En las profundidades de los bosques densos y oscuros del norte de Europa, existe una leyenda que ha pasado de generación en generación entre los habitantes de la región. Hablan de un ser extraño y aterrador conocido como el "Umbralus".
La historia comienza en un pequeño pueblo llamado Grettenholm, un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido. Los habitantes vivían de la agricultura y la caza, y rara vez se aventuraban más allá de los límites del bosque que rodeaba su hogar. Los ancianos del pueblo siempre advertían a los niños que nunca se adentraran demasiado en el bosque, pues allí, decían, moraba el Umbralus, una criatura que podía llevarte a dimensiones desconocidas.
Según la leyenda, el Umbralus no era un ser tangible, sino una manifestación de puertas antiguas y misteriosas que aparecían de la nada en el corazón del bosque. Estas puertas, hechas de madera vieja y cubierta de musgo, se materializaban en lugares aleatorios y solo podían ser vistas por aquellos que estaban destinados a encontrarlas. Quienes cruzaban el umbral de una de estas puertas desaparecían sin dejar rastro, y se decía que eran transportados a mundos paralelos llenos de peligros inimaginables.
Una noche oscura de invierno, cuando la luna apenas se asomaba entre las nubes, un joven llamado Erik decidió desafiar las advertencias. Cansado de la monotonía del pueblo y atraído por la curiosidad, se aventuró solo en el bosque. Llevaba consigo una linterna de aceite y una navaja, sin imaginar lo que le esperaba.
Después de horas de caminar en silencio, Erik se encontró en un claro del bosque. Allí, en medio de la nada, vio una puerta. Era una puerta imponente, de madera oscura y llena de tallados en espiral que parecían moverse bajo la luz tenue de la linterna. A medida que se acercaba, sintió una mezcla de temor y fascinación.
Decidido a descubrir la verdad detrás de la leyenda, Erik empujó la puerta y entró. Lo que vio al otro lado lo dejó sin aliento. Se encontraba en un mundo completamente diferente, un lugar donde los colores eran más vibrantes y las formas parecían distorsionarse. Árboles gigantescos con hojas de cristal, ríos de agua luminiscente y criaturas extrañas que lo observaban desde las sombras.
Erik avanzó con cautela, tratando de entender dónde estaba. Pronto se dio cuenta de que no estaba solo. Un susurro suave y melodioso lo llamó por su nombre, guiándolo hacia un sendero oculto entre la vegetación. Siguiendo el sonido, llegó a un claro donde un ser etéreo lo esperaba. Era el Umbralus, una entidad de apariencia cambiante, que parecía una amalgama de todas las puertas que Erik había visto en su vida.
El Umbralus habló en un tono profundo y resonante, diciéndole que había sido elegido para cruzar al otro lado, para convertirse en el guardián de los portales entre dimensiones. Erik, aunque temeroso, sintió una extraña sensación de propósito. Aceptó su destino, y el Umbralus lo llevó a través de una serie de pruebas que desafiaron su valor, su ingenio y su capacidad de adaptación.
Durante años, Erik vivió en ese mundo paralelo, aprendiendo los secretos de las puertas y los mundos a los que conducían. Descubrió que cada puerta era una conexión entre diferentes realidades, y que el Umbralus necesitaba un guardián humano para mantener el equilibrio entre ellas. Erik, con el tiempo, se convirtió en un maestro de los portales, capaz de abrir y cerrar puertas a voluntad.
Sin embargo, su corazón siempre anhelaba regresar a su hogar. Después de lo que parecieron décadas en ese extraño mundo, el Umbralus le concedió un último deseo. Erik pidió volver a Grettenholm, al bosque donde todo había comenzado. El Umbralus, conmovido por su lealtad y determinación, le permitió cruzar una última puerta que lo llevó de regreso.
Cuando Erik regresó a su pueblo, encontró que apenas había pasado una noche desde su partida. Los habitantes lo recibieron con asombro, pues creían que había desaparecido para siempre. Erik les contó su historia, y aunque pocos le creyeron, algunos comenzaron a mirar el bosque con nuevos ojos, conscientes de que algo más allá de su comprensión habitaba entre los árboles.
Erik dedicó el resto de su vida a proteger a su pueblo y a explorar los secretos del bosque. Se convirtió en una figura legendaria, el hombre que cruzó al otro lado y regresó. Y aunque nunca volvió a encontrar otra puerta, siempre supo que el Umbralus estaba allí, vigilando y esperando al próximo elegido.
Así, la leyenda del Umbralus continuó viviendo en los corazones y las mentes de los habitantes de Grettenholm, una advertencia y una promesa de que hay mundos más allá del nuestro, esperando ser descubiertos por aquellos valientes o insensatos suficientes para cruzar el umbral.