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Nacido en el seno de una familia problemática, desde muy joven, Max se vió envuelto en un mundo donde la violencia era el pan de cada día. A la corta edad de 7 años quedó huérfano de padre, todo a causa de un accidente de trabajo, dejándolo a él como el encargado y nuevo jefe de familia.

Su madre, que de hecho era demasiado joven, lo había parido teniendo tan solo 13 años. Quedando viuda a los 20, tomo todo esto como un punto a favor y decidió dejar todo atrás, dando así un nuevo comienzo a su vida, abandonando a Max junto a su abuela. Los siguientes años se pasaron como un infierno, teniendo que trabajar en pequeñas labores para ayudar a su abuela, todo esto mientras estudiaba; a los 9 años logró cruzar al otro lado junto a su tío, quien le había otorgado la ciudadanía tras haberlo adoptado. Todo lo que conocía cambió, ya podía comportarse como el niño que siempre fue, podía estudiar y ya no tendría que estar preocupado por saber si se llevaría algo a la boca al final del día. Aunque le había costado, hablaba fluidamente el idioma inglés, tenía amigos, salía cada sábado con su bicicleta al área de acrobacias, podía disfrutar de tres comidas al día e incluso había dado su primer beso. Todo ese sufrimiento había dado frutos, los cuales se vieron interrumpidos exactamente el día de su cumpleaños.

- Vamos, mijo, apúrale. - su segundo padre estaba eufórico, media hora antes habían anunciado mediante televisión sobre una epidemia que se esparcía como polvo en el aire, recomendando a la población evacuar a zonas seguras.

- Había quedado con William, saldríamos hoy, solo es una gripa, no seas dramático. - El preadolescente estaba enojado, mirando mal a su tío mientras tiraba ropa y diversas cosas a su mochila, sin ninguna intención de acomodarlas.

- No seas inconciente Carlos, esto no es juego, hay un desmadre afuera por esto. Necesito sacarlos a ti y a tu abuela de aquí, pásame eso. - dijo señalando un destornillador de la caja de herramientas. El chico obedeció y haciendo un ruido de disgusto se apresuró a volver al lado de su abuela, quien hace dos años había perdido la audición de su oído izquierdo.

- Mi niño, hazle caso a Mario, él sabe lo que hace. - su abuela siempre era así, haber pérdido a su otro hijo le hizo pensar que Max también era suyo, seguido lo confundía con su padre ya fallecido.

- Ya pues Nina, aunque se supone hoy saldríamos a celebrar, no siempre cumplo 13 años.- Su tío lo miró, sonriendo con tristeza.

- Ay, mijo, que más quisiera yo que sacarte a pasear, pero esto está serio. Cuando termine todo esto, que dios así lo quiera, te llevo a dónde tu quieras, ¿va? - Max asintió, feliz de saber que a pesar de todo el desastre afuera, aún existía ese rayito de esperanza con ellos a su lado.

- Ahora, pa' fuera, que necesito pasar a recargar la gasolina. - Los otros dos salieron casi empujones de la casa, Max fastidiado de tener que lidiar nuevamente con problemas.
- Mínimo tengo a Spiderman cuidandome. - dijo el niño riendo mientras observaba su figurita de acción, ya toda despintada por el uso.

¿Max? - TWDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora