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Las fiestas de alta sociedad eran todo, menos divertidas. No era más que gente rica y ostentosa, presumiendo sus posesiones materiales y regocijándose al recibir miradas de envidia de sus pares, o vendiendo a sus vástagos al mejor postor, sin ninguna clase de vergüenza. exhibiendo a sus hijos como si fueran un objeto más de colección.

Hongjoong los odia, no sabe bien porque, pero no quiere ser uno de ellos. Odia codearse con gente de su clase social, aunque según sus abuelos, es lo correcto. Odia esa ropa incomoda y asfixiante que se ve obligado a portar. El solo quiere estar en casa, acurrucado entre sus cobijas, donde ninguna de esas personas pueda poner sus avariciosos ojos en el.

A su lado, San le cuenta sus maravillosas vacaciones en algún país latinoamericano, con sus ojos brillosos y sus pequeñas manos pegajosas tomando las suyas. Pero no puede prestarle atención, no cuando siente esas miradas de buitre quemándole la espalda. Le repugnan. No puede sentirse más agradecido cuando su madre aparece en escena, con las mejillas sonrojadas y llamándolo con vos dulce. 

No le toma más de unos segundos despedirse del pequeño San, revolviéndole el cabello tiernamente ante la mirada de desaprobación de la madrastra de este. 

Toma la mano de su madre, dejando que esta lo guie. Aun es pequeño, pero le gustaria crecer más rápido y así poder cubrir a su madre de las miradas. No le gusta que la miren así, pero ella es un ángel, incapaz de notar las miradas, cargadas de algo más oscuro que amor, que le dan los hombres al saludarla. Hongjoong que ella es demasiado para este planeta. 

Demasiado perdido en sus pensamientos, termina chocando con unas piernas delgadas. Retrocede avergonzado al notar que no se trata de nada menos que una mujer, una muy bonita, que posee la misma mirada que su madre. Esta ríe enternecida al verlo sonrojado, agachándose a su altura con una sonrisa brillante. 

— Así que tu eres Kim Hongjoong, tu madre me ha contado maravillas de ti, cariño. 

El pequeño niño solo puede sonreírle avergonzado, deseando poder esconderse detrás de la falda de su madre, tal como hacia cuando era más pequeño. La mujer solo volvió a reír, apretándole la mejilla antes de reincorporarse.

Seguido de eso, ya no le prestaron mucha atención. Hasta donde pudo entender, se trataba de una vieja amiga de su madre, que había salido del país hace muchos años. Eso explicaba la emoción de ambas, quienes parloteaban sin descansar, recordando anécdotas de su juventud entre pequeñas risas cómplices. Kim solo podía mirarlas hipnotizado, perdido en el cariño tan real que parecían tenerse estas. 

Una mano cálida se poso en su cabello, revolviéndolo cariñosamente, tal y como el había hecho con San. Supo que era su padre al instante, por lo que se volteo a verlo, esperando recibir algo de atención de parte de este, pero vio que este tampoco se encontraba solo. Junto a Hanbin, había un alto hombre, quien sonreía cálidamente. Pudo notar unas pequeñas manos aferrándose al pantalón de este, pero antes de siquiera poder analizar la situación, se vio atrapado por un par de ojos de ciervo, que se asomaron a verlo con curiosidad. 

Hongjoong solo pudo preguntarse como es que podían caber tantas estrellas en un par de ojos.

Ambos adultos solo pudieron observar divertidos la extraña interacción de sus hijos, quienes solo se miraban en silencio. 

Chanyeol, el amigo de Hanbin, se movió a un lado, dejando a la vista al pequeño dueño de los ojos de bobba, quien jugaba con sus pies por el nerviosismo, sin apartar sus ojos curiosos del heredero de los Kim. 

El tiempo paso muy rápido, o muy lento. Antes de que Hong pudiera descubrirlo, termino sentado en una mesa, cenando con la familia desconocida. 

Con los minutos, termino de armar el mapa mental en su cabeza. Ellos eran los Park de quienes sus padres habían hablado innumerables veces, ya que habían sido amigos desde los primeros años de su vida. Chanyeol y Jihyo eran una pareja encantadora, cariñosa y humilde, tal como sus padres, y durante su tiempo en el extranjero, su amor había tenido como fruto al pequeño Seonghwa, de tan solo cinco años. 

Al pequeño Kim no le tomo demasiado tiempo saber que ese era el nombre del castañito de bonitos ojos, quien había sido sentado a su lado. Sus miradas de habían cruzado múltiples veces, debido a su propia incapacidad de apartar la mirada del mas bajito. No podía entender que este fuera un niño, viéndose tan diferente a el, tan delicado y temeroso. Pero se sorprendió a si mismo deseando cuidarlo, tal como haría con una niña. Sus dedos infantiles picaron, deseoso de tocar sus mejillas, preguntándose si serian tan suaves como se ven.

Encontró la oportunidad de hacerlo cuando este, por error, mancho su rostro mientras comía. A lo que el, muy servicial, levanto su propia servilleta para limpiarlo. Deleitándose cuando su mano se entro por fin en contacto con la cálida piel del menor. Quien lo miro con timidez. 

— Parece que mi pequeño Seonggie hizo ya un amigo, y es todo un caballero. 

halago Jihyo a Hongjoong, provocando un rubor en el rostro de este y las risas de los mayores. 

Luego de un par de comentarios mas sobre el y Seonghwa, la conversación volvió a direccionarse a la vida de los Park, pero el no hizo el menor intento de prestar atención, demasiado perdido en la sensación de sus dedos al rozar la piel ajena. Asustándose ligeramente cuando su mano fue tomada por una mas pequeña y cálida. 

Sorprendido, giro a mirar al mas bajo, pero nuevamente se vio atrapado por la galaxia en los ojos de este. 

Sus manos no se soltaron en lo que resto de la cena. 

Solamente se digno a romper el toque cuando, al momento del postre, no quisieron dejar a Park repetir, debido a que tanta azúcar en un niño no era buena idea, por lo cual sus pequeños ojitos se llenaron de tristeza, y sus bonitos labios se cerraron en un puchero triste. Hongjoong soltó su mano un segundo para buscar algo en su pantalón de vestir, sacando una pequeña paleta, deslizándola a escondidas al mas chico por debajo de la mesa.

Algo en su pecho ardió cuando este nuevamente sonrió alegre, mirándolo con adoración en lugar de temor. 

Entonces, Hongjoong de tan solo ocho años, decidió que cuando el fuera grande, le compraría a Seonghwa una mansión de dulces, tal como en el cuento de Hanzel y Gretel, pero sin la malvada bruja. Así nunca tendría que volver a verlo triste.



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⏰ Última actualización: Jun 02 ⏰

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𝗜 𝗗𝗢𝗡'𝗧 𝗪𝗔𝗡𝗧 𝗛𝗜𝗠. || Honghwa / YunHwaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora