La portadora de la llave

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Los sentimientos y las intenciones de las personas pueden ser muy difíciles de comprender, a veces incluso hasta el punto de ser un dolor de cabeza. Y es más sorprendente cómo un suceso o un descubrimiento pueden cambiar toda una perspectiva, incluso la propia. Una única cosa puede desencadenar una serie de reflexiones sobre lo que antes se creía.

Su cabello, su mayor orgullo, se ondeaba suavemente con cada pequeño movimiento de su cuerpo. Este es de un dorado tan intenso que su color era fácil de percibir incluso en la oscuridad de la habitación de su hermana. Asahi Hoshimiya, su amada hermana, estaba dormida sin saber que ella estaba observándola. Sus mejillas cubiertas con las marcas de lágrimas.

—Michael.

Ella estiró la mano al frente y aparecieron partículas de luz en el espacio vacío que se fueron condensando hasta adoptar la forma de una gran llave. Una herramienta que no resalta solo por su inusual tamaño y brillo, sino que también por las extraordinarias capacidades que posee. Es una llave que sirve para abrir más que una puerta cualquiera. Michael abre todas las puertas, reales, intangibles e incluso las conceptuales, y de la misma forma, también puede sellar todas las puertas.

Un regalo tan maravilloso que le fue entregado hace un par de días cuando una figura desconocida con una voz casi de otro mundo le dirigió palabras muy hermosas y tentadoras, casi como si conociera los sentimientos que albergaba en su corazón. Fue entonces que le otorgó una hermosa gema, una cuyo poder se reveló al fundirse con su cuerpo en un momento muy doloroso, tras el cual obtuvo aquella gran bendición. Cuando se dio cuenta, aquella entidad ya no estaba, y en su interior poseía aquel regalo.

Ella había ido con su hermana a la torre Tenguu para admirar las vistas de la ciudad, pero una amiga de Asahi también estuvo ahí y, de forma inconsiderada y desagradable, comentó que sería bueno que se recortara el cabello. Eso por sí solo no hubiera pasado como más que un breve desagrado que olvidaría en un par de horas. Lo que realmente dolió fue que su propia hermana se pusiera del lado de aquella mujer. Ambas estuvieron de acuerdo en que debía de cortar su cabello, aquel rasgo tan hermoso que su familia siempre había elogiado.

—No se preocupe, amada hermana. Muku se encargará de todo.

Al mismo tiempo que pronunciaba aquellas palabras, dirigió la punta de la llave a la cabeza de Asahi y la perforó. No hubo sangre ni herida alguna, tampoco reacción de la joven. Mukuro luego pensó en aquello que quería sellar y entonces giró la llave a la vez que un susurro fluyó de forma casi imperceptible de sus labios.

—Segva...

El silencio se asentó de inmediato en la oscuridad de la habitación que se dispuso a abandonar. Ella soltó la llave y esta se diluyó en el aire como partículas de luz, de forma similar a como se formó. Le dio un último vistazo a su hermana adoptiva y se retiró de la habitación evitando hacer ruido.

Fue hasta el día siguiente que los efectos de sus acciones se volvieron notorios. Mukuro estaba en el comedor de su casa junto con sus padres adoptivos. Ellos hablaban entre sí sobre el estado de Asahi en los últimos días cuando la mencionada salió de su habitación con el cabello enredado, en pijama y cubriendo un bostezo con una mano.

—Asahi, mi niña, ¿cómo te sientes? ¿Dormiste bien?

—Anda, ven a desayunar para despertar bien.

Sus voces estaban llenas de cautela y gentileza, buscando que Asahi se sintiera cómoda y acompañada tras haber estado decaída por el accidente de hace pocos días.

—Buenos días. Dormí como oso. Hace tiempo que no descansaba tan bien.

Asahi caminó hasta llegar a la mesa y se posicionó a un lado de Mukuro, acariciando su cabeza antes de sentarse a su lado. Ambos padres se sorprendieron al ver que su expresión era mucho más relajada a comparación de la noche anterior, como si su tristeza hubiera desaparecido de la noche a la mañana.

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