La culpa

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No habia nada más que esos pasos que se escuchaban a media noche. Tanto silencio hacia más que audible los latidos de su corazón errático. Su respiración entrecortada indicaba la gravedad de la situación, y sus cansados pies flaqueaban de la constante necesidad de uida.

Cubrió su boca, y escondiéndose entre la aventura que daba la pared antiguamente rota, tomó en sus manos el machete que le había robado a quién sabe que criatura. Lo único audible ante ella eran los contantes jadeos extraños de la cosa asechandola. Gracias a un espejo del cuarto; aunque algo maltrecho. Podía verlo caminar, haciendo esos extraños ruidos que podrían helar a quién fuera que los escuchara. Cada pisada avecinaba la muerte, y de cada aliento de su boca mostraba indicios de no desear morir en éstos momentos.

Había pasado ya décadas en las que constante mente escapaba de esa criatura, pero no había lugar al cual ir. Cada que ese recuerdo volvía a su mente. Ése del que no quería hablar, la criatura volvía a mostrarse inmerso en secuestrarla.

Escucho risas de niños detrás de la pared de la que se escondía, volviendo a su mente ese recuerdo de la infancia. En donde reía y jugaba con Máx, un fiel amigo de ese entonces. Y en cuanto vino esa escena en su mente una mano grande y de dedos largos agarro su garganta, impidiéndole respirar o decir palabra alguna. Cada bocado de aire era quitado ferviente mente de ella, como si su cuerpo rechazara cualquier intento de alimentar sus pulmones.

- te encontré- una voz, grave, profunda y de lo más aterradora pronunció las palabras que menos eran deseadas.

La joven arañó la mano que la mantenía presa, intentando con todo su ser liberarse de tal tortura. Su garganta rascaba y podía sentir como su tráquea era cada vez más aprisionada. Tenía una intención clara, y esa era matarla.

Entre más intentos daba para poder liberarse, más recordaba a Máx. Y entre más lo recordaba, más fuerza adquiría Ése ser.

- siente lo que es la culpa. ¿Te carcome no es así? Quién siquiera pudiera haber imaginado qué tú. Alguien puro lo hubiera hecho.

Las lágrimas caían por sus mejillas, y sus ojos adquirían ese rojizo intenso en ellos. Max, la persona a la cual más había querido en el mundo aún hoy en día vivía con recelo en su memoria.

-Max - susurro entre jadeos. Solo desearía volver atrás. Volver a ese día donde todo era verdad, volver a ese día en donde no hubieran tomado esa decisión. En donde él estaría asalvo y donde ella imploraria su perdón.

Sus ojos se cerraban, casi rogando no hacerlos. Y a lo lejos podía escuchar un pitido característico de un hospital.

- la perdemos doctor. - voces eran escuchadas a lo lejos. Mas su vista solo veía negro

-sube la potencia - pudo sentir un choque de electricidad mover súbitamente su cuerpo adormecido. Pero su cuerpo simplemente estaba cansado.

La oscuridad iba profundisandose cada vez más. Sintiendo su cuerpo irse de ella, como si no fuera capaz de sentir que tiene un cuerpo en el cual habitar su alma en pena.

Max. Había sido uno de sus amigos más cercanos, alguien a quien había querido al igual que un hermano. Su consejero de vida y del corazón, el payazo de circo que siempre le daba la razón. Max era alguien que siempre la encontraba donde fuese, cosa que volvieron costumbre entre ellos. No había algo más hermoso que jugar a encontrarse.

Se conocieron de niños, recordaba aún si primer día en el jardín de infantes, en donde con miedo y recelosa que su madre pudiera abandonarla. Max aparecía jugando para distraerla y sacando sus sonrisas más bellas. En la primaria, comenzaban a crear más de una locura disparatada, y habían adquirido como pasatiempo de cada invierno, visitar los bosques de la ciudad. Un lugar de criaturas silvestres y de ríos cerca de los montes.

La siudad en la que vivian era algo pequeña, la gente no era mucha, pero los corazones y la fidelidad de la gente lo hacía más que acogedor para quien sea. Algo que más de una vez atraía turistas.

En la adolescencia, había algo que se percibía. Máx se comportaba extraño, dubitativo y hasta esquivo. Su amiga de toda la vida, sabía perfectamente que algo había pasado. Siempre mostraba ser algo receloso con sus secretos, más cuando no eran buenos. Así que lo hizo, sin más que decir. Y cansada de tantos esquivos. Siguió a Máx hacia el bosque, notando el anochecer pisandole los talones. Tomó su linterna, y aferrándose como si fuera su propia vida, caminó hasta lo más profundo. Casi lo perdía al girar entre las arboledas, pero no había nada más reconocible para ella que esa capucha roja que siempre llevaba con él.

Apresuró sus pasos escuchando como con cada pisada eran rotas ojas y ramas. Curiosa por la travesura a la cual seguramente se había metido su compañero de aventuras, lo vio entrar en una cueva que nunca se había percatado haber visto antes. Con paso sigiloso, entró después de él buscando en que sostenerse, la cueva era húmeda y fría. Con estalactitas y estalactitas por donde quiera, y un lago en el medio de ella. Aunque extrañamente brillaba a la vista, Máx sin haberse percatado aún de su presencia, se dejó undir en ella. La joven, aterrada de que pudiera ahogarse. Corrió deprisa detrás de sus pasos, tropezando por el resbaloso suelo. Cayendo dentro de ella. Obviamente no sabía nadar, y dándose cuenta de su terquedad y curiosidad. Fue testigo de sus acciones mal pensadas.

Desde entonces los recuerdos son borrosos, así que no entendía quién era el que hablaba. O quien era incluso quien gritaba. Sólo sabía una cosa, y es que desde entonces ese ser la buscaba. Y nunca de ella se olvidaba.

Las luces comenzaban a estorbarle en la cara, pero su cuerpo ni aún así reaccionaba. Las manos frías demostraban que pronto se iría, pero no quería irse sin haber primero encontrado a Máx.

- por favor juliana, despierta. Juro no volver a ocultarte nada, mal de mi al no darme cuenta que me buscabas.

A lo lejos podía distinguir la voz de la persona que tanto buscaba. Y de su cuello, las manos de la criatura se aflojaban receloso ante su vos.

Máx, pronunciaba su mente nublada.

Su corazón era débil. Y poco se escuchaba, uno tras otro los choquen en su cuerpo se repartían hasta poder oír que la máquina al fin daba esos sonidos que demostraban que aún la vida no la dejaba.

Su cuerpo comenzaba a tener fuerzas, y sus ojos abría lentamente ante la luz cegadora. Podía sentir que nada sostenía su cuello, y al contrario. A su lado aparecía la persona que tanto anhelaba poder encontrar.

Máx.

El recuerdo había vuelto apenas a su memoria algo difusa, mostrando que max la había rescatado de lago. Pero no había despertado. Receloso y angustiado, la tomó en brazos corriendo asustado que no despertara. Tomó la bolsa que escondía en ese lago, cargandola con fuerza detrás de su espalda. Tomando a ella en sus brazos, y saliendo del bosque en busca de alguna ayuda que pudiera darle una mano.

Habían corrido al hospital más cercano, y sin más la habían internado. Las horas pasaban y por más que preguntaba no podían darle una respuesta que dijera algo de su estado. Maldecía en sus adentros no poder tener una respuesta que validara que estuviera bien, solo rogaba poder darle el regalo que con tanto recelo escondía en aquel lago. El recuerdo de cada cosa que habían experimentado lo había recolectado, y con hojas y ramas había hecho un cuadro en el que mostraban ambas vidas acompañadas en cada año que habían pasado juntos.

Lejos imaginaba él que ella podría haber estado en peligro por una situación que ella misma había creado, de la culpa por él. La culpa de no haber podido encontrarlo.

La culpa que ahora se disipaba al poder divisarlo a su lado. Y de la cual veía que casi la había matado.


                              Fin.

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