CAP3

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Los quejidos lastimeros abandonan los resecos labios de aquel hombre, no ha parado de toser y tiritar en toda la madrugada y durante todo el día,  situación que se agrava conforme las horas pasan y los pobres ancianos ya no saben que más hacer para calmar su dolor. No tienen idea de quien es ese hombre, ni como llegó a sus tierras en medio del bosque frondoso y la tormenta, pero es un ser humano que necesita ayuda y ellos están dispuestos a dársela, sin embargo, tampoco pueden hacer mucho teniendo en cuenta que sus conocimientos solo se limitan a la agricultura artesanal.

–Es inútil tucusita, se puede ahogar.

–No ha comido nada – la abuela dice preocupada. Recostando la cabeza del moribundo hombre sobre su regazo, intenta con cuidado darle de beber un té de menta y hierbas que ella misma preparó, sin embargo, tal y como el abuelo lo dijo, es inútil. El hombre tose y su cuerpo empieza a sufrir contracciones, el sudor brota por sus poros y su pecho sube y baja a una velocidad dolorosa.

–¡Abuelo, abuela!

Pero el rayo de esperanza llega justo cuando el último rayo de luz desaparece tras las montañas.

–¡Viejo, nuestro muchacho! – la abuela exclama muy emocionada, el alivio se apodera de su semblante y por fin siente que puede respirar tranquilamente, pues en todo el día no hizo más que estar preocupada y atareada tratando de mantener con vida al hombre desconocido – ¡Hijo!

–Abuela, he traído esto – él les muestra una pequeña bolsa acercándose deprisa – me dijeron que son altilióticos... antibióticos o algo así, tiene un nombre raro.

La abuela le hecha un vistazo y finalmente termina asintiendo.

–Hay que dárselo. Vengan y ayúdenme.

El abuelo y su nieto sujetan al hombre mientras la abuela desintegra la pequeña cápsula en una cuchara con un poco de té.

–Tápenle la nariz y presionen sus cachetes, no vaya a botar la medicina – ella les advierte.

Ambos asienten y acatan la orden, se sienten como si obligaran a un niño a tomarse el jarabe pero saben que es necesario. La abuela vacía todo lo que hay en la cuchara y a pesar de la resistencia del hombre al sacudirse con su casi nula fuerza, éste termina por tragarse la medicina.

–Buen chico – la abuela le da unas palmaditas en el rostro al final – esperemos que funcione.

Todos asienten.

–Hijo, no hubo ningún problema en el camino, ¿verdad? – pregunta el abuelo.

–No abuelo, llegué al pueblo tranquilo.

El mayor asiente, ahora mucho más tranquilo, pues el temor de que su nieto se cruzara con personas peligrosas en el camino fue grande y no se disipó hasta este momento, en el que él mismo le confirmó que todo estaba bien.

A diferencia de la noche anterior, esta es mucho más tranquila, todos logran dormir hasta la media noche que es cuando tienen que volver a darle la medicina al hombre enfermo, pasan un par de horas más cuidando de él, y al ver que finalmente ha dejado de sudar y temblar, todos retoman su sueño.

El canto del ave padrillo despierta a la abuela a primera hora de la mañana, ella como siempre, cumple con su labor apresurándose a preparar el desayuno, y mientras espera a que el agua hierba, sus ojos viajan hasta la tarima donde los tres hombres aun duermen, se queda absorta observándolos desde su lugar, tratando de imaginarse diferentes escenarios que hayan causado la aparición de este hombre en sus tierras, cuando de pronto un repentino ruido llama su atención, se incorpora del banco de madera donde yacía sentada y rápidamente se acerca a su huésped, le toca la frente para tantear su temperatura y deja salir un suspiro de alivio al corroborar que definitivamente la fiebre ya no es tan alta como el día anterior, y cuando está por alejar su mano, un apretón en la misma se lo impide y deja salir un alarido angustiada y a su vez aterrorizada, con los ojos bien abiertos observa los de aquel hombre; sus ojos son oscuros, tan negros como la noche misma, combina perfectamente con su cabello del mismo color y la tonalidad clara de su piel.

"MATICES OCULTOS" (Kookmin🐣🐰) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora