Carrera había pasado mal ese día, pero aquel chico de cabellos azabache pudo ayudarlo y hacerlo sobresalir en su camino de éxito como nadie, acompañó en todo a su amado. Pero aquel compañero se le fue arrebatado de las manos de una manera que nunca...
El castaño ya iba tarde al lugar, todo le había salido mal en ese momento; se quedó dormido, lo dejo el bus, casi se cae, y no se acordaba donde era. Estaba sudado y agitado tratando de buscar la dirección que tenía en su celular hasta que se chocó con alguien que iba adelante suyo provocando que casi se cayera hacia atrás.
Sintió su mano ser sujetada seguido de lo que podría haber sido una voz angelical preguntándole si estaba bien en su idioma natal, cosa que no había escuchado desde que se mudó a aquel país. Aunque rápidamente el más alto lo tradujo al idioma de dicho país. Miró a quien sea que estaba frente suyo y notó a un chico alto, de rulos pelinegros y lindos ojos cafés adornados con largas pestañas, esos ojos lo miraban con preocupación genuina.
Sintió como su corazón empezó a latir rápido y con la voz temblorosa respondió que estaba bien mientras le pedía perdón por chocarlo. El alto le sonrió y le dijo que no se preocupara, que eran cosas que pasaban.
Lo miraba fijamente, ese pelinegro frente suyo era hermoso, no podía dejar de admirarlo. En eso la voz del alto sonó en sus oídos otra vez.
—Que descortés de mi parte, perdón, me llamo Iván Buhajeruk ¿Vos?— Preguntó con una sonrisa que se le pegó a él como una sonrisa boba. Intentó decir su nombre, pero su voz tembló al decirlo, se maldijo internamente, se sentía tonto ponerse nervioso solo por un desconocido lindo que acababa de chocar.
—Ro-Rodrigo Carrera, u-un gusto— Por fin dijo, Iván rió mostrando sus dientes blancos perfectos, esa sonrisa nunca iba a desaparecer de su mente. —El gusto es mío, Rodrigo—
Rió embobado por él, hasta que de pronto su mente hizo click recordándole que iba tarde a su función.
Se despidió del chico diciéndole que iba tarde a una presentación, por lo que corrió y antes de irse le dijo que esperaba verlo otra vez, a lo que él le respondió casi de forma inaudible que esperaba lo mismo.
El corazón de Carrera palpitaba como nunca no solo por correr, sino también por la imagen que tenía plasmada en su cabeza de aquel azabache de sonrisa linda.
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Entró a la parte de atrás del escenario y uno de los ayudantes del evento notó su presencia, se dirigió hasta él diciéndole que como había llegado tarde iría de último, después de una muchacha que había también llegado tarde y le dieron el puesto de él.
No se rehusó, le pareció mejor eso a que lo hayan echado diciéndole que como llegó tarde no le darían la oportunidad de participar en tal evento que impulsaría su carrera.
Después de unos treinta minutos, la actuación de una pareja que hacia un dúo con contranajos terminó y siguió la chica antes que él.
De pronto, escuchó pasos detrás de él, haciéndolo voltearse. Se sorprendió al ver al pelinegro con el que se topó hace rato, quien también lo miró con sorpresa.