Merecido descanso (33)

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Navier me observó por un momento, ponderando su respuesta. Su rostro era inescrutable como siempre.

—Supongo que esperar al divorcio era demasiado tiempo...

—Lo siento. Quería que ella me ayudara en la elección, pero con todo lo que está sucediendo... —La había puesto al día con la adopción y los rumores del Duque. Esperaba que eso fuera suficiente para que viera la urgencia de la situación.

Suspiró, antes de llamar a sus damas de nuevo a la habitación.

—El Emperador necesita una dama de compañía para su concubina de manera inmediata. —Las mujeres contuvieron la respiración por un momento. —Alguna voluntaria?

La presión de tenerme en frente hizo que se petrificaran. Sabía que estaba obligándolas a tomar una decisión difícil en un momento inoportuno, pero si Rashta iba a estar cuatro días lejos del palacio, prefería que fuese con una dama de compañía.

Ninguna movió un músculo. La Condesa Eliza miró nerviosamente a sus compañeras antes de cerrar los ojos y alzar la frente. Cuando pareció que iba a decidirse, La Vizcondesa Verdi se adelantó.

—Yo lo haré, Su Majestad. —La mujer tenía los dedos entretejidos y los movía de forma incómoda.

—Se lo agradezco mucho. —Hice una nota mental para recordar subirle el sueldo. La pobre mujer tenía problemas de dinero, y ya que estaba haciéndome este favor, debía hacer algo por ella también. —Por favor, empaque lo esencial y encuéntrenos en la puerta principal cuánto antes. —Se reverenció con un "Por supuesto, Emperador." Antes de volver su atención a la Emperatriz.

—Ha sido un enorme placer servirla durante estos años, Su Majestad. —La reverencia dedicada a ella fue aún más profunda. Navier se puso de pie y abrazó a la mujer.

—Agradezco sus servicios enormemente, Vizcondesa Verdi. Me alegra poder decir que la considero una buena amiga, y no dude en acudir a mí si necesita algo. —La observó irse en silencio y suspiró. Volvió a mirarme. —Hazme saber a qué habitación mudar sus objetos personales.

—Gracias, Emperatriz.

Deje sus aposentos sintiéndome más tranquilo. El que Navier cediera una de sus damas a Rashta también ayudaría a aumentar su reputación, y evitaría que los rumores sobre ella se creyeran inmediatamente. Que contara con la aprobación, aunque ilusoria, de la Emperatriz, era uno de los mejores escenarios posibles.

Estaría protegida incluso luego del divorcio.

***

—Siento mucho las molestias... —El joven sirviente que cargaba nuestro equipaje en el carruaje sonrió, sonrojado.

—No es ningún problema, Vizcondesa.

A pesar de que solo estaríamos fuera cuatro días, éramos tanta gente que necesitamos tres carruajes, uno de ellos únicamente para el equipaje. Sovieshu insistió en prestarnos el suyo, por lo que estaba preparándome mentalmente para las miradas que recibiría.

Cuando todo estuvo cargado y solo quedaba esperar al Barón, pasos rápidos llamaron mi atención. Al mirar sobre mi hombro, vi a una mujer castaña caminando hacia nosotros con una maleta. Su Majestad la observó con alivio.

—Vizcondesa Verdi, temí que se hubiera arrepentido.

VERDI!? CÓMO QUE VERDI!? Sentí como la sangre dejaba mi rostro. Le había sacado la dama de compañía a Navier! SOVIESHU! Justo cuando creo que su pequeño cerebrito de noble hace sinapsis, me sales con estas! Quería gritar.

Verdi negó con la cabeza. Sus ojos estaban rojos, algo hinchados, y sus mejillas rosadas como si hubiera estado pasándose la mano por ellas obsesivamente. A pesar de esto, sonrió.

Ayuda! Reencarné en la Rata!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora