Lucas tenía 16 años y era conocido por su flojera. Pasaba las horas jugando videojuegos y durmiendo, descuidando por completo sus estudios y su higiene personal. No le gustaba bañarse, y su habitación era un desastre. Sus padres, especialmente su padre, estaban desesperados. Habían intentado todo tipo de estrategias para motivarlo sin éxito.
Un día, después de una discusión particularmente acalorada sobre sus malas notas y su falta de responsabilidad, el padre de Lucas, decidió que la única manera de hacer que cambiara era reeducarlo desde cero, tratándolo como un bebé para inculcarle nuevamente los valores y hábitos básicos.
Al día siguiente, cuando Lucas se despertó, encontró un paquete de pañales en su cama. Su padre estaba en la puerta de su habitación, con una mirada determinada.
—Desde hoy, empezamos de nuevo. Vas a aprender a ser responsable y a cuidar de ti mismo. Hasta entonces, serás tratado como un bebé -anunció su padre con firmeza.
Lucas se rió, pensando que era una broma, pero pronto se dio cuenta de que su padre hablaba en serio.
La primera semana fue un infierno para Lucas. Se negaba a seguir las reglas de este nuevo estilo de vida. Una mañana, cuando su madre intentó ponerle el pañal, Lucas gritó y se resistió.
—¡No voy a usar eso! ¡Es ridículo! —protestó.
Su padre entró en la habitación y, con voz severa, le dijo:
—Lucas, mientras sigas comportando como un niño, serás tratado como tal. Ahora, déjate poner el pañal o perderás todos tus privilegios —Lucas, furioso pero sin opciones, cedió.
Sin embargo, las reprimendas no se detuvieron allí. Cuando se negaba a comer su papilla, su madre lo sentaba en una silla alta y no le permitía levantarse hasta que terminara. Si no hacía sus tareas, le quitaban todos sus dispositivos electrónicos y lo enviaban a "tiempo fuera", donde debía permanecer en la esquina de su habitación sin hacer nada.
Lucas se sentía humillado, pero sus padres no cedieron.
Los días siguientes fueron un desafío. Lucas no podía salir de casa, ni ver a sus amigos. Todo su tiempo estaba controlado por sus padres y su pañal en casa estaba a la vista.
Tenía horarios estrictos para comer, dormir y estudiar. Poco a poco, el aislamiento y la vergüenza empezaron a hacer efecto.
A los seis meses, una tarde, su padre lo llamó a la sala.—Lucas, he notado un cambio en ti. Has empezado a esforzarte y a tomar responsabilidades —dijo su padre, con una leve sonrisa—. Vamos a seguir adelante con esto, pero te daremos un poco más de libertad. Si sigues mejorando, pronto podrás volver a tu vida normal.
Esa promesa motivó a Lucas. Día tras día, se esforzaba más. La reeducación había sido dura y humillante, pero había funcionado. Lucas había cambiado.
Sin embargo, Lucas enfrentó un nuevo problema. Aunque había recuperado muchas de sus libertades, comenzó a tener "accidentes" de manera recurrente. Las semanas de usar pañales habían afectado su capacidad para controlar su vejiga.
Su padre, reconociendo el problema, decidió que Lucas debía someterse a un entrenamiento para dejar el pañal, sin embargo, el enfoque sería diferente. Ya no sería tratado como un bebé, pero necesitaría seguir ciertas reglas para recuperar completamente su independencia.
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Reacciones Efímeras
Fiction générale¿Te atreverías a entrar aún sabiendo que van a atraparte?