El Retorno Del Amo II

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Los días que siguieron a su visita a la fortaleza fueron un tormento para César. Su semblante había cambiado; sus ojos, antes llenos de confianza y alegría, ahora mostraban un miedo constante. Adrián y Beltrán, preocupados, intentaban animarlo, pero nada parecía funcionar.

- César, ¿qué te pasa? - preguntó Adrián una noche, mientras los tres hermanos estaban sentados en la sala de estar - No eres el mismo desde esa noche en la fortaleza.

César levantó la mirada, sus ojos vacíos y llenos de terror.
- No puedo dejar de ver cosas hermanos - susurró - El espíritu del amo cruel... él me sigue. Lo veo en cada sombra, en cada esquina.

Beltrán frunció el ceño.
- ¿Has tenido más visiones? ¿Qué es lo que ves exactamente?

César comenzó a temblar.
- Él me habla en sueños, me muestra imágenes de su crueldad. A veces siento sus manos en mi cuello, estrangulándome. Y cada vez que trato de dormir, está ahí, observándome.

Adrián y Beltrán intercambiaron una mirada preocupada. Sabían que no podían ignorar lo que estaba sucediendo. César no estaba mintiendo ni exagerando; algo oscuro y siniestro había quedado dentro de él desde esa noche en la fortaleza.

Una noche, la situación se volvió insostenible. César despertó gritando, su rostro contorsionado por el miedo. Adrián y Beltrán corrieron a su habitación y lo encontraron luchando contra algo invisible.

- ¡Déjame en paz! - gritaba César, arañando el aire. - ¡No volveré a la fortaleza, no puedes obligarme!

Beltrán trató de sujetar a su hermano, pero César tenía una fuerza sobrehumana, como la noche en que fue poseído. Adrián, desesperado, decidió que debían hacer algo drástico.

- No podemos seguir así - dijo Adrián con voz firme. -Necesitamos mantenerlo a salvo, y también protegernos. Debemos encerrarlo en el sótano.

Beltrán dudó, pero sabía que su hermano tenía razón. Con cuidado y esfuerzo, lograron llevar a César al sótano, donde había una pequeña habitación de almacenamiento que podía cerrarse con llave. Aunque les rompía el corazón, no tenían otra opción.

- César, ésto es por tu bien - dijo Adrián mientras cerraba la puerta -Te mantendremos aquí hasta que encontremos una solución.

César, ahora lúcido pero devastado, se dejó caer en el suelo.

- Por favor, no me dejen aquí por favor se los pido - suplicó con desesperación - No quiero estar solo.

Adrián y Beltrán se turnaron para vigilar a César, asegurándose de que siempre hubiera alguien cerca. Pero las visiones y el terror nocturno no cesaron. Cada noche, los gritos de César resonaban por la casa, y cada día, sus ojos mostraban un terror más profundo.

Una noche, mientras Beltrán vigilaba, escuchó un susurro que no venía de César.
-Devuélvemelo - dijo una voz fría y siniestra - Él me pertenece solo a mí.

Beltrán se estremeció, sabiendo que el espíritu del amo cruel estaba cerca. Bajó corriendo al sótano y encontró a César acurrucado en una esquina, murmurando incoherencias.

- Está aquí - dijo César con los ojos muy abiertos - El espíritu está aquí, y no se detendrá hasta que me lleve de vuelta a la fortaleza. Dice que soy suyo, que le pertenezco...

Adrián y Beltrán se reunieron, desesperados por encontrar una solución. Sabían que no podían simplemente mantener a César encerrado para siempre. Necesitaban exorcizar al espíritu, o de lo contrario, perderían a su hermano para siempre.

Decidieron buscar ayuda. Visitaron a un viejo sacerdote conocido por su experiencia en lo paranormal. El sacerdote, al escuchar su historia, asintió con gravedad.

- El espíritu del amo cruel es poderoso - dijo el sacerdote -Solo hay una forma de liberarlo: deben regresar a la fortaleza y enfrentarlo en su terreno. Solo allí se puede realizar el ritual necesario para exorcizarlo.

Adrián y Beltrán sabían que era arriesgado, pero no tenían otra opción. Prepararon todo lo necesario y, junto con el sacerdote, llevaron a César de vuelta a la fortaleza.

La luna llena brillaba intensamente cuando llegaron, igual que la noche en que todo comenzó. Entraron en la fortaleza, sintiendo el frío sobrenatural envolviéndolos. En la sala principal, frente al retrato del amo cruel, el sacerdote comenzó el ritual.

César, temblando y sudando, se arrodilló en el centro de un círculo de sal. El sacerdote recitaba antiguas oraciones y rociaba agua bendita mientras Adrián y Beltrán observaban con el corazón en un puño., ya que al ser trillizos podían sentir todo lo que su hermano sentía en esos momentos. Ambos sabían que César estaba sufriendo lo indescriptible.

De repente, las velas se encendieron solas y una figura fantasmal apareció ante ellos. Era el espíritu del amo cruel, sus ojos llenos de odio.

- ¡Devuélveme lo que es mío!- rugió el espíritu.

El sacerdote continuó el ritual, su voz firme y autoritaria.

- En el nombre de Dios, te ordeno que abandones este cuerpo y regreses a donde perteneces.

César gritó, su cuerpo convulsionando mientras el espíritu luchaba por mantener el control. Finalmente, con un último grito desgarrador, el espíritu fue expulsado y una luz brillante llenó la sala. El retrato del amo cruel se incendió y se desintegró en cenizas.

César, agotado pero libre, se desplomó en los brazos de sus hermanos.
- Gracias - murmuró, sus ojos llenos de lágrimas.

Adrián y Beltrán lo abrazaron con fuerza, sintiendo que finalmente habían recuperado a su hermano.

Aunque sabían que la experiencia los había cambiado para siempre, también sabían que habían logrado lo imposible: habían derrotado al espíritu del amo cruel y restaurado la paz en sus vidas. Ninguno de los dos dejaba de abrazar a César, se negaban a soltarlo luego de lo sucedido.

- César, al fin te recuperamos hermano - dijeron a coro Adrián y Beltrán - Gracias - dijeron mirando al sacerdote aliviados.

Hay misterios que es mejor no desvelarlos y lugar que es preferible no acercarse. Eso era una lección que los trillizos adolescentes jamás olvidarían.

FIN

FIN

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