Uno

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La noche fue más complicada de lo que pensaba. Realmente no entendía ni cómo había sobrevivido a tantas criaturas hostiles antes de llegar a casa, incluso puede decir que fue pura obra divina por la cual salió sin ninguna herida grave, solo pequeños rasguños en su piel que sabe que no tardaran mucho en sanar.

Avanza con lentitud, sintiendo como el peso de su cuerpo se va sobre sus pies a medida que avanza. Está cansado, no lo suficiente como para fallecer en ese instante, pero sí necesitaba un breve descanso después de tener la sensación de muerte hace un instante.

Un suspiro salió de su boca al llegar a la zona de su base, justo en la intemperie y sin una cubierta o muro que los protegiera. Aún recuerda como Missa y Quackity entraron exaltados con su respiración errática, sudando, casi falleciendo en el pasillo porque se habían encontrado a dos criaturas hostiles al salir de casa.

El de gorro de lana se aventó sin más haciéndose el valiente. Pero lo que no contaba era que una de las criaturas era de categoría dos, así pues a ambos los levantó del suelo y los dejó a dos corazones.

Recuerda que ese día ni el esqueleto ni el pato querían salir, incluso cuando les dijo que ya había despejado el área. Solo fue que salieron cuando el ente les prometió conseguirles cualquier cosa.

Se ríe al recordar que el pato le pidió como recompensa un beso francés junto a una “noche de pasión”, pero lo único cercano que recibió fue besar el suelo al salir de casa.

Quackity estaba tan abochornado, pero todavía no desiste en su recompensa.

Ríe al recordar la insistencia del pato por su recompensa, parecida a un niño cuyo juguete le han prometido comprar. Pero su risa termina cuando al abrir la puerta de su hogar un olor invasivo se aloja en sus fosas nasales.

Es un olor que se asemeja a un café puro, es chocolatoso sin quitar lo amargo, tan adictivo y placentero para sus sentidos que la sensación de cansancio se disipa casi por completo.

Es un olor característico que usualmente es imperceptible. Un olor que reconoce porque ha estado en contacto directo. Un olor que le pertenece a una persona híbrida que aun si no estuviera en sus cinco sentidos, podría hacerte mierda en solo dos segundos.

Un olor de un oso en celo.

Sus instintos, los mismos que lo ayudan a sobrevivir, le dicen que avance. Le exigen que busque a la persona con el olor tan adictivamente placentero; le gritan que es su deber reclamar lo que está en su casa, y desean con fuerza saborear más de cerca a la persona cuyo olor tan exquisito lo embriaga y lo ciega de lo correcto.

Y aunque sus piernas pican para subir escaleras arriba, no lo hace. Se queda a revisar cada rincón de la planta baja, buscando algún indicio de los demás integrantes. Mas al revisar las salas no encuentra a nadie de su equipo, siendo lo más cercano una nota de Quackity diciendo que no lo esperen despierto.

Sus pasos se detienen frente a la escalera. Se mentaliza un poco antes de avanzar, al mismo tiempo que una brisa se asoma por aquella casa sellada, pasa con ligereza por su cuerpo y provoca un sentimiento de escalofríos que va hacia su espina dorsal.

Subió escalón por escalón, sintiendo como en cada paso se elevaban sus sentidos de peligro, que no paró de aumentar incluso cuando llegó a la zona de arriba. Y junto a ellos yace una sensación de vulnerabilidad otorgándole un mal presagio.

Al llegar solo se queda quieto, observando la gran sala que conectaba los cuartos.

Debe irse a su habitación, encerrarse con veinte candados y dormir bajo treinta frazadas para evitar cualquier idiotez que pueda hacer. Su día fue largo, y él mismo sabe que debe descansar para tener fuerzas al día siguiente, sabe que lo mejor era ignorar lo que diga su naturaleza, ignorar la sensación embriagante de aquel olor caótico que a cada momento aumentaba la tentación.

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