↳Primer Secreto.

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Autobús:
"Fue lamentable para ambos".

En el tiempo se pueden encontrar minucias fascinantes cuando se analiza de un modo prolijo. Cuando se habla del tiempo en horas, se puede hacer referencia a que cada continente y país tiene su zona horaria establecida, cada sitio del mundo consiguió diferenciarse uno de otro con un rango que va desde unos cuantos segundos o minutos, hasta largas horas.

Es algo realmente fascinante cuando se piensa detenidamente.

Retomando el punto principal, si hablamos acerca de los días —el tiempo que transcurre a través de las semanas, los meses y los años— no se haya nada novedoso. Esos tres tipos de medición del tiempo forman parte incluso de nuestra vida en el día a día, no obstante, existen también otras mediciones temporales menos cotidianas como lo son los lustros, décadas, siglos y milenios. Analizar la cantidad de días que han transcurrido desde el año cero hasta el presente, es verdaderamente increíble.

Pero lo más asombroso del tiempo, la característica más fascinante, la que es igual en cualquier parte del mundo, la que no cambia así hayan pasado miles y miles de años, es que el tiempo no se detiene.

Y nunca lo hará.

Eso era algo que Hisoka tenía claro. Acababa de salir de la ducha con una toalla atada a la cintura, gruesas gotas de agua descendían carismáticamente de su cabello y cuerpo. Limpió el espejo empañado y miró su reflejo, se acercó para inspeccionar mejor su rostro; aquello provocó que empezara a filosofar acerca del tiempo. Usó sus largos dedos para estirarse el cutis, lanzó una mueca de disgusto y mejor se dedicó a terminar de prepararse.

Cada segundo resta y no sabes cuánto te queda.

Era el lema que Morow se decía cada mañana, buscando lograr algo productivo de lo que hacía dentro de su rutina diurna.

Cada día es una oportunidad para lograr algo en la vida. ¿Qué lograste hoy?

Se recitaba cada noche, cuando volvía a casa y se daba cuenta que el tiempo se le iba de entre las manos y que, una vez más, no consiguió nada nuevo.

Estaba harto de la rutina, pero no hacía nada para salir de ella.

La verdad era que dentro de sí ya se había rendido, pensaba que, a esas alturas de la vida, ya no encontraría una pareja que estuviera a su lado por el resto de su vida. Decepciones, engaños y simplemente desinterés era lo que le había llevado a esa drástica conclusión, eso y que estaba a punto de entrar a las cuatro décadas.

Igual nunca fue partidario de ser un aburrido hombre de familia, pero es que ni siquiera pudo elegir. Creyó que viviría una soltería exótica y jovial, pero todo tiene un principio y un fin.

Nada bueno en la vida podrá perdurar.

Salió del edificio en el que moraba con el uniforme puesto y su gafete del trabajo colgando del cuello. En el hombro izquierdo reposaba la correa de su mariconera. Caminó a la parada de autobuses y no tardó mucho en pasar el que lo llevaría a su destino. Se sentó al fondo, hacía tiempo que no se subía en un autobús; lo que recordaba de ellos es que por las mañanas se llenan de pasajeros y pedir la parada con toda esa gente resultaba una molestia. Sonrió consigo mismo cuando dos estaciones adelante, el autobús ya casi estaba en su límite.

Cerró los ojos, se cruzó de brazos y esperó pacientemente su destino mientras escuchaba música con sus auriculares.

Habiendo transcurrido apenas un corto tiempo, volvió a abrir los ojos y se sorprendió de ver el autobús a tope, la gente ya había llenado el pasillo hasta quedar parada frente a él, y lo que más llamó su atención de ese revuelo, fue la mujer que estaba cerca suyo. Le estaba dando la espalda, pero aun así se sintió atraído hacia ella.

Era alta, de cabello largo y teñido de un rosa pálido, se le veía tan bonito y sedoso que sintió tentación de querer tocarlo. Cargaba puesto un vestido negro sin mangas que le cubría hasta las rodillas y a juzgar por sus brazos y piernas, seguramente era de piel pálida, como él.

Sintió mucha curiosidad, quería verla, quería que se diera la vuelta. Seguro era hermosa.

Tal vez por desearlo tanto con el pensamiento su oportunidad llegó con el repentino freno que dio el autobús. La mujer se sostenía de la barra en el techo con una mano y con la otra sujetaba la manija de su pequeña maleta de viaje, así que, como una coincidencia divina, cuando ella se soltó por una milésima de segundo para colocarse un mechón de cabello detrás de la oreja, el chófer se detuvo abruptamente y por gravedad su cuerpo se inclinó hacia Hisoka, hubiese caído sentada en sus piernas si él no hubiera reaccionado rápido para sujetarla de la cintura.

Solo entonces la muchacha se giró y Morow confirmó sus sospechas... Era bellísima.

Hisoka se impresionó —sin demostrarlo—, pero hacía tiempo que no veía a alguien tan bonito.

—Ah... Por favor discúlpeme —se disculpó, su voz era cálida. Hizo una pequeña reverencia hacia él y se volvió a tomar del pasamanos.

—Descuida. En realidad, no te había visto —se puso de pie—, toma mi asiento, por favor.

En cuanto se colocó frente a ella, se dio cuenta de lo alta que era, pocas personas le llegaban a la barbilla. Cuando la tuvo tan cerca pudo aspirar el aroma de su perfume, una colonia dulce y poco sofisticada pero demasiado agradable para sus sentidos.

—Muchas gracias —de nuevo le dio una reverencia y se acomodó en el asiento.

—No es nada, tranquila.

Le dedicó una sonrisa amable y se tomó del pasamanos quedando frente a ella. Dedujo tres cosas, la primera: que tenía un rostro muy jovial, seguramente era universitaria; la segunda: su vocabulario y actitud escrupulosa la hacían lucir como una chica educada y reservada; la tercera: tal vez era una turista o algo así, podría incluso ser modelo; ambas cosas justificarían la maleta.

Hisoka giró el rostro hacia la ventana y subió el volumen de la música que estaba escuchando, tenía que dejar de mirarla o parecería un pervertido. Irónicamente, por el rabillo del ojo notaba que ahora era ella la que lo miraba a él, eso engrandeció su ego muchísimo. Que una chica tan joven y bonita le mirase tan profundamente, era de verdad un halago.

Quiso iniciar un juego coqueto de miradas con ella, así que giró para atraparla mientras le observaba, pero el atrapado fue otro.

El sol matutino entraba por la ventana e iluminaba el rostro de aquella joven, parecía resplandecer, pensó incluso en algún tipo de divinidad, sus ojos azules parecían de un tono violeta y la pequeñísima curvatura de sus labios, casi imperceptible, hacían que su rostro luciera bello y armónico, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, sintió una conexión. Hizo un enorme esfuerzo para reprimir el carmín que se quería posicionar en sus mejillas.

El autobús se estacionó y la gente comenzó a moverse para bajar, el bullicio lo sacó del trance, él obstruía la salida, se movió un poco y para su sorpresa había llegado a su destino; no tenía tiempo de pedir su teléfono, dirección o algo, esa conexión se quedaría en eso, en un encuentro efímero de autobús. Fue lamentable para él.

Cuando la miró por última vez, antes de bajar, ella también lucía decepcionada de que se estuviera yendo sin poder tener otro tipo de contacto. Fue lamentable para ella.

No desconectaron sus miradas, ni siquiera cuando la puerta del autobús se había cerrado, pero inevitablemente este tuvo que avanzar y llevarse con él a la joven más interesante con la que se había topado en el transporte público.

Siguió viendo el camino por donde desapareció el autobús relamiéndose los labios. Las cosas con las que fantaseó por un segundo, mientras recordaba su esbelto cuerpo, serían el primer secreto de muchos que aún no sabía, pero empezaría a guardar.

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Secretos de Familia [Hisoka Morow].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora