Me desperté con el sonido del móvil, algo que odiaba con todo mi ser porque significaba que tenía que levantarme y prepararme para trabajar. Pero esa vez fue distinta, no era la alarma aquella melodía pesada e interminable que no dejaba de repetirse, sino una llamada de mi compañera de trabajo y mejor amiga.
—Dios, Carmen, más te vale que sea algo importante porque acabas de interrumpir un sueño precioso —dije, nada más descolgar y sin moverme un solo milímetro de la posición en la que me encontraba durmiendo.
—¿Qué sí es importante? Fina, que son menos diez y hoy eres tú la encargada de abrir la tienda.
Abrí los ojos a una velocidad de rayo.
—¿Cómo que menos diez?
—Menos diez, Fina, menos diez.
—Que sí, Carmen, era una pregunta retórica de esas —dije con pesadez mientras me levantaba de la cama con el móvil en la mano y buscaba mi uniforme por todos lados. —¿Don Jesús está allí?
—No, pero no tardará mucho.
Asentí, aún sabiendo que no me vería nadie.
—Prometo que antes de en punto estoy allí.
—Más te vale —finalizó, cortando la llamada.
Tiré el móvil encima de la cama antes de correr hacia el armario y sacar el uniforme que me convertía en una mujer de 1900 en el mismo instante en el que me metía esa falda gris oscura hasta por debajo de la rodillas. Aunque no podía quejarme porque la figura que me hacía me parecía asombrosa. Después, me cepillé el cabello al mismo tiempo que me quejaba de los tirones producidos por mi rapidez y poca paciencia, y mejor no describir el desastre de no colocar como deseaba las pinzas que recogían los dos mechones que más me molestaban a la hora de trabajar.
Cuando salí de casa, sin desayunar por cierto, me acordé de que no había cogido el móvil que de tan mala gana había tirado minutos antes y mi cabeza solo se determinó en pensar que se trataba de una especie de karma por tratar así de mal las cosas que tanto me habían costado conseguir. No, de hecho esa mañana no estaba siendo la mejor. Carmen se encontraba cambiando el cartel de la entrada de cerrado a abierto, y si las miradas mataran yo estaría volando por el cielo porque en cuanto me vio frente a ella sentí que se venía una buena reprimenda por mi falta de compromiso y responsabilidad.
—Buenos días, ¿cómo está lo más bonito de Madrid y del mundo entero? —comencé, siguiendo con infinitos besos en su mejilla haciéndole reír aunque en ese momento solo quisiera matarme hasta que me apartó con un pequeño empujón.
—Zalamera —susurró, cruzándose de brazos. Después, me señaló el mostrador con la mirada y asentí sin rechistar cuando me ordenó, como coordinadora de tienda, que comenzase a empaquetar todo lo sacado recientemente del almacén. —Lo quiero más que listo.
—Sí, señora.
La hice reír cuando gesticule muy exagerada la imagen de un militar cumpliendo una orden, aunque no tardó en golpear suavemente mi brazo antes de que me marchase y comenzase manos a la obra con la tarea.
—Creo que no hace falta que te diga lo poco profesional que es tu falta de compromiso, Fina.
Lo sabía, pensé.
—Lo sé, y tienes toda la razón, en serio.
Ella me miró, dejó de hacer lo que estaba haciendo y sentí su preocupación en aquella mirada:
—¿Todo esto es por ella, por Petra? Tus salidas nocturnas, tus distracciones continuas... —pero negué con la cabeza antes de que continuara.
—No, no. A ver, no te voy a negar que en su momento me dolió porque... —miré hacia todos lados para asegurarme de que nos encontrábamos solas —, creía que ella también sentía algo, pero no es así, me equivoqué y ya está. Además, que el mundo no se acaba por otro amor no correspondido.
Carmen me miró con mucha curiosidad.
—¿Otro amor no correspondido? —repitió, cruzándose de brazos deseosa por saber más sobre una herida sin cicatrizar y que seguía doliendo como al principio—. ¿Quién es el primero, si puede saberse?
—Uno que dolerá toda la vida.
—Si alguna vez quieres y necesitas hablar de ello, sabes que estoy aquí —. Asentí al mismo tiempo que sonreía, agradeciendo mentalmente que la vida me hubiese puesto en camino a este ser tan maravilloso como lo era Carmen.
La mañana pareció ser eterna, pues en ese momento me encontraba en el descanso de treinta minutos y eso solo me recordaba que aún me quedaban cuatro horas más para salir. Gaspar acababa de traerme un café y un bollo de crema de regalo por, según él, mi carita de cansada y poco simpática que traía esa mañana. Sin saber muy bien a qué se refería con su tienes una carita de cansada y de menos simpática que de costumbre, lo agradecí con una sonrisa bastante extendida porque me estaba muriendo de hambre. Pero al parecer, todo estaba en mi contra cuando Andrés apareció por la cantina y se sentó frente a mí con una expresión alarmante que me obligó a soltar el bollito, dejándolo en el plato aún impecable.
—Vaya, la alegría de la huerta —ironicé, cruzando mis brazos encima de la mesa y poniendo atención a la bomba que estaba a punto de soltar, porque estaba segura que no iba a gustarme en absoluto sus próximas palabras —. ¿Qué ha pasado?
—¿Te has dejado el móvil en casa, verdad?
Asentí, exasperada por mi olvido.
—¿Por qué? —Él se mordió el labio, parecía dudar demasiado y eso me impacientaba a tal punto de no esperar ni dos segundos: —Andrés, me estás poniendo de los nervios.
Se rascó la cabeza y se aclaró la garganta.
—Jesús dejará de ser tu jefe en la tienda —, y no quería ser mala, o bueno me daba un poco igual, pero mi sonrisa se ensanchó a medida que terminaba la frase —. No, Fina, yo no seré.
Fruncí el ceño.
—¿Entonces?
Él cogió aire y se acercó más a mí, no sin antes asegurarse de que nadie prestaba atención a nuestra conversación. Después, cogió mi mano y la estrujó mientras que se preparaba, yo también, para la noticia que cambiaría el rumbo de todo.
—Será una mujer, más conocida como mi hermana.
No, imposible.
—No me gustan esta clase de bromas —dije, con firmeza mientras que mi semblante se volvía serio y molesto. Pero la única verdad era que mi cabeza se negaba a pensar en esa pequeña posibilidad, porque eso significaba reabrir una herida que jamás se cerró. —Dime que no es verdad.
Él suspiró, y susurró esas cuatro palabras que se clavaron en mi corazón en el mismo instante en el que escuché su nombre después de tanto tiempo:
—Marta vuelve esta noche.

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Al otro lado
أدب الهواةFANFIC DE ACTUALIDAD MAFIN. Marta al otro lado del miedo. Fina al otro lado del destino.