El filo de la muerte atravesó su corazón, debía morir para renacer, pero su cuerpo no aguantaría la carga de otra alma, o más bien la carga de los recuerdos de su otra vida, porque así su mente y su alma se destrozarían, se partirían en dos, ya no sería uno, sino que se volvería dos personas en un cuerpo: una que no pertenece a su tiempo y otra que se alejó mucho tiempo.
Veía la oscuridad del bosque, la penumbra de la noche, el ruido de los animales y el viento sonar las hojas de los árboles, sus gritos también eran partícipes de ello.
Sentía la sangre recorrer su nariz, juraba que sus oídos se llenaban de ese líquido pegajoso y carmesí, sus lágrimas caer por sus mejillas y su boca saber a óxido.
Recordaba el sueño, la somnolencia que tenía, el cansancio de ser un recién nacido y el calor de la incubadora que lo protegía.
El corazón le dolía, sentía que se le iba a explotar.
La saliva comenzó a ligarse con el sabor de la sangre y la tos a reemplazar los gritos y casi silenciarlo.
Se sentía acogedor, caer rendido bajo esa experiencia y ese recuerdo era tan acogedor.
Pero... La manera en la que logró recordarlo lo estaba matando, y si morir se sentía tan genial en estos momentos, romper esa ley lo estaba condenando a soportar los recuerdos de otra vida. Ya entendía por qué era necesario olvidar para renacer.
Allí se acordó.
Ley de la reencarnación:
Si se te da una nueva vida y renaces, tendrás recuerdos de tu vida pasada iguales a la capacidad intelectual de tu nuevo cuerpo. Pero ese recuerdo no durará mucho. Cuando renaces y te dan un nuevo nombre, olvidarás todos los recuerdos de tu vida pasada.
Veía el hospital, el cómo le fue otorgado otro nombre aún.
Recordaba a sus padres, a Marbella, a Arcus y a Julián. Los recordaba igual que a Javier.
Y vio por el cristal a sus nuevos padres.
¿Por qué era tan difícil, tan complicado?
El cerebro le dolía, el alma se le estaba partiendo.
Se estaba desesperando.
Quería sujetarse la sien, quería romperse la cabeza, quería dejar de pensar, quería dejar de razonar. El peso era sobrehumano, ni siquiera se podía considerar posible para un humano.
Podía escuchar la voz de un hombre mayor hablar con un anciano, decidir su nombre.
Y refutar también el cómo el anciano le decía al hombre más joven que él que lo considerara.
Era espeluznante recordar también el cómo escuchaba sus mismas palabras, el cómo gritaba mentalmente y fuertemente repetía que no quería ese nombre.
Sus llantos, su promesa, el recuerdo de la ley, comenzó a toser, se sentía ahogado.
La muerte no lo dejaba ir, lo sujetaba con fuerza de los hombros.
- Dios, por favor - logró formular Lloyd-. Sintió cómo atravesaban su pecho y vio cómo de este salía una mano negra con su sangre. Quería escupir sangre, pero tragó el líquido cuando sus labios, boca y mandíbula fueron presos por otra de las mismas manos que lo callaron.
El sabor regresó a su garganta, y tragó, tragó. Vio por sus ojos casi sin vida cómo la mano larga como ramas dejaba de callarlo y vio un hilo de sangre y saliva en los dedos de esta. La mano descansó en su hombro.
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El Precio De La Reencarnación - The Greatest Estate Developer
FanfictionLloyd, exhausto y desesperado por la percepción negativa que su familia y la nobleza tienen de él, contempla el suicidio como una vía para encontrar la paz. Sin embargo, la muerte misma se le aparece con una propuesta inusual: cada vez que le pida m...