Nuevo inicio

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Estaba perdiendo la cabeza.

Parado frente a la puerta del vestuario, miraba el marco como un loco. No quería entrar, prefería correr. Dar la vuelta, regresar a su nuevo apartamento y esconderse en el armario. Tomar el teléfono y llamar a Jeno.

Era tan ridículo.

Y le asustaba tanto...

Todo ya estaba hecho. El acuerdo, su contrato, el anuncio público, su presentación al resto del equipo aunque todos sabían quien era. Ahora solo debía entrar y estaba siendo lo más difícil de su día. Necesitaba ingresar al vestuario y ya. Cambiar su ropa y prepararse para la primera práctica. Algo que hizo miles de veces antes, pero había pasado meses sin volver a repetirlo.

—¿Jaemin? ¿Estás bien? —preguntó Taeil a su lado, detrás de ellos dos hombres que superan el metro noventa de estatura mantenían un rostro duro—. Podemos aplazar esto.

—No —dijo aunque no tan seguro como le habría gustado sonar—. Tengo que hacerlo.

Apretó la correa de su pequeño bolso en su mano. Inspiró profundamente y luego, poco a poco, exhaló. Repitió el proceso tres veces y se mentalizó sobre que estaría bien. El resto del equipo aún no había llegado, asistió más temprano para evitar que pudiera cruzarse a alguien en su camino.

No es como si hubiera tenido una mala recepción hace días cuando fue presentado oficialmente con todo el equipo, pero seguro que más de uno debería de haber sido advertido de controlar su lengua. Lo veía en sus ojos, el desprecio y asco que no se atrevían a decir en voz alta. Trató de mostrarse altanero y confiado, como si todas las estructuras de su mente no se hubieran desplomado en el último año. Fingiendo que no seguía construyéndolas desde cero porque nada había podido salvarse.

Sabía que eso era posible. No iba a agradarle a todos y no tenía que buscar estar en el lado bueno de nadie. Debía hacer su trabajo, les gustara a otros o no. Era algo que excedía sus capacidades. Pero aun así lo hacía sentirse como un cachorro asustado.

Se había prometido no aceptar la mierda de nadie. Lo juró frente al espejo de su baño, hablando con el Jaemin adolescente con toda la sinceridad que pudo y prometiendo proteger no sólo su sueño, sino su alma. No importaba si dolía o debía de pelear una y otra vez hasta ser respetado por sus propios colegas. Tenía que levantarse y dejar el hueco donde estaba.

Pero se sentía tan complicado justo allí, frente a un sitio que no conocía y era tan familiar. Los colores azules, el suelo limpio y el olor flotando en el aire. Todo se sentía como aquel día y no era similar a su vez.

Miró sobre su hombro a los dos guardaespaldas. Aún no confiaba en ellos, pero carecía de muchas alternativas. Viktor era un ruso de aspecto rudo, pero que había descubierto que conservaba en su cuello un collar hecho por su hijo de siete años. Estaba constituido como un tanque y parecía odiar a cualquier cosa que respirara. Lysander, por otro lado, era casi el opuesto. Un británico de acento muy marcado y perfecta sonrisa. Tan alto como su compañero, pero con un físico más delgado y ágil. Sonreía más, sobretodo cuando creía que no hacía falta estar muy tensos. Admitía que le agradaba más por su actitud relajada, pero prefería al ruso para confiar su seguridad a pleno. Por ello decidió pedirle a este que lo acompañara dentro.

Viktor mantuvo los hombros tensos y la espalda recta, mirando directamente hacia la pared mientras se cambiaba. Tuvo la pequeña, y mala, idea de que quizás podría bromear. No sería la primera vez que un hombre le viera cambiarse en los vestuarios y no por ello iba a sonrojarse como colegiala, pero no creía que él hombre fuera a apreciar su patético intento de ser gracioso. Él tipo estaba allí por la paga, no quería decir que se encontrara cómodo con él.

Tarjeta Roja || NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora