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La noche estaba lluviosa, las gotas chocaban contra el techo de la vivienda de ivan y Rodrigo

Los pasos suaves de Rodrigo eran inaudibles por los pasillos, caminaba a velocidad acelerada sin perder la suavidad de sus silenciosos pasos.

Pasó por la cocina y agarró algunas galletas de arroz inflado, sin antes pegarle un mordisco a la esquina de una.

después de unas vueltas más por el lugar, logró llegar al sitio que quería.

Había un pequeño cuarto bajo una escalera que usaba para refugiarse en la madrugada cuando tenía un mal día.

se tiró de cabeza al colchón cubierto con mantas que usaba como cama en esas ocasiones, dejando la puerta abierta. Se acomodó con la espalda contra una esquina y sus piernas cruzadas.

Conectó sus auriculares a su teléfono y seleccionó su playlist favorita, recostó su cabeza para atrás y cerró los ojos, en busca de relajarse con la melodía.

Mentía si decía que esos días no habían sido duros para él, se sentía hundido en él mar que ya había podido cruzar, pero una ola lo arrastró denuevo al mismo lugar.

Su mente flotaba en pensamiento que eran como agujas, sintiendo una descarga de dolor y lágrimas cristalinas recorrer sus rosados pómulos y humectando con una línea gruesa su piel.

Su cuerpo se iba aflojando, deslizándose hasta quedar estirado por todo el colchón, abriendo sus brazos y piernas.

Su pena de muerte era vivir, vivir en un lugar que sabía que no era el suyo. De saber que tal vez su razón de ser no era correspondiente y con el sentido que se merecía.

¿Tenía razón de vivir?

¿Valía la pena vivir entre lágrimas y sollozos?

agarró una galleta y se la llevó a la boca, retumbando crujidos por la habitación.

degusto la pieza de comida que rechinaba entre sus dientes, mirando al techo y atando los cabos sueltos que quedaban en su cabeza, rompiendo más su corazón con cada uno de ellos.

sintió pasos acercarse a su lugar seguro, no importandole en lo absoluto.

- Che, carre, ¿qué verga haces acá?- habló una voz que se le hacia muy familiar.

- Ah, sos vos, ivu - lo miró un segundo y se dio la vuelta para evitar que lo viera con la cara hinchada.

- Es muy tarde, ¿no tenes sueño? - dijo bostezando el ajeno.

- No, no - se sorbio los mocos de forma silenciosa - pero tenía mucho calor en el cuarto y vine para acá.

- A ver, correte - lo empujó un poco para entrar en el colchón, viendo como el castaño seguía dándole la espalda - primero que nada, estamos en invierno, Rodrigo.

al ver que no recibia respuesta, continuó.

- Segundo, ya me di cuenta que estabas llorando - se acercó suavemente y le rodeó el abdomen con sus brazos, atrayendolo a él para abrazarlo.

el ojiverde se dio la vuelta para mirarlo, comenzando a sollozar en el pecho de su mejor amigo.

- Ya te dije que no tienes que guardarte estas cosas, Rodri, sabes que puedo ayudarte - empezó a acariciarle la cabeza.

- no quiero ser una carga - le rodeó el torso con los brazos.

- nunca vas a ser una carga para mi, te adoro más que a nada en el mundo.

el silencio los inundó, siendo tajado por los repentinos lloriqueos del bajito.

- perdón por ser así - habló el nombrado.

- ¿Perdón?, no digas idioteces - apoyó su mentón en la cabeza del ajeno - sos lo mejor que me pasó nunca, nunca te voy a juzgar por como seas, al final siempre vas a ser mi niño.

- ni yo sé porqué me amas tanto.

- por ser o que sos, eso que tanto odias, yo lo amo cada día más - lo abrazó aun más fuerte - nada de lo que está pasando es tu culpa, yo voy a estar ahí contigo.

- ¿lo Prometes? - lo miró a los ojos, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

el azabache las limpió con su dedo pulgar.

- lo prometo.

se volvieron a unir en un fuerte abrazo. Iván, por más que se mostrara fuerte frente a su mejor amigo, su ojos comenzaban a cristalizarse junto a los del otro.

- era todo lo que necesitaba oír.



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𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora