Jugando cerca de un cerro,
Lucía se encontró un perro,
parecía estar extraviado
y se le acercó con cuidado,
le preguntó qué le pasaba
pero el can no contestaba
al volver a preguntar,
él se atrevió a contestar ...
– Tenía una dueña muy buena,
la conocí en Nochebuena,
me mimaba, me cuidaba,
con ella yo jugaba,
siempre me acariciaba ...
pero su padre el señor Mariano
le dijo llegando el verano:
– Si quieres ir al apartamento,
tienes que dejar a Lento:
un perro no está permitido,
pues hace al ladrar mucho ruido,
a la dueña molestará
y de allí nos echará,
no me compadeceré:
de vacaciones iré
pues para eso trabajé.
Mi dueña lloraba y lloraba
pero él no la escuchaba
y no dejó de gemir
cuando al coche me vio subir;
mi destino estaba marcado
y aquí estoy, abandonado,
yo que estaba acostumbrado
a comer siempre a su lado,
ahora ni pruebo bocado:
¡Me estoy quedando delgado!
La simpática y buena Lucía
contestó con suma alegría:
– Eso no tiene importancia,
llamaré a una ambulancia
y mi amigo el doctor Mendieta
te extenderá una receta:
peso ganarás, pronto te curarás
y una buena familia tendrás;
cada día comerás y mimos recibirás;
aunque no entiendo una cosa,
dime, pues soy algo curiosa:
– ¿Por qué te fueron a comprar
si no te podían cuidar?
No tendrían que haberte abandonado
si esto antes hubieran pensado,
además, tú puedes también ir de vacaciones
¡hay cientos de soluciones!
Yo conocía una guardería, dónde mil animales había
pues quien cuidar a su amigo no podía,
a su suerte no lo abandonaba,
sino que allí unos días lo dejaba.
Bien cuidado sabía que allí estaba
hasta el día que él regresaba;
También hay quien prefiere buscar, un adecuado lugar,
para ir juntos de vacaciones, bajo una serie de condiciones...
Los días fueron pasando
y el perro se iba recuperando:
Lento tuvo mucha suerte
pues a día de hoy se divierte,
junto a su dueño Reverte ...
pues Lucía, inteligente,
hablando con mucha gente,
una buena y mejor casa ha encontrado
para el inocente perro abandonado.
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No tengo a nadie en el mundo, soy un perro vagabundo
No FicciónLa triste (pero con final feliz) historia de un perro abandonado