III

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Diana había sido seleccionada para participar en el concurso anual de literatura de su colegio, participaría en declamación de poesía y concursaría internamente contra otros estudiantes muy capaces, entre ellos destacaba su mejor amiga y tocaya Dayana. Dayana era una de las mejores estudiantes y muy buena con los poemas, ya fuera para declamarlos, recitarlos o escribirlos.

Para poderlo practicar debidamente, la maestra correspondiente del concurso, les daba a todos un tiempo determinado entre clases para que pudieran estudiar y memorizar sus poemas.

Días antes del concurso interno, Diana y Dayana estaban sentadas en las escaleras en las que siempre practicaban, diciéndose entre sí los poemas para hacerlo más dinámico y divertido. Las escaleras estaban situadas frente al salón de Connor, el chico que tanto le gustaba a Diana; sin embargo, ella decidía no hacer ni decir nada, prefería quedarse cómoda en su pequeña burbuja repelente al rechazo. Cansada de estar sentada, se levantó y dando vueltas por la zona, comenzó a recitar su poema, con voz alta y clara, poniendo la pasión que siempre ponía en todo lo que hacía.

- Vine aquí porque sé que iré a presidio, pero antes quería saber que se sentía estar contigo, saber...- Cerró su puño con fuerza y lo clavó en su pecho - ¿por qué me dejaste, mamá? di, ¿porqué? antes de que vengan por mí - Diana abrazó sus brazos sintiendo un escalofrío - Oh Dayana, no puedo continuar, esta poesía es tan deliciosamente romántica que el recitarla hace me que estremezca de emoción. 

- Para tí todo es deliciosamente romántico - Se burló Dayana.

- Reconozco que lo digo muy continuamente pero esta vez es en serio - Puso su brazo en la cara de su amiga - ¡Mira! ¡Mira mi piel! ¡Tengo piel de gallina Dayana! ¿No es esta la más grande prueba de que algo es deliciosamente romántico?

- Tienes razón, declamas con el corazón - Dayana se peinó el cabello de lado - Tendrás ventaja por encima mío y de los demás; nosotros declamamos por declamar, no lo sentimos realmente.

- No digas mentiras Dayana, tu declamación también es excelente; me encanta la sensibilidad con que expresas el poema. Más de una vez haces que me den ganas de llorar.

- Si, puede ser - Dayana tronó sus dedos - Pero yo lo hago porque aprendí a hacerlo; tu lo haces directamente del corazón - Diana abrió la boca para decir algo, pero Dayana levantó un dedo y la interrumpió - La diferencia entre tu y yo, Diana, es que yo aprendí, tu naciste con ello.

- Quizá, pero eso no impide que mi alma llore cuando recitas tu poema, es tan... tan... ¿Cómo se dice eso, Dayana? - La rubia se encogió de hombros con una sonrisa boba, le encantaba la personalidad soñadora y carismática de su amiga - Tan melancólico, ¡eso es! melancólico - Diana cerró sus manos, como si acabara de saborear el platillo más delicioso jamás creado - ¡Melancólico! ¿No es esa una palabra exquisita, Dayana? 

- Si - Dayana era la que tenía pocas cosas que decir, pero mucho que escuchar - Vamos, continúa, ya casi termina nuestro tiempo.

Diana asintió con alegría y se dio la media vuelta para comenzar de nuevo cuando su mirada se encontró con la de Connor; la veía fijamente, haciendo que se preguntará cuánto tiempo llevaba viéndola sin que ella se diera cuenta. El pelinegro, al notar que había sido descubierto, solo atinó a desviar la mirada y sentarse en su lugar con timidez.

Cuando Diana volteó a ver a su amiga de nuevo, la notó seria, mirando fijamente donde había estado Connor; no le dio importancia y siguió con su declamación con el corazón, iniciando de nuevo, pero en el párrafo que más le gustaba. 

- Nunca soportó un techo sobre su cabeza, ni una lágrima ajena a su tímida tristeza - Seguía dando vueltas, con los ojos cerrados y bien entrada en declamar como si ya estuviera frente a los jueces y el público - Buscó como la alondra un refugio en distintas lejanías, un sol penetrante en cada aurora y un nuevo amanecer en cada día... Pero ahora quedó todo atrás, sus amores, sus aciertos, se esfumaron para tomar nueva forma como el polvo de los muertos. ¡Y ahora ahí, desesperada! ¡Fingiendo ser abnegada se entregó! Pero comenzó a reaccionar fría— Diana se detuvo de inmediato, cuando volvió a sentir una mirada pesada sobre ella. Connor, nuevamente, la miraba con intensidad. Estaba fuera de su salón tomando agua; a Diana le pareció una excusa demasiado obvia para ver a su amiga Dayana. Diana sabía que a Connor le encantaba Dayana, sino, ¿por qué las observaba todo el tiempo?

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⏰ Última actualización: Jun 10 ⏰

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