Enemigos íntimos.

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LILA

El movimiento de estudiantes era mayor a la hora de salida que de entrada, los jóvenes acelerados, impacientes de salir de aquél edificio que tantas emociones causaba. La hora de salida era el momento favorito de cualquier estudiante, y aquél día, fue incluso más intenso que cualquier otro que haya vivido. Mientras caminaba por los pasillos dirigiéndome a la salida, muchos estudiantes me saludaron en el proceso. Personas que era la primera vez que veía en mi vida me sonreían. Otros solo agitaban sus manos desde lejos, y otros solo murmuraban entre ellos.

¿Cómo en un par de horas mi llegada se había hecho de conocimiento común en todo el instituto? ¿Tanta repercusión tenía Nathan en el edificio?
Al parecer, deduje luego de cuatro horas, demasiada.

Avancé a la salida con una sonrisa firme en el rostro, devolviendo saludos a cada paso que daba e intentando pasar desapercibida lo mejor que pude. Cuando salí, no me llevó tiempo encontrar a Nathan junto a su camioneta en el aparcamiento. Lo acompañaban estudiantes del grupo que antes almorzaba junto a él en la cafetería. Había una chica alta, de cabello dorado y piel acanelada, reía abiertamente con un chico alto de cabello negro y otro un poco más pequeño con rastas. Nathan fumaba un cigarrillo mientras envolvía a la chica con un brazo sobre sus hombros. Definitivamente aquél chico no se veía para nada como el Nathan que recordaba, ese no se llevaría un cigarrillo a los labios jamás, y me persuadiría de tampoco hacerlo. No sabía si estaba más sorprendida o preocupada. Supongo que todo este tiempo yo había formado una imagen de Nathan que era más fácil para mi, y había olvidado por completo el hecho de que él es una persona independiente con una vida aparte y una personalidad forjada.

Su sonrisa se amplió cuando me vio acercarme y le devolví el gesto antes de alcanzarle.

-¿Cómo te fué?- Preguntó una vez estuve a su lado.

-Genial.- Mentí. No había sido el peor día de mi vida pero "genial" no era una palabra para describirlo. Aunque allí, junto a sus amigos, no era sitio para hablar de ello. Además, no quería preocuparle o estresarle, se veía realmente de buen humor.

-Estupendo!- Me animó y luego volvió a sus amigos.-..Chicos ella es Lila. Ellos son Joey, Brandon y Audrey.- Los presentó y ellos sonrieron amablemente, hice un esfuerzo para devolverles el gesto, en aquel momento solo quería llegar a casa, me dolía el rostro de sonreír falsamente.

Luego de un par de minutos que se hicieron eternos, todos subieron a la camioneta de Nathan. Me pregunté si sus amigos nos acompañarían o si solo les daría un aventón, aquello era algo que Nate claramente haría.

El viaje se hizo demasiado largo, y mi rostro cambió totalmente cuando detuvo la camioneta frente a la playa local.

-¿Qué hacemos aquí?- Cuestioné, ya de mal humor. Nathan se tomó su tiempo en contestar, lo que me cabreó aún más, tiempo en el que sus amigos bajaban de la camioneta y mi hermano pasaba el freno de mano como si aquél fuera nuestro destino.

-Solo estaremos un rato.- Me indicó con una sonrisa, de esas que te pide disculpas indirectamente. No me enojaba que quisiera venir un rato a la playa, ni que hubiera desviado la ruta, pero realmente estaba agotada y en aquel momento solo quería dormir una siesta. Observé perpleja como Nathan bajaba del auto como si nada, sin siquiera esperar a que respondiese o cuestionara. ¿Es que mi opinión no importaba?

Tragué saliva fuerte antes de salir del coche.

La brisa era cálida y el sol envolvía mi piel como un manto, aquello me causaba tanto placer como flojera y decidí que quizás una siesta en la arena no era mala idea.

Seguí a Nathan y a sus amigos colina abajo por la arena, luego de quitarme mis zapatillas y atarlas a mi morral. Mis dedos tocando la arena tibia calmaron un poco mi mal humor.

Mil razones para odiarte.Where stories live. Discover now