutando los cromosomas; a esta mutación en el ADN se le llamó "Survimanity". Con el tiempo, la humanidad volvió a establecerse como la especie dominante y a reconstruir las ciudades... el mundo, pero con la idea de no repetir los errores del pasado. Con esa idea, las mejores mentes del mundo crearon a las IVI y a los robots de asistencia, encomendados a realizar distintas tareas, en su mayoría de trabajo pesado, para que la humanidad pudiera concentrarse en un mejor futuro y desarrollara la nueva moneda en el mundo: la genética. Pero con el tiempo surgió un problema, "Survimanity" tenía limitaciones... tenía afinidad. Dependiendo del grado de compatibilidad que tuviera el sujeto, este presentaría un mayor o menor control en las habilidades, así mismo el tiempo que puedes usar dichas habilidades. Si todos nacemos con habilidades pero tu afinidad ya está establecida cuando naces, no la puedes mejorar. Continúo caminando. Si la afinidad lo es todo, designa a qué escuela irás, qué podrás comprar, qué amigos tendrás e incluso qué trabajos tendrás. Me detengo frente a una tienda de comida rápida, me sorprendo de que sigan existiendo, si la humanidad prometió mejorar en todos los aspectos, pero no me quejo es malditamente deliciosa. Suspiro y antes de entrar me dirijo las palabras: "Tú puedes, un paso a la vez". Sí, adivinen cuál es mi maldita afinidad con mi habilidad: si mi trabajo es ver que los robots de asistencia funcionen. Mi jefa llega con una cara de pocos amigos y me dirige una mirada severa. "¿Cómo se te ocurre llegar a la hora que inicia tu jornada, holgazana? Debes estar aquí incluso antes de que yo abra el restaurante. La siguiente vez te despido, y sé agradecida, otros ya te hubiera echado a las calles". La veo alejarse con su lujoso atuendo de piel de coyote. Voy a mi casillero, dejo mi bolso y saco un pequeño nanochip. Lo coloco en mi brazalete y automáticamente se coloca un vestuario de limpieza azul... Sí, mi afinidad es una mierda...
Básicamente, mi afinidad es del 3%. Suspiro mientras arreglo uno de los drones de limpieza. Tal vez hubiera llegado a ser alguien importante, ya que mi habilidad es una de las más apreciadas: la clarividencia. Pero debido a mi baja afinidad, tal vez jamás pueda ver el futuro, o si lo hago, no serviría de nada porque no podría controlar el momento exacto que quiero ver. En conclusión, inútil. Termino de arreglar el dron y lo limpio para que quede reluciente. Me veo reflejada en la tapa; mi apariencia no es nada agradable para muchas personas. Me acerco a mis ojos y me quito los lentes de contacto. Sé que son algo primitivos para esta época, pero muy baratos. La mayoría de la gente que quiere corregir algo físico puede ir a cambiarlo a una clínica de genética, pero para mí no hay posibilidad de corregir esta imperfección. Miro el reflejo: un ojo azul claro como el cielo, mientras que el otro es rojo como el fuego. Paso ligeramente mis manos por mis ojos. A la mayoría le desagrada esto; una mutación genética en esta época es una señal de una sociedad primitiva.
De repente escucho mucho ruido. Me pongo rápidamente mis lentes de contacto y observo a muchas empleadas salir y entrar, parecen preocupadas. Me acerco a una de ellas y le pregunto qué sucede. Esta me contesta secamente que un cliente muy importante va a venir y que no se debe cometer ningún error. Inmediatamente salgo a revisar que todo funcione adecuadamente, no quiero que me echen la culpa de algún incidente y luego la maldita jefa me eche a patadas de aquí. Mientras reviso, escucho el sonido de una campana e inmediatamente me escondo debajo de una de las mesas. Si algún cliente me ve, estoy acabada.
Desde mi escondite observo cómo una persona mayor entra a la tienda, con cabello blanco como la nieve, un traje negro y un hermoso saco de piel importado. Estaba fumando un habano y caminaba junto a un bastón labrado de mármol, algo increíblemente caro considerando que casi ya no hay espacios naturales. Detrás de él, dos hombres musculosos vestidos de esmoquin, supongo que sus guardaespaldas. Diablos, realmente debe ser importante. En ese momento llega mi jefa con una sonrisa inmensa, como si alguien le hubiese transferido un millón a su cuenta. Trueno mi boca; qué hipócrita. La veo guiar al hombre a una sala privada, acompañado de los dos hombres que parecen inspeccionar todo el lugar a detalle. Trato de controlar mi respiración, pero choco contra la mesa. Mierda, escucho pasos acercándose hacia mí. El guardia está a punto de encontrarme, cuando escucho una voz áspera pero a la vez dulce. Era el hombre de cabello blanco: "No debes estar husmeando en todos lados, Anderson, les puedes causar inconvenientes a algunas personas". El hombre sonrió amablemente. Una parte de mí siente que me está observando y que esta sonrisa es para mí... imposible, nadie me dedicaría una sonrisa y menos alguien que está vestido como yo.
Cuando se retiran, salgo de mi escondite y decido volver a trabajar. Transcurre el tiempo y da la hora de salida. Son alrededor de las 10 de la noche. Como siempre, soy la última en salir. Cierro todo, pongo la contraseña electrónica y empiezo a caminar de regreso a mi departamento. Me encuentro agotada cuando, de repente, escucho algo en un callejón. Decido observar ligeramente; no soy tan estúpida como para meterme en un callejón oscuro a mitad de la noche. A mi vista, alcanzo a ver un distintivo bastón de mármol. Me acerco un poco más y era el mismo señor que entró a la tienda. Parecía toser violentamente. Mi primer instinto fue alejarme; después de todo, sería involucrarse innecesariamente en un problema, además el viejo se ve enfermo y no quiero ser la primera en infectarme con alguna enfermedad rara, como la cepa Zombi o alguna tontería así. Pero de repente, el foco de mi cabeza reluce. Él es rico y si lo ayudo a volver con sus guardaespaldas, puedo que me espere una jugosa recompensa. Salivo de solo de pensarlo. Por fin en mi mente se me pasa la imagen de un pollo frito verdadero, no uno fabricado que sabe a plástico. Ignorando mi primer instinto, me acerco a él... pues qué estúpida. Debí haber hecho caso a mi primer instinto.
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Caminaré el Sendero Nocturno de Hielo, rumbo a la Soberanía del Crimen.
Science FictionUna ventisca helada recorrió mi cuerpo mientras caminaba por la nieve blanca, teñida de un rojo carmesí. Desde hace un par de minutos dejé de sentir el frío en mis pies; supongo que perdí la sensibilidad o estoy entrando en shock por la pérdida exce...