06; El conjunto que Jake se compró.

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Jake despertó embriagado con el perfume de Heeseung, y su cabello haciéndole cosquillas en la punta de la nariz. Se desprendió del sueño poco a poco, a duras penas logrando distinguir sus fantasías de la realidad.

Tenía la mano descansando en la cintura de Heeseung, y oía su respiración como un susurro, y sentía recorriéndole el cuerpo, una ola dulzona y tibia. La primavera se anunciaba en las nuevas hojas en los árboles en la calle, en el cantar de los pájaros, y en la panza de Jake, como mariposas.

Apretó suavemente su cintura. No intentaba despertarlo, sólo quería saber si era real.

El chico se acomodó en la cama, y en sus labios se dibujó una perezosa sonrisa. Tomó la mano de Jake, y la aferró frente a su pecho, enredado entre sueños.

Jake se reincorporó con suavidad, su mano aprisionada todavía entre los largos dedos de Heeseung, no se quejaba. Las cortinas de Heeseung estaban cerradas, pero todavía se filtraba la luz. Pensó, recapitulando todo lo que había ocurrido, que se habían acostado bien entrada la mañana, y que hacía horas debían haber pasado el mediodía, a juzgar por lo bien descansado que se sentía.

Heeseung dormía con el ceño fruncido, con la típica cara seria que tenía cuando se concentraba. Parecía estar soñando algo bonito, a juzgar por los hoyuelos en sus mejillas.

Mientras Jake sonreía, observándolo, sintió más piezas acomodarse dentro suyo, al ritmo de una música tan excitante como familiar.

Jake siempre había adorado ser la "cuchara grande". Se sentía natural, de alguna manera, porque era el hombre, y eso es lo que los hombres hacen: se acuestan con mujeres, las abrazan y protegen. Siempre lo había adorado, también, porque lo hacía sentirse a salvo saber que lo notaría si la chica despertara, saber que no podía verlo en esa posición. No era nuevo enterarse de que ser la cuchara grande le daba seguridad, pero sí lo era el saber por qué.

Últimamente era común encontrarse consigo mismo hasta en los detalles más pequeños, observarse haciendo cosas que hacía siempre y preguntándose cómo podía ser que las hubiese intelectualizado por tanto tiempo hasta convencerse de que no significaban nada. Este era otro ejemplo. Jake todavía amaba ser la cuchara grande, pero sólo porque le permitía observar a Heeseung entre sueños, y sentir su piel bajo las palmas de sus manos.

Le corrió el cabello del cuello con un tímido gesto del mentón, tenía las manos ocupadas, y le besó la línea de su mandíbula, porque no sabía cómo resistirse.

Heeseung soltó una adorable carcajada, y se encogió de hombros, aferrándose todavía más fuerte a la mano de Jake.

—Me haces cosquillas.— protestó entre risas.

Jake quiso controlar la sonrisa, pero sólo hizo que le dolieran un poco más las mejillas.

—Buen día.— dijo, y Heeseung finalmente lo soltó para girarse en el colchón.

—Buen día.

Se besaron perezosamente, todavía demasiado cansados para hablar. El aliento de Heeseung apestaba a alcohol, y a sueño, y al cuerpo de Jake. Era amargo y terrenal, y Jake jamás en su vida había saboreado algo tan rico.

Jake anidó sus manos en el cuello de Heeseung, jugando con su cabello con dulzura mientras se miraban, enterrando los dedos detrás de su nuca con desesperación, cuando se besaban. Los besos eran húmedos, oscuros, y lentos, sabían a miedo, un poco, maquillados por el silencio y la duda. Eran también inagotables, un poco adictivos.

Hablaron del asunto casi una hora después, cuando la alternancia entre besos y miradas los había dejado calientes y al borde de la reincidencia. Fue Jake quien trajo el tema, alejándose del cuerpo de Heeseung a duras penas, duro y desnudo bajo las sábanas, con la piel de gallina.

𝖻𝗈𝗇𝗂𝗍𝗈 ( 𝗉𝖺𝗋𝖺 𝗍𝗂 ) ֶָ֢⊹𐙚 𝗵𝗲𝗲𝗷𝗮𝗸𝗲ᵃᵈᵃᵖᵗDonde viven las historias. Descúbrelo ahora