Cap 3

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Con el sol golpeaba suavemente mi rostro, abrí los ojos y me di cuenta de que estaba sola en la habitación. Aunque sabía que era la norma, aún había una pequeña esperanza en mi interior de que algún día despertaría a su lado o lo vería dormir mientras yo me levantaba primero. Pero, una vez más, esas ilusiones se desvanecieron. Sacudí esos pensamientos de mi cabeza y comencé a explorar la habitación con la mirada.

Mis ojos se posaron en mi ropa limpia y ordenada, dispuesta a los pies de la cama, y en el desayuno preparado en la mesita. Me adentré en el baño y tomé una ducha lenta y prolongada, dejando que el agua caliente calmara mi mente y mi cuerpo. Al salir de la ducha, me dirigí a la alcoba y me senté para disfrutar del desayuno que habían dejado para mí.

Había algo extraño en la forma en que ese hombre insistía en que comiera. Sabía que las consecuencias de no hacerlo eran terribles. Mi estómago se revolvía de ansiedad mientras saboreaba cada bocado, sabiendo que era una forma de mantenerlo contento y evitar cualquier represalia. Era una dinámica tóxica y opresiva, pero por algún motivo, me sentía atrapada en ella.

Mientras masticaba cada bocado, sentía una mezcla de gratitud y resentimiento. Agradecía tener algo de comida frente a mí, pero resentía la dependencia que había desarrollado. Me di cuenta de que mi vida se había convertido en una jaula dorada, llena de lujos superficiales pero vacía de libertad y amor. Sin embargo, en ese momento, solo podía concentrarme en terminar mi desayuno y cumplir con las expectativas impuestas sobre mí.

Una vez que terminé de comer, me levanté y me preparé para enfrentar otro día en esta prisión invisible. Acomodé mi ropa, intentando ocultar cualquier rastro de la noche anterior. Me miré en el espejo, buscando fuerza en mis propios ojos cansados. Sabía que necesitaba encontrar una manera de escapar de esta situación, de romper las cadenas que me ataban.

Con determinación en mi corazón, salí de la habitación y me adentré en el mundo exterior, prometiéndome a mí misma que encontraría mi libertad, que algún día dejaría atrás esta vida de apariencias y sometimiento.

Al momento de salir, los sirvientes abrieron las puertas y prepararon mi moto. Aunque no era más que una posesión para ellos, me trataban con respeto, lo cual resultaba extraño considerando que solo era una más de las pertenencias de su líder. Él era un hombre que siempre conseguía lo que quería, cuando lo quería.

Cerré los ojos con fuerza, parpadeando rápidamente como si quisiera borrar esos pensamientos de mi mente. No quería seguir pensando en esa dinámica opresiva y en la falta de libertad que experimentaba. Decidí enfocarme en el momento presente y en tomar acciones para cambiar mi situación.

Subí a la moto y encendí el motor, sintiendo la vibración bajo mis manos. El rugido del escape rompió el silencio y me llenó de una sensación de libertad momentánea. Aceleré y me adentré en el camino, dejando atrás la mansión y todo lo que representaba.

Mientras conducía, el viento acariciaba mi rostro, y sentía cómo mis pensamientos se iban despejando. Me prometí a mí misma que buscaría una salida, que encontraría la fuerza y el coraje para liberarme de las cadenas que me ataban. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidida a luchar por mi libertad y por construir una vida en la que pudiera ser dueña de mis propias decisiones y encontrar la felicidad verdadera.

Con cada kilómetro que dejaba atrás, sentía una renovada determinación. No sabía cuál sería el camino a seguir, pero estaba dispuesta a explorar todas las posibilidades y a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino. No permitiría que mi vida fuera definida por las expectativas y deseos de otros. Era hora de tomar las riendas de mi destino y encontrar mi propia voz.

Al llegar a la Central General de Líderes en contra de lo delictivo, detuve mi moto, lo que provocó que todos los soldados presentes se detuvieran y me saludaran con respeto, colocando una mano en el pecho. Asentí en respuesta y seguí caminando. A pesar de mi joven edad de 23 años, había acumulado muchos méritos gracias a la influencia de mis padres, quienes me habían introducido en este mundo desde muy temprana edad. Les estaba agradecida, ya que ambos eran igualmente hábiles en el campo.

Anhelos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora