Pocos días después, John se acercó aún más a aquella pequeña familia, especialmente a la madre de Eva, Mary. Parecía que entre John y Mary estaba surgiendo algo especial, algo que iba más allá de una simple amistad. John se mostraba más relajado y alegre en su compañía, mientras que Mary encontraba en él un apoyo y una conexión genuina.
Un día, John invitó a Mary a tomar unas cervezas en un bar cercano, donde pudieron charlar tranquilamente.
— Sabes, últimamente me siento bien, pero aún hay algo que me pesa en el corazón — confesó John, entre el uno de su cigarro.
— ¿Qué pasa? — preguntó Mary, con interés genuino dando un sorbo a su cerveza.
— Es mi mamá. Siento que nunca pude hacer lo suficiente por ella. Aunque siempre luché por salir adelante y ser un buen estudiante, nunca encontré las palabras adecuadas para disculparme por los errores del pasado. Siempre terminaba empeorando las cosas — admitió John con sinceridad.
A medida que compartía sus preocupaciones con Mary, John se sentía un poco más aliviado, sabiendo que tenía a alguien con quien compartir sus pensamientos más íntimos.
—Te entiendo, John— dijo Mary tomando la mano de John — estás dando tu mejor versión y te aseguro que ella te ve desde el cielo y está muy orgullosa de ti, a pesar de todo es tu madre y siempre estará apoyándote sin importar lo lejos que esté—.
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Con el tiempo, la relación entre John y Mary se fortaleció, y un día, John decidió dar el siguiente paso. Con un anillo en la mano y nervios a flor de piel, le pidió a Mary que se casara con él. Con una sonrisa tímida pero llena de emoción, Mary aceptó, sellando así su compromiso mutuo.
Aunque la vida de John ahora estaba más estabilizada con un trabajo fijo como maestro, el recuerdo de su madre seguía acompañándolo en su día a día.
En el día de su boda, mientras intercambiaban votos de amor y compromiso, John miró a Mary con gratitud y dijo:
— A veces, es necesario cambiar las reglas del juego para avanzar en la vida, a veces es necesario pisar aquellas líneas blancas, cometer errores, perder. A veces, hay que dejar atrás el pasado para abrazar el futuro. Pero nunca olvidaré el amor y las lecciones que mi madre me enseñó. Tal vez no esté aquí, pero siempre la llevo en mi corazón.
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