Bienvenida a Coventry.

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LILA

Mi mano ejerció presión en torno a la manija de mi maleta, mis nudillos se volvieron blancos mientras la arrastraba por el enorme espacio de la terminal. Hubiese deseado que mi madre estuviera allí, que me acompañara en aquél momento. Pero ¿a quién quería engañar? Últimamente no tenía tiempo para mí, se la pasaba doce horas por día en la oficina, a veces me levantaba y salía de casa y volvía y dormía sin haberla visto siquiera. Era una vida que ni ella ni yo hubiéramos deseado, pero, como ella decía, ese trabajo pagaría la mejor universidad para mi, y estando en onceavo grado, era una de mis principales preocupaciones.

Aunque por más que le diera vueltas al asunto en mi cabeza, estando allí, parada a mitad del camino con la mano temblorosa, contemplando mi alrededor repleto de personas, lo único que deseaba era montarme en el autobús y volver a casa con mi madre.

Suspiré profundamente, como me habían enseñado, intentando calmar mis palpitaciones que habían comenzado a acelerar. Y aunque no tenía ganas, avancé.

Casi suelto un grito cuando sentí alguien chillar mi nombre entre el gran barullo del lugar, y recorrí el sitio con mis ojos nublados. Cuando ubiqué un rostro conocido, como dos cabezas más arriba de donde esperaba encontrarle, sonreí.
Mi hermano mayor, pese a nuestras diferencias, fue toda mi vida mi mejor y único amigo, era mi confidente y protector, y separarme de él había sido como perder una extremidad. Más que separarme de cualquiera de mis padres, pues Nathan me entendía como nadie, y parecía que su misión en la vida era asegurarse de hacerme reír, reconfortarme cuando estaba mal, y protegerme de lo que sea que me amenazara.

Me encontré corriendo a sus brazos sin darme cuenta que había soltado la maleta a mitad del trayecto, y me fundí contra su cuerpo, que me elevó sobre su peso y me hizo girar. Sus enormes brazos me envolvieron, como si no estuviéramos lo suficientemente cerca, haciéndome saber que él me había extrañado a mi igual, o peor. Sentí mi pecho hundirse en la nostalgia, mis ojos nublarse el doble que antes y mi garganta arder. Quería llorar y gritarle que nunca quise irme, que no debió dejarme partir, y que quería que todo volviese a ser como antes.

-¡Joder! ¡Estás gigante!- Chilló, con su voz más gruesa de lo que recordaba.

-Solo han sido año y medio..- Repliqué, aunque "solo" no era la palabra que quería usar. Yo era feliz con mi madre, pero no ver a mi padre y a Nate tanto tiempo me deprimían de una manera impresionante. Ellos eran parte de mí.

-Siempre serás pequeña para nosotros.- Una voz gruesa habló a un costado y abrí un ojo para encontrar a mi padre, con un par de arrugas más de lo que recordaba, observándome con una sonrisa entre nostálgica y feliz. Solté a Nathan solo para fundirme en los brazos de mi progenitor, su particular aroma me envolvió al mismo tiempo que sus brazos, en torno a mi cuerpo, como si no quisiera soltarme nunca. Sentí su mentón apoyarse en mi coronilla cuando yo hundí mi rostro en su pecho acogedor, sintiéndome profundamente protegida.

-Los he extrañado.- Sollocé, aún sin soltarme de mi padre, y sentí su mano sobar mi espalda, consolándome, aunque notaba que él estaba igual de conmovido que yo, sentía su respiración irregular y el loco aleteo de su corazón.

-Vamos a casa.- Murmuró Nate a un lado, su frase abriendo un hoyo en mi pecho.
"Casa", era una palabra muy compleja para mi, el estar mudándome de un sitio a otro había hecho imposible que sintiera que pudiera llamar a algún sitio así. Por eso estaba tan nerviosa e insegura con el hecho de volver a vivir con mi padre y Nate. ¿Y si tampoco lograba integrarme con ellos? ¿A dónde iría?

Intenté no pensar en ello y dejé que los dos hombres de mi vida me escoltaran fuera de la terminal de vuelta a su hogar.

Mi padre y Nate vivían en las afueras de Birmingham, en un pueblo llamado Coventry, desde hacía cuatro años, cuando mamá y papá se divorciaron. Era un pueblo tranquilo y muy agradable, la casa era pequeña pero tenía un patio enorme. Y la habitación de invitados, donde me quedaba cada vez que venía y ahora sería definitivamente para mí, era lo suficientemente acogedora para hacerme sentir cómoda.
De hecho, papá y Nate se dedicaron especialmente a eso desde que pisé Birmingham, ayudándome a acomodar mis cosas y haciéndome sentir acompañada todo el tiempo.

Mil razones para odiarte.Where stories live. Discover now