Capítulo 4: El Legado de los Guardianes

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Capítulo 4: El Legado de los Guardianes

La antigua iglesia de Lyon se erguía majestuosa y silenciosa bajo el cielo nocturno. La luna llena iluminaba sus vitrales rotos, proyectando sombras inquietantes en el suelo de mármol. En el interior, Paramo, Jean y yo nos encontrábamos sumergidos en los secretos del códice, buscando desesperadamente respuestas sobre cómo usar la Byonet para enfrentar a los Noxarii.

Las páginas del códice estaban llenas de inscripciones y diagramas que describían antiguos rituales y encantamientos. A medida que avanzábamos en nuestra lectura, una sensación de urgencia se apoderaba de nosotros. Podía sentir la presencia de los Noxarii acechándonos, como si supieran que estábamos más cerca de descubrir su debilidad.

—Aquí, miren esto —dije, señalando una página con un diagrama de un violín rodeado por un aura brillante—. Habla sobre cómo canalizar la energía del violín para crear un escudo de protección.

Paramo asintió con seriedad.

—Este es el conocimiento que necesitábamos. Trystan, tu madre era experta en estos encantamientos. Con práctica, podrás dominarlos también.

Jean observaba atentamente, su rostro iluminado por una mezcla de asombro y determinación.

—¿Cuánto tiempo crees que tomará aprender esto? —preguntó Jean, preocupado.

—No tenemos mucho tiempo —respondió Paramo—. Los Noxarii se están volviendo más audaces. Necesitamos actuar rápido.

Un Ataque Inesperado

De repente, un estruendo resonó en la iglesia, haciendo eco en las paredes de piedra. Nos miramos con alarma y supe que el tiempo se nos acababa. Los Noxarii estaban aquí.

—¡Prepárense! —gritó Paramo, levantando su mano para convocar sus esferas de luz.

Un grupo de Noxarii irrumpió en la iglesia, sus ojos brillando con malicia y sus cuerpos envueltos en una niebla oscura. Eran más aterradores de lo que recordaba, y su presencia hacía que el aire se sintiera frío y pesado.

—Trystan, toca el violín —ordenó Paramo—. Necesitamos ese escudo de protección.

Mis manos temblaban mientras sacaba el violín de su estuche. Recordé las enseñanzas de mi madre, visualizando la energía fluyendo a través del instrumento. Cerré los ojos y comencé a tocar una melodía poderosa y envolvente. Las notas resonaron en la iglesia, creando ondas de energía luminosa.

Los Noxarii se detuvieron, sus cuerpos retorciéndose ante la luz emanada por la música. Podía ver cómo la niebla oscura alrededor de ellos se disipaba, pero seguían avanzando, con ojos llenos de odio.

La Batalla

Paramo lanzó sus esferas de luz contra los Noxarii, cada explosión de luz los hacía retroceder y gritar de dolor. Jean, sin embargo, se movía con agilidad, usando una espada que Paramo le había dado anteriormente para defenderse de los ataques.

—¡No podemos mantener esto mucho tiempo! —gritó Jean, jadeando mientras bloqueaba un ataque.

Sentí el sudor corriendo por mi frente, pero no podía detenerme. Toqué con más fervor, intentando concentrar toda mi energía en la melodía. Una luz cegadora comenzó a emanar del violín, formando un escudo a nuestro alrededor.

—¡Lo estás haciendo, Trystan! —gritó Paramo—. ¡Sigue así!

Los Noxarii aullaban, sus cuerpos desintegrándose al contacto con la luz. Sin embargo, de entre las sombras, una figura mucho más grande y oscura emergió. Su presencia era abrumadora y su mirada, una promesa de destrucción.

—Juska —murmuró Paramo, su voz cargada de temor.

Enfrentando a Juska

Juska se acercó lentamente, su poder palpable en el aire. Con un simple gesto de su mano, lanzó a Paramo contra una pared, dejándolo inconsciente. Jean intentó atacar, pero Juska lo repelió fácilmente, enviándolo a volar a través de la iglesia.

—Así que tú eres el portador de la Byonet —dijo Juska, su voz resonando como un trueno—. Tu madre fue una espina en mi costado. Ahora tú pagarás por sus actos.

El miedo me paralizó momentáneamente, pero luego recordé las palabras de mi padre y el sacrificio de mi madre. No podía dejar que su legado se perdiera. Toqué el violín con una fuerza renovada, la luz del escudo intensificándose.

—¡No te tengo miedo, Juska! —grité, la música llenando la iglesia.

Juska rió, un sonido que helaba la sangre.

—El miedo no es necesario para que mueras, Trystan.

Con un movimiento rápido, lanzó un rayo oscuro hacia mí. El impacto me hizo caer al suelo, el violín resbalando de mis manos. Sentí un dolor agudo, pero no podía rendirme. Vi a Jean, apenas consciente, tratando de levantarse.

—¡Trystan, no te rindas! —gritó Jean, su voz quebrada pero llena de determinación.

Luchando contra el dolor, tomé el violín nuevamente y comencé a tocar. La luz regresó, pero esta vez, algo diferente sucedió. La música se entrelazó con una energía desconocida, una fuerza que no había sentido antes. El escudo se transformó en una barrera de pura luz divina.

Juska retrocedió, sorprendido.

—¿Qué es esto? —gruñó, sus ojos llenos de furia.

La figura de una mujer apareció detrás de la luz. Era etérea, casi transparente, pero su presencia era inconfundible. Era mi madre.

—Trystan, usa nuestro poder —dijo su voz, suave pero poderosa—. Protege a los que amas.

La Decisión

Sentí una oleada de energía fluyendo a través de mí, guiada por la presencia de mi madre. La música se intensificó y la barrera de luz se expandió, envolviendo a Juska. Él gritó, tratando de romper la barrera, pero no podía escapar.

—¡No! ¡Esto no puede ser! —bramó, su forma empezando a desintegrarse bajo la intensidad de la luz.

Con un último esfuerzo, canalicé toda la energía restante en el violín, creando una explosión de luz que iluminó toda la iglesia. Juska se desvaneció en un grito de desesperación, su forma disolviéndose en la nada.

El silencio cayó sobre la iglesia, solo roto por el sonido de mi respiración entrecortada. La figura de mi madre se desvaneció lentamente, pero no antes de mirarme con una sonrisa de orgullo.

—Estoy tan orgullosa de ti, Trystan —dijo, su voz desapareciendo con ella.

La Resurrección de la Esperanza

Paramo se levantó con dificultad, apoyándose en una pared. Jean, tambaleándose, se acercó a mí y me ayudó a ponerme de pie.

—Lo lograste, Trystan —dijo Jean, sonriendo débilmente.

Paramo se acercó y me puso una mano en el hombro.

—Tu madre estaría orgullosa. Has demostrado ser un verdadero guardián.

Aunque el dolor aún persistía, una sensación de paz y esperanza llenó mi corazón. Sabía que la batalla no había terminado, pero habíamos ganado una victoria importante.

—Tenemos que seguir —dijo Paramo—. Hay más que aprender y más enemigos que enfrentar, pero ahora sabemos que puedes hacerlo, Trystan.

Salimos de la iglesia, la luz del amanecer comenzando a iluminar la ciudad. Sabía que este era solo el comienzo de nuestra lucha contra los Noxarii, pero ahora tenía la fuerza y el conocimiento para enfrentarlos. Con mis amigos a mi lado y el poder de la Byonet, estaba listo para cualquier desafío que viniera.

Mientras caminábamos hacia un nuevo amanecer, una figura oscura observaba desde las sombras, sus ojos llenos de promesas de venganza. La batalla contra los Noxarii estaba lejos de terminar, y Juska no sería el último desafío que enfrentaríamos.

La "Melodía de Trystan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora