Bailar con el Diablo.

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Antes del desastre que significo la llegada de Matska Belmonde a sus vidas, el día anterior para ser más precisos, mientras miraban las estrellas y se bebían de copa en copa el burbujeante champan, entre risas, besos y miradas que claramente sugerían algo más, a la mente de Laura llego una idea que le resultaba de lo más interesante y divertida en cierto modo. Tal vez era un poco inapropiado decirlo justo ahora que las cosas iban por un considerable buen camino, pero desaprovechar tan perfecta oportunidad, ahí en aquel extenso solar, teniendo sobre sus cabezas todo un firmamento repleto de estrellas en lo infinito de su magnífica extensión sería algo que Laura no se podría perdonar.

Carmilla la estaba besando para entonces y Laura se derretía ante aquel excelso sabor que a causa de peculiares razones en él pudiese identificar algo parecido al hierro, poco importaba en aquel glorioso momento. Estaban sentadas en una banca de la extensa terraza, solas, sin nadie que pudiese osar en interrumpirlas en esta ocasión mientras que las ansiosas manos del vampiro se introducían bajo la falda de su vestido acariciando sus muslos en un ritmo lento pero sensual que provocaba en ella mil y un sensaciones gloriosas. Era un oferta tentadora y todavía ni estaba negociada, y el apasionado contacto labio con labio solo aumentaba las ganas de más, pero era ahora o nunca y una vez que cumpliera con su objetivo podrían lidiar con sus incontrolables deseos más tarde.

Suavemente se separo de su novia aprovechando para tomar oxigeno y saborear la esencia que se rehusó a abandonar su boca. Carmilla la mira confundida y estaba a punto de preguntar si algo andaba mal cuando Laura se le adelanto.

-Enséñame a bailar.

-¿Qué?

Laura rió cuando capto el semblante confuso, impresionado y a la vez gracioso en el rostro del vampiro.

-Enséñame a bailar— Repitió y esta vez Carmilla pudo responder con coherencia.

-¿Y puedo saber a qué viene eso, justo ahora?— Enfatizo.

-Oh, vamos Carm. No sé bailar y tú eres un vampiro, has asistido a cientos de bailes y debiste haber bailado con muchas personas antes.

-Bueno si, pero no entiendo porque te interesa tanto ¿Hay alguna razón en especial?

Laura ya se esperaba una pregunta de ese estilo y aun teniendo la respuesta le daba un poco de vergüenza responderla. Desvío la mirada a otro lado cuando sus mejillas se tiñeron de un suave color rojizo por la pena, Carmilla lo noto y no lo dejo pasar por alto. Laura era muy obvia aun cuando intentaba disimularle algo.

-¿Entonces?

-Es que yo— Tartamudeo—... yo... En verdad me gustaría bailar contigo, Carm.

Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de la aludida. Demonios, le encantaba tanto esa chica que hasta su torpeza le parecía adorable, y no es que lo fuese a admitir, tenía una reputación que mantener.

-Oh Cupcacke, si ese es el caso pudiste habérmelo dicho antes.

Y a continuación Carmilla se puso de pie caminando hasta un punto del solar donde encendió una vieja radio cuya existencia Laura acababa de notar. Una suave melodía salió del aparato que, por más antiguo que pareciese, todavía funcionaba a la perfección. Se permitió distraerse un momento para admirar el ambiente que se había creado al encender la radio, la melodía se adaptaba muy bien con las luces de las lámparas colgantes, con las estrellas y la luna reclamado su lugar en la más alta posición del gran cielo nocturno. Laura rió; aquello parecía una de esas absurdas películas de romance. Y para cuando miro al frente vio a Carmilla de pie ante ella, sonriendo de medio lado mientras que con un galante movimiento –cuya definición traspasaba los límites de la sensualidad viniendo de ella— le extendía una mano.

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