14- Encerrada

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Y aquí estaba una vez más... No creí que tuviera que volver antes de tiempo, aún no estaba preparada mentalmente y mucho menos en esta situación tan desagradable.

No sabía con que me iba a enfrentar cuando coloque un pie dentro de esa casa.

Temblaba. Pero no de frío sino de nerviosismo mezclado con miedo, miedo por pensar que me hizo venir hasta aquí pero que no tenga intenciones de devolverme a mi hija.

No me doy cuenta de cuánto tiempo llevo parada aquí afuera del portón sin atreverme a seguir, solo reacciono cuando la puerta se abre.

Marcos sonríe pero no es una sonrisa amistosa, lejos está de serlo, está sonrisa es burlona e irónica.

Una que conocía a la perfección.

-- Fiorellina, te estaba esperando ¿Que haces ahí parada?- coloca una mano en mi hombro y me insita a seguir, mi cuerpo se tensa automáticamente, el lo nota porque su sonrisa se ensancha.

Cuando entramos a la casa, todo está en un infinito silencio, un silencio que se siente pesado y lleno de engaños.

-- ¿Dónde está mi hija? Quiero verla.- volteo a verlo.

-- ¿No quieres conversar un rato con tu esposo?- dice con sarcasmo.

-- Quiero ver, no, te exijo ver a mi hija, Marcos.

El rueda los ojos- Siempre tan terca, bien... Traela.- Dice mirando al pasillo, yo no puedo ver a quien le habla debido al lugar en donde estoy.

Abro mis ojos como platos al ver a la persona que aparece con mi hija dormida en sus brazos, el enojo me consume rápidamente.

-- ¡Dame a mi hija!- intento acercarme pero Marcos me sujeta de los brazos impidiendomelo.

-- Tranquila, he cuidado muy bien a mi sobrina.- dice con sorna Liz.

Apretó mis dientes, sintiéndome impotente, estoy aquí entre las dos personas que más me han hecho daño sin ser capaz de defenderme.

Lloro sin poder evitarlo, quiero gritar pero no serviría de nada.

-- Oh, no llores querida, no pasará nada... A menos que no quieras colaborar con nosotros.

--¿Que quieren? Joder, solo díganme qué es lo que quieren y déjenme en paz.- susurro porque siento que si hablo duro volveré a llorar y eso es lo que menos quiero.

-- La custodia de Lydie.

Levanto la mirada exaltada, en este momento un terrible miedo me azota al entender la situación.

Marcos lo sabe. Y para más me lo confirma.

-- Se que estás planeando meterme a la cárcel- me agarra del cabello haciéndome la cabeza hacia atrás, suelto un quejido entre dientes-. Admito que me sorprendiste, a la final resultaste no ser tan tonta como creí ¿Cómo no pude darme cuenta de que me espiabas? Pero bueno a la final tu misma me diste el aviso, te agradezco por eso.- me da un beso en la mejilla que me genera náuseas.

Me suelta con brusquedad, caigo en el sofá frente a mi, alzó la vista hacia Liz quien estuvo presente en todo momento solo para encontrarme con su mirada impasible.

-- No te daré a mi hija.

El ríe- Sabía que no ibas a colaborar tan fácilmente.- voltea hacia Liz haciéndole una seña a lo que ella da la vuelta y desaparece, pero vuelve minutos después.

Me levanto al ver a los tres hombres que vienen con ella, retrocedo lentamente respirando agitada.

-- Sujetenla y encierrenla en la habitación que indicamos.- ordena Liz.

¿Por qué tú Liz?

Los hombres se acercan a mi, intento forcejear pero es en vano, me sujetan de los brazos arrastrandome hacia una habitación que conocía muy bien: La habitación que planeaba usar para invitados con niños ¿Por qué? La habitación imposibilita escuchar cualquier ruido que se haga aquí dentro.

Maldita sea la hora en que se me ocurrió creer que esto era buena idea.

Me lanzan hacia adentro a la vez que cierran con candado la puerta.

-- ¡No, por favor, déjenme salir!- golpeó la puerta con desesperación, nuevas lágrimas aparecen amenazando con salir.

Me alejo de la puerta cuando Marcos se apoya en ella del otro lado.

-- Te dejare ir una vez que hayas firmado los jodidos papeles de custodia, Fiorellina. Esa es la única forma en que te deje salir de aquí.

-- No lo haré.

-- Bien, entonces disfruta de tu estadía.

Me dejó caer contra la pared cuando se va, estoy realmente jodida, una vez más me siento como una auténtica estúpida.

Encojo mis piernas pegandolas a mi pecho. Sonrío con lastima al ver que en verdad se cumplió lo que pensé antes de entrar aquí.

Debí hacerte caso Leandro.

Amor consumado ✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora