7. JARTOS D'AGUANTAR

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Y allá en las calles, de aquí p'alla

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Y allá en las calles, de aquí p'alla

to embolillao buscando un bar.

Dulce refugio pa' llegar con los colegas a brindar

sin olvidar que estamos jartos d'aguantar

Jartos d'aguantar, Reincidentes.

La noche anterior había sido demasiado intensa. A pesar de que estaba recuperándome de lo de Alfonso y el desquite con Nico me ha venido bastante bien, no puedo dejar de pensar en retomar de nuevo las riendas de mi vida. Con un poco de resaca, me levanto de la cama para darme una ducha teniendo cuidado de no levantar a Pilar, que está roncando a pierna suelta en una cama que instalamos en la habitación hace años para cuando viniese a visitarme.

Cuando estoy un poco más despejada y con un café en la mano, cojo mi ordenador portátil y me dirijo al salón. Es bastante tarde, pues anoche trasnochamos bastante hablando con la emoción del momento, y mi madre ya está dando vueltas por la casa cantando en voz baja.

—¡Buenos días, hija! ¿Qué tal fue la noche? —Intenta fingir indiferencia, pero noto enseguida que está emocionada y nerviosa, pues era el primer día que salía a socializar de verdad desde que volví al pueblo.

—Bastante bien, mamá —respondo mientras me siento en una de las sillas de la mesa grande y coloco el ordenador.

—Llegasteis tarde y entre risas. Os escuché —dice tratando de sonsacar más información.

—Perdona, no nos dimos cuenta. Creo que me pasé con las cervezas.

Le lanzo una sonrisa sincera y hace el efecto deseado. Me la devuelve y noto cómo se relaja. Sé que esta situación está afectándonos a todos e intento salir adelante, lo prometo, pero no está siendo nada fácil.

—¿Qué planes tienes? —Se acerca a la televisión, donde empieza a quitar el polvo acumulado.

—Voy a actualizar mi currículum, empezar a buscar algunas empresas y a ponerme disponible en las bolsas de trabajo de la provincia.

Lo digo de la manera más natural posible. De repente, mi madre me abraza por detrás, provocándome un pequeño sobresalto, y me besa la mejilla con fuerza. No dice ni una palabra, pero no hace falta. Continúa con su labor mientras yo me centro en la tarea. Hace mucho que no busco trabajo por internet y estoy un poco espesa al principio, aunque enseguida le cojo el tranquillo.

No sé cuánto tiempo ha pasado. Empiezo a sentir un rugir en mi estómago que parece decirme lo idiota que soy por no haber desayunado. Al ver que ya es la hora de comer me dirijo a la cocina, esperando poder ayudar a mi madre a cocinar, pero no la encuentro. Sin embargo, Pilar está sentada en la mesa con la cabeza entre las manos y un café delante de ella.

Las cosas que solíamos hacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora