1. Yoongi

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Ser parte de la élite del Infierno podía sonar muy bien, puede que incluso fascinante.

Él mismo había caído en el error creyendo que, una vez fuera el Señor de la Lujuria, podría hacer lo que quisiera dentro de su distrito. Como una especie de Dios, pero en tamaño de bolsillo.

Sorpresa, sorpresa; su trabajo era una mierda.

Hacía más de quince minutos que Yoongi había dejado de prestar atención a la reunión. En su cabeza sólo había un grupo de gatitos bailando bachata al son de una canción muy pegadiza que no recordaba dónde había escuchado antes.

—... como ve, nuestro innovador sistema hace que las vibraciones del aparato puedan adaptarse perfectamente a las ondas de sonido de la canción escogida, lo que hace que nuestro producto...

Bla, bla, bla. No le interesaba lo más mínimo lo que el tipo decía. Apoyó la barbilla en su mano, de forma distraída, y vio como un par de demonios sentados cerca de su escritorio se ponían tensos, incluido el pobre idiota que estaba exponiendo el último proyecto. Frunció la nariz, intentando recordar qué era lo que le estaban intentando vender ahora; ¿era otro vibrador inalámbrico? Porque si lo era, pensaba mandarlos a todos a la mierda.

Después de una pausa y carraspeo algo incómodo, el íncubo frente a la pantalla continuó con su exposición, intentando fingir que la presencia de Yoongi no le estaba poniendo nervioso. Siendo honesto, le gustaba saber que intimidaba a sus trabajadores; su estudiada cara de culo y la cicatriz en su ojo derecho funcionaban a las mil maravillas para eso.

—...eso aumenta las pulsaciones y, por lo tanto, el placer de nuestro cliente.

El tipo hizo una corta reverencia y volvió a su asiento entre un par de desganados aplausos por parte de sus compañeros. El líder del equipo creativo —un fulano del cual no recordaba nunca el nombre— se aclaró la garganta y le dedicó la sonrisa más falsa de la semana, y Yoongi veía muchas de esas todos los días.

—Entonces, Señor, ¿qué opina de nuestros últimos proyectos? Sabe que mi equipo sólo trabaja con las mejores innovaciones del mercado, y creemos...

Bla, bla, bla. Ni se molestó en escucharle.

La tensión podía mascarse en el aire y él, por simple diversión, se quedó un rato más en silencio formando una fina línea con la boca, fingiendo que estaba deliberando. Era divertido ver cómo sus empleados se cagaban metafóricamente en los pantalones mientras esperaban a que tomara una decisión.

A su lado, escuchaba como su asistente personal tomaba rápidas notas en su tablet. Anotaciones que después le dejaría ver para que se enterara, por fin, de los proyectos que le estaban pidiendo financiar. Gracias a Lucifer por Jimin y su diligencia, sin él estaría perdido.

—Tengo que echarles un ojo con más detalle. —Chasqueó la lengua, como si estuviera molesto— Denle a Jimin los archivos pertinentes y en la reunión de la semana que viene les daré mis opiniones.

Visiblemente aliviados por poder salir de allí, todos los trabajadores se despidieron y dejaron todas sus carpetas y pendrives en la mesa de reuniones, ignorando la orden de Yoongi. Eso le hizo fruncir el ceño, pero prefirió callarse. Sabía que no serviría de nada y, además, a Jimin no le gustaba que intercediera por él.

Hablando del diablillo, en ese momento estaba acompañando a los empleados hasta la puerta del despacho, haciéndoles una reverencia que ellos ignoraron mientras pasaban por su lado sin siquiera mirlarle. Aún así, él no perdió la sonrisa cordial en sus regordetes labios ni por un instante.

Yoongi lo consideraba admirable de su parte, porque él les habría metido el lapicero por el culo a todos ellos sin pensárselo dos veces.

Cuando el último empleado hubo salido por la puerta, su asistente cerró y se apoyó en ella, suspirando pesadamente, agotado. Después, se colocó bien las gafas y echó un vistazo a las notas de su tablet mientras se giraba, su larga cola formando un círculo alrededor de su cuerpo.

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⏰ Última actualización: Jun 24 ⏰

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