Alas De Noche Eterna

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**I. El Encuentro**

En un pequeño pueblo enclavado entre montañas, donde la niebla nunca parecía disiparse, vivía un joven llamado Alejandro. Su vida había sido tan común como la de cualquiera en aquel lugar, hasta la noche en que todo cambió.

Había salido a caminar para despejar su mente de los problemas cotidianos, cuando, al borde del bosque, algo llamó su atención. Un brillo dorado en la penumbra.

Intrigado, se adentró en la espesura y pronto se encontró con una escena que jamás olvidaría. Un ser de aspecto celestial, de cabellos dorados y ojos ardientes, yacía en el suelo cubierto de plumas blancas con matices dorados.

Sus alas se extendían majestuosas, pero ahora estaban laceradas y manchadas de sangre. Alejandro se arrodilló junto a él, sintiendo una mezcla de temor y fascinación.

—Ayúdame —susurró el ángel con una voz que resonó en su mente, más que en sus oídos.

**II. La Revelación**

Sin dudarlo, Alejandro llevó al ángel a su casa, ocultándolo en el sótano para evitar las miradas curiosas del pueblo. Durante días, el joven cuidó de sus heridas, maravillado por la belleza y la serenidad que emanaba del ser.

Sin embargo, mientras el ángel sanaba, Alejandro notaba algo extraño. Las noches se volvían más oscuras y los sueños de los habitantes del pueblo se llenaban de pesadillas.

Una noche, Alejandro se atrevió a preguntar al ángel sobre su origen y la razón de su caída. El ángel, con una mirada sombría, le explicó que no todos los ángeles eran portadores de luz.

Algunos, como él, habían sido expulsados por desafiar las leyes del cielo, condenados a vagar entre el mundo de los vivos y los muertos. Su poder atraía la oscuridad, alimentándose del miedo y el dolor de los mortales.

**III. El Precio**

A medida que el ángel recuperaba su fuerza, su verdadera naturaleza se hacía más evidente. Sus ojos ardían con un fuego infernal y sus palabras se tornaban más crípticas.

Alejandro, cada vez más atrapado por el encanto oscuro del ángel, comenzó a perder contacto con la realidad. Veía sombras moverse en los rincones de su casa y escuchaba susurros que le prometían poder y conocimiento prohibido.

Una noche, el ángel le hizo una oferta. Si Alejandro le ayudaba a recuperar su plena fuerza, le concedería un deseo, cualquier cosa que su corazón anhelara.

Desesperado por respuestas y atormentado por su propia curiosidad, Alejandro aceptó. Realizó un ritual siguiendo las instrucciones del ángel, utilizando antiguos símbolos y recitando palabras en una lengua olvidada.

**IV. La Caída**

El ritual tuvo éxito. El ángel se levantó, ahora completamente restaurado, sus alas desplegadas en todo su esplendor. Sin embargo, la atmósfera en la habitación cambió. Un frío glacial llenó el aire y la luz de las velas parpadeó antes de extinguirse. El ángel sonrió, una sonrisa que revelaba sus intenciones verdaderas.

—Tu deseo será concedido —dijo, pero no como Alejandro esperaba.

En lugar de cumplir un deseo mundano, el ángel le mostró una visión del infinito, una comprensión del universo tan vasta que la mente de Alejandro no pudo soportarla.

Sus gritos resonaron en la noche mientras su cordura se desmoronaba. Al amanecer, el ángel había desaparecido, dejando tras de sí una casa vacía y un hombre reducido a un cascarón vacío, diferente de lo que fue.

El pueblo nunca supo la verdad de lo que ocurrió. Solo que desde esa noche, Alejandro se convirtió en una figura errante, murmurando en lenguas extrañas y mirando al cielo con ojos vacíos.

Y en las noches más oscuras, cuando el viento soplaba con un aullido infernal, algunos decían ver un destello de alas doradas en el horizonte, recordándoles que no todos los ángeles eran guardianes de la luz.

**V. Epílogo**

El bosque, testigo mudo de los acontecimientos, quedó impregnado de un aura siniestra. Los aldeanos evitaban el lugar, y aquellos que se aventuraban demasiado cerca juraban escuchar susurros que prometían poder y conocimiento, pero a un precio terrible.

Porque en aquel rincón olvidado del mundo, un ángel caído había encontrado un nuevo hogar, y su sombra se extendía, siempre en busca de nuevas almas curiosas y desesperadas.

FIN

FIN

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