Perro que ladra,

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Juani abrió la puerta del carro y esperó a que su guardaespaldas del asiento de adelante bajara, no quería correr riesgos.

—¿Qué estamos negociando con los Otaño, jefe?— preguntó Esteban Kukuriczka, el único guardaespaldas que se atrevía a caminar a su lado en lugar de atrás de él.

—Que no le meta una bala en la cabeza por meterse a mi territorio.— murmuró Juani cruzando el umbral.

Había hablado con su hermano de eso ayer por la noche, había accedido a escuchar a Felipe Otaño pero eso no significaba que fuera a dar su brazo a torcer. Esteban tocó la puerta 3 veces con el puño cerrado y se mantuvo enfrente de Juani por si acaso.

—Mencionaste una reunión privada, ¿estás seguro?— preguntó Kuku, mirándolo de reojo.

Esteban era una de las pocas personas que trabajaban para él y que no le tenían miedo, aparte de él solo estaba Andy y Emanuel Parga.

—Si, quiero que sepa quién tiene el control aquí. Accederemos a sus términos de la reunión.— en cuanto Juani terminó de hablar se abrió la puerta. Del otro lado estaba un chico de cabello negro.

—¿Caruso?— preguntó el chico, mirándolo de arriba a abajo, probablemente buscando armas.

—El único en territorio italiano.— respondió Juani con una sonrisa encantadora.

El chico los miró de reojo y los dejó pasar, Juani hizo un gesto para que su gente que estaba en el carro de atrás se quedara ahí. Esto era puramente diplomático y el sabía defenderse solo, además, tenía a Andy.

El chico que abrió la puerta respondió algo en su celular y los guió hacia una habitación decorada con azulejos en las paredes y esculturas pequeñas en una mesa en el medio.

—Quédense aquí.— murmuró el chico y se fue. Juani esperó a que se fuera y luego se sentó en uno de los sillones rojos apoyados en la puerta. Andy permaneció de pie a su lado y luego fue a revisar la habitación.

—Disculpa que tengamos que hablar de esta manera.— dijo una voz suave del otro lado de la pared, directamente detrás de él.

—No te preocupes, entiendo que es tradición. ¿Felipe Otaño?— dijo Juani volteando su cuerpo para hablar directamente con la pared.

Había una tradición antigua, una que sobretodo los Otaño seguían. Básicamente era no mirar a tu rival a los ojos, técnicamente tenía que ver con la declaración tácita de "si no veo a los ojos, no confío en ti" pero también nacía de una costumbre antigua donde prevalecía la diplomacia. Si no te veo y tú no me ves, no me puedes atacar.

—Encantado.— dijo Felipe al otro lado de la pared color crema. —Gracias por acceder a venir, entiendo que puede haber sido duro.

—No tanto, siempre puedo hacer un espacio en mi agenda para ti. Si eso quieres.— respondió Juani, no muy seguro de porque estaba diciendo eso.

Debería cortar toda la charla de una vez e ir al punto, eso era lo que siempre hacía. Pero, era lindo hablar con alguien que estaba en una situación similar a la de él. Después de todo, los Otaño habían enviado a Felipe recientemente a Italia.

—Me encantaría.— murmuró Felipe, luego se escuchó a alguien aclarándose la garganta detrás de él. —Cierto.— dijo Felipe, recordando que estaba en una reunión de negocios.

También era costumbre tener una especie de "chaperon" detrás tuyo, usualmente era para evitar conflictos que terminen en violencia o centrar el tema. El chaperon de Juani, claramente no estaba trabajando. Juani le lanzó una mirada a Andy como para decir: mira quien si está haciendo su trabajo y Andy le sacó la lengua, por lo que se enfocó de nuevo en la conversación.

—Bueno, los Otaño deseamos decir que venimos en son de paz y no presentamos ninguna amenaza a tu mercado. Después de todo, lo nuestro es el tráfico de armas. Si deseamos incursionar en tu mercado labor, entonces te avisaremos.— Felipe lo dijo con una voz tan segura que parecía haberlo ensayado un par de veces.

—Por supuesto. No sabía que le decíamos "mercado laboral" al lavado de dinero.— murmuró Juani, sin saber porque, aguantándose la risa.

—Mmm, es algo en lo que te desempeñas bien.— dijo Felipe en un tono de voz parecido.

—También me desempeño bien en otras cosas.— murmuró Juani sin haber querido sonar coqueto. Le lanzó una mirada de pánico a Andy y Andy le levantó una ceja. —Como, extorsionar personas y así.— trató de arreglar finalmente.

Andy revisó su celular y le mostró un mensaje a Juani.

—Mierda.— murmuró Juani, luego alzó la voz para que Felipe lo escuchara. —Disculpa, pero me temo que me debo retirar. Tengo un par de fugitivos.

—Pos supuesto, no hay problema. Siéntete libre de venir cuando quieras.— murmuró Felipe, que al parecer nunca había estado en una reunión de negocios entre mafias.

Juani sonrió casi con ternura.

—Aquí estaré.—

El nombre del juego (JuanixFelipe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora